«Ver morir a la gente es bonito siempre, sobre todo a los malos»
Cultura
El transgresor cineasta Albert Serra presenta en Oviedo su película «La mort de Louis XIV» y otras actividades culturales enmarcadas en la SACO
11 Mar 2017. Actualizado a las 05:00 h.
Uno de los cineastas más transgresores de los últimos años pone el pie y el celuloide en tierras asturianas este fin de semana. Se trata del director y productor catalán Albert Serra (Banyoles, Girona, 1975), autor de películas como Honor de cavalleria -una interpretación del Quijote- o Història de la meva mort -donde se produce un encuentro imposible entre Drácula y Casanova. Con motivo de la Semana del Arte Contemporáneo de Oviedo (SACO) ofrecerá distintos pases de su última obra, La mort de Louis XIV. El filme, basado en los últimos momentos de vida del Rey Sol y aclamado en el Festival de Cannes, se hizo con el premio Jean Vigo 2016. Asimismo, el cineasta también ofrecerá una una visita guiada por el Museo de Bellas Artes de la capital del Principado donde ejercerá como un inédito maestro de ceremonias.
-Ha venido a Asturias a realizar varias actividades, entre ellas la proyección de su última película, La mort de Louis XIV. ¿Cómo definiría el filme con sus propias palabras?
-Es una película modesta en su punto de partida en cierto sentido, comparada con las otras. Quería buscar más intimidad por razones obvias, tanto por respeto a Jean-Pierre Léaud y porque el tema de Luis XIV no permitía todas las excentricidades o locuras anteriores. Por primera vez se impone un punto de vista más modesto, es otro tipo de estética. Esta puntuado por momentos de elementos muy similares a las anteriores pero hay una aproximación más modesta. Es una pequeña novedad y el resultado da una película más accesible para la gente, aunque no era la intención inicial. No es lo mismo poner excentricidades en la película de Casanova, que lo puedes sacar cagando, follando o haciendo y diciendo todas las locuras que una de Luis XIV. No es el mismo tipo de credibilidad la que se requiere. Necesitaba un poquito más de represión en los planteamientos generales y en los gestos, no así en los detalles ni en las pequeñas ironías que están allí y, yo creo, que son igual de preciosas y bonitas que antes, pero hay una represión latente.
-Entonces significa que ha sido usted el que se ha adaptado a la película y no ésta a usted.
-Sí, aunque la metodología ha sido la misma que en las anteriores. Traté de introducir elementos estilísticamente más fuertes y transgresores, pero era difícil sin caer en lo grotesco. Ahí es donde me detengo yo, porque como decía Josep Plá cuando empezó esto de la Nouvelle cuisine en los 70 y tal: «Puedo aceptar cualquier mezcla de comida e ingredientes con tal de que la suma de ambos sea mejor que los dos elementos por separado». Yo me detengo donde los elementos por separado son mejores, así que la mezcla la dejamos para otra película antes de que estropeemos el plato de Luis XIV. Es también un poco de flexibilidad y elasticidad mental el saber adaptarse a cualquier material.
-¿Cuál fue el punto de enganche al proyecto? Lo que le impulsó a aceptar la propuesta de dirigir el filme.
-Pues fue un poco la muerte. El tema me interesaba bastante, sobre todo en el sentido tan cercano. En la película anterior, Història de la meva mort, la trataba de una manera más simbólica, como la muerte de un mundo, pero aquí hay algo de íntimo. También está esa intimidad con la muerte de cuando eres muy poderