«Hay una barbaridad de movimientos artísticos autogestionados en Asturias»
Cultura
El cineasta Adrián Silvestre visita Oviedo para presentar su largometraje «Los objetos amorosos» en el marco de la SACO
16 Mar 2017. Actualizado a las 05:00 h.
La Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo prosigue con sus actividades y los directores continúan desfilando por sus calles. En esta ocasión, el festival recibe al director valenciano Adrián Silvestre (Valencia, 1981), quien se ha acercado hasta el Principado para presentar hoy a las 20.00 horas su primer largometraje, titulado Los objetos amorosos, en el Teatro Filarmónica. Tratando siempre el feminismo y las migraciones, sus obras cuentan historias de mujeres ubicadas muy lejos de sus países de origen. Por ejemplo, la de Natalia Nikolaevna, una cantante de ópera soviética atrapada en Cuba, o Exit, un corto a la carta, donde el espectador puede elegir los pasos de una inmigrante latinoamericana en Madrid. En esta ocasión su especialización prosigue con la aventura de Luz, una colombiana que viaja a Roma en busca de una vida mejor para su hijo y que terminará descubriendo una nueva forma de ver la vida.
-Aunque la película que viene a presentar a Oviedo, Los objetos amorosos, se define por sí misma, ¿cómo la describiría usted?
-Es en realidad una ficción, pero me gusta decir que me tomo ciertas licencias documentales porque lo que hago siempre es combinar el trabajo de actores profesionales con personas reales. Es decir, hay personajes que se interpretan a sí mismos. Lo que trato de hacer es igualar a todos en un mismo nivel dramático y narrativo para que el espectador no distinga muy bien la realidad de la ficción. Por otra parte, la defino narrativamente como una road movie sin coche, porque es una película donde las protagonistas van descubriendo y disfrutando la ciudad de Roma pero con sus propios medios. Por un lado, con un pie en el calle y con el otro, puesto en sueños de futuro.
-¿Qué fue lo que le incitó a embarcarse en este proyecto?
-Llevaba un tiempo trabajando con temas de género e inmigración desde el punto de vista del arte y del cine, y cuanto más trabajaba con inmigrantes más me gustaba. Venía de hacer una película interactiva de mujeres inmigrantes que vivían en Madrid, Exit, un corto a la carta, y me encantó el proceso y lo que aprendí a través de ella. La metodología de trabajo que empleo es de mucho diálogo, hablar con las mujeres y descubrir su punto de vista pero desde lo cotidiano, sin tratar de establecer cuál es la situación aquí o allá. Simplemente trabajar lo anecdótico, filmándolo en vídeo y escribiéndolo. Quise repetir el proceso en una ciudad europea y tuve luz verde para producir un proyecto en Italia, en Roma, ciudad que yo ya conocía de antes. Mezclé una trama amorosa que yo ya tenía en el cajón y la necesidad de hablar sobre todo lo que había trabajado en Madrid, pero en una ciudad que representase a la vieja Europa. Es decir, mezclar una parte más testimonial y documental con otra más de ficción, que encuentra el espectador cuando ve la película.
-Entonces, ¿ha trasladado rasgos o personas reales que sean identificables a la película?
-Sí, los personajes secundarios son reales. Margot Medina y Aurora Silva, los dos personajes de apoyo, son dos mujeres de Perú que llevan un tiempo en Italia e instruyen a Luz, el personaje principal. Le desvelan un poco su visión de Europa, lo que se va a encontrar. Toda esa parte es real, lo que le cuentan al personaje me lo contaron antes a mí. Lo que hice fue invitarlas a venir al rodaje, que se relajaran, hicieran de sí mismas y dijesen lo que quisieran. Respondieron muy bien, de una manera muy espontánea, y todo lo que dicen es tal cual.
-¿Por qué el relato se construye sobre dos mujeres que mantienen un romance lésbico en un país extranjero? ¿Por qué no una pareja heterosexual o dos hombres homosexuales?
