Dylan, una leyenda en la intimidad en Gijón
Cultura
El cantante norteamericano ofreció la mejor versión de sí mismo en su paso por la ciudad asturiana
29 Apr 2019. Actualizado a las 12:22 h.
Eran las ocho de la tarde cuando miles de asturianos impacientes se aglomeraban en las inmediaciones de El Molinón. No era por el partido que se había jugado aquella tarde, ni tan siquiera por el ambiente electoral que reinaba, ya no solo en Gijón, sino en el país entero. Todo era por una leyenda que este año cumplirá 78 años y que a pesar del paso del tiempo sigue reuniendo a aquellos fieles del rock y la poesía. No había distinción de edades entre los más de 5.000 asistentes que aguardaban la cola de el Pabellón de Deportes Adolfo Suárez de Gijón. Solo una condición: la de escuchar y no grabar. Una voz por megafonía lo dejaba claro hasta en tres ocasiones, los aparatos electrónicos debían permanecer apagados bajo amenaza de expulsión del evento. Abróchense los cinturones porque Bob Dylan y su banda han llegado para hacerles viajar.
Y así lo hicieron durante las dos horas de concierto, con decenas de trabajadores de seguridad vigilantes ante el mínimo aviso de la aparición de cualquier destello proveniente de un teléfono móvil y la ovación de un público obediente (no fuese a pasar como en Viena) que quedó gratamente sorprendido por la euforia de un Dylan que a pesar de los achaques propios de la edad es capaz de resistir grandes giras sin perder su esencia.
El norteamericano y su equipo cuidaron el detalle los aspectos de una estética muy intimista que favorecía la cercanía con los espectadores, a pesar de que el cantante no pronunció una sola palabra en todo el concierto que no fuera en verso. El juego de luces proyectadas en el telón hacía que hasta el menos dylaniano pudiera transportarse de un bar country a un escenario de un club de blues de los 50 sin moverse del asiento. Los mismos focos marcaban los planos según el tono de la canción, a veces interpretada por toda la banda, otras veces, por un tímido Dylan detrás del piano que fue animándose según transcurría la velada. El punto de inflexión lo marcaría la versión de su versión de Like a rolling stone, que dejó a los allí presentes atónitos ante la carcajada espontánea del intérprete, que comenzó a pasárselo bien y a levantarse de su silla para saludar. Un setlist complaciente en la que destacó un Blowing in the wind impecable acompañada de un violín, pero al que le faltó el convertido en himno Knockin On Heaven's Door tocado con su guitarra.
Pese a todo, Bob Dylan acompañado por Charlie Sexton (guitarra), Tony Garnier (bajo) Donny Herron (teclados y de todo un poco) y George Receli (batería) ofreció un show que a ratos fue íntimo, otros, al sonido de su armónica completamente emocionante, pero siempre un placer para los sentidos de los fans asturianos que se llevaron un pedacito de historia en su recuerdo.