-Estamos al final hablando de género. No es lo mismo ser un inmigrante hombre que uno mujer. Lo que dio el pistoletazo de salida a la investigación que inicié es la feminización de las migraciones, en este caso de Latinoamérica a Europa, porque se está generando el fenómeno de las cadenas de cuidados. Vienen a Europa en el contexto de crisis para cubrir una serie de necesidades que los servicios sociales ya no pueden cubrir y cuidar de gente dependiente, mayores, niños, etc. Ellas forman parte de la agenda económica oculta de Europa y a su vez el dinero que ganan están mandándolo a sus países para mantener a otras comunidades que trascienden incluso más allá de sus familias. Cuando hemos trabajo con africanas pueden ser comunidades de 25 y 30 personas. Ellas vienen aquí con una responsabilidad muy fuerte de empezar a cuidar a gente aquí para cuidar a su gente allí. En el hombre no se da de tal manera, ya que ellos tienen que conseguir dinero para enviarlo y parece que con ello se suplía todo. En cuanto a que sean dos mujeres… Pues Luz, la protagonista, es muy ingenua y piensa que en la vieja Europa va a cumplir un sueño, que va a traer a su hijo y le va a ir todo bien, pero luego no es así. Incluso se plantea que lo mejor es casarse con un hombre italiano, pero no como una estrategia fría para conseguir los papeles sino porque cree en la idea del amor romántico. Empezamos a ver a través de varias citas como sus necesidades y manera de pensar chocan con los hombres que conoce. Entonces, curiosamente, la primera persona que llega a valorarla, empatizar y entenderla es otra mujer. Por eso cuento esta historia de amor entre dos mujeres a las que tampoco podemos definir como lesbianas porque a lo mejor en otro contexto no hubieran tenido una relación. A Luz solamente se le enciende un click para decir «esta persona me interesa». Por otro lado, Fran es una persona que no se define y muestra rasgos de los dos géneros que usa a su conveniencia. Le muestra a Luz un modelo de libertad en el que ella se puede reflejar y puede ver que hay otras maneras de hacer las cosas y de dirigir tu propia vida.
-¿De dónde le surge este interés por los temas de género?
-Me surgió de la manera más azarosa, cuando era estudiante. Tenía varias amigas feministas que estaban metidas en teatro y cine, y empecé a hacer colaboración es con ellas y aprender sobre el tema. No desde un lado teórico, que sigo sin tenerlo, sino de una manera más directa de trabajo de campo con grupos de mujeres, escuchando sus preocupaciones e ir aprendiendo de ello.
-Después de sus trabajos en Exit, un corto a la carta y Natalia Nikolaevna, realiza un nuevo trabajo centrado en mujeres migrantes. ¿Se está especializando en el tema?
-Los hechos así lo dicen, creo que lo hago de una manera inconsciente. Al final la realidad es que me interesa el feminismo. No lo hago de una manera ni muy discursiva ni teorizada sino espontánea, en el sentido de que inicio procesos participativos con mujeres y las dejo hablar. Evidentemente cuando trabajas con mujeres, si eres honesto y se han podido expresar, el discurso es feminista en el sentido de que es una mirada transversal hacia la igualdad. En cuanto a la migración supongo que hay una parte de que siempre me ha gustado mucho viajar. Cuando no he podido hacerlo me he dado cuenta de que hablar con gente de otros países es una manera de continuar viajando. Vas descubriendo cómo funcionan las cosas en otros países. Ahora mismo estoy trabajando en el guión de mi segundo largometraje y vuelve a tratar el tema del viaje y se desarrollará en Chile. Como espectador me gusta mucho el cine latinoamericano, creo que tiene una fuerza y espontaneidad que en España se ve menos frecuentemente. No sé por qué será.
-Trabajó anteriormente con Laura Rojas. ¿Por qué la eligió como protagonista de Los objetos amorosos?
-Para Exit, hicimos un casting excluyente, solo para mujeres inmigrantes que viviesen en Madrid y todas las que quisieran participar en el proyecto estarían de una manera o de otra. Hicimos una convocatoria en El Matadero y llegaron mujeres de todo tipo: actrices profesionales, mujeres con ganas de involucrase en actividades de ocio… Laura era una actriz que estaba trabajando bastante en teatro y musicales y tenía ganas de involucrarse en proyectos audiovisuales. Desde la primera dinámica, haciendo unas improvisaciones, me enamoró. Vi que tenía una facilidad enorme para sentir emociones y transmitirlas. En Exit hace un papel muy cómico, pero sabía que tenía la capacidad de hacer personajes mucho más profundos y con más aristas. Me prometí a mí mismo que cuando hiciera un largo la iba a llamar. Cuando estaba en Italia ella también estaba, la llamé y estoy muy contento de haber tomado esa decisión.
-Al parecer el rodaje en Roma se efectuó sin los permisos adecuados. ¿Qué hay de cierto en ello?
-Sí, al final es cine de batalla. Una película hecha con un presupuesto bastante bajo y con un equipo muy pequeño, de unos diez técnicos y los actores. Roma iba a ser muy complicada pidiendo permisos, así que tomamos la determinación de filmar en espacios públicos cuando pudiésemos. Roma tiene la dualidad de que de día está llena de gente, pero a partir de cierta hora parece un set perfecto, muy iluminado y con poca gente.
-¿Tuvieron algún incidente o anécdota al respecto?
-Pues sí, tuvimos… Bueno, lo cuento. El final estaba pensado para filmarse en una estación de tren, y nos echaron tres veces de las estaciones hasta el punto de que casi nos quitan las cámaras y se acaba la película. El último día de rodaje era el último día de la ficción porque lo rodamos en orden cronológico, y nos echaron por tercera vez de una estación de tren a las 4 de la mañana. La actriz tenía que volver a Nueva York a las 7 de la mañana, así que quedaban tres horas, no teníamos soluciones y ya estaba prácticamente tirando la toalla. La directora de producción tuvo la lucidez de proponer hacerlo en una estación de autobús, que allí no habría problema, y así lo conseguimos.
-¿Hacia dónde quiere enfocar su carrera a largo plazo?
-Me interesa mucho el documental, trabajar en unas condiciones de producción más holgadas que tengan más que ver con la industria. Me gustaría seguir explorando este terreno que oscila entre la realidad y la ficción, elegir a las personas con quienes quiero trabajar, poner a prueba comunidades, gente en riesgo de exclusión o pueblos de otros países…
-Si su interés son los largometrajes, ¿por qué todos sus trabajos anteriores han sido cortos?
-Partimos de una paradoja muy grande, y es que todos los que nos hemos educado con el largometraje desde pequeñitos pero, ¿a quién le van a dar el voto de confianza para hacer un largo si no ha hecho nada en su vida? No quiero hacer más cortometrajes. Los cortos están para equivocarse, para fallar, para aprender, para ver cómo se te da el trabajo de actores, para ver como diriges a un grupo grande de técnicos. Yo los hice por diversión y para aprender. El problema que yo tenía es que los cortos me salían muy largos y parecían un trocito de un largo. No me arrepiento porque es un proceso de aprendizaje hacia el largo. Yo creo que un buen corto al final tiene que transmitir una idea, algo que te haga pensar, y eso es muy difícil. La mayoría de cortos que veo me dejan la sensación de que falta algo. No hemos crecido viendo cortos.
-¿En qué proyectos se encuentra embarcado actualmente?
-Estoy escribiendo el guión de una ficción, pero también quiero combinar el trabajo de gente profesional con personas reales en Chile. Estoy en proceso de búsqueda de financiación y me está ayudando a escribir y construir el personaje principal la que será la protagonista de la película. Hemos estado cinco semanas en Chile viendo como estaba el panorama. A mí, como espectador, me encanta el cine chileno. Vamos a ver lo que pasa este año y mientras vamos promocionando la película a ver si encontramos apoyos.
-¿Conocía Asturias? ¿Había estado aquí antes? ¿Qué le está pareciendo?
-Estuve por primera vez aquí en diciembre, me invitó la ONGD del Principado de Asturias y presenté Exit. Esa fue mi primera experiencia en Oviedo, y ahora estoy en la SACO. Estoy empezando a conocer Asturias, pero me llama mucho la atención la cantidad de movimientos culturales y artísticos que nacen de iniciativas propias y autogestionadas. Ahora mismo estamos preparando la presentación de mañana con el colectivo Meriendas Cuer, que me están explicando todo lo que hacen. Hay una barbaridad de colectivos y de artistas que se han desarrollado al margen de lo institucional. No sé si será porque yo siempre he vivido entre Madrid y Barcelona, y allí parece que está todo como más institucionalizado. También en diciembre estuve en el Festival de Andar por Casa, donde la gente abría las puertas de sus casas y preparaba algo allí donde todos eran bienvenidos, mostrando desde una exposición a una performance. Me dejó muy buena sensación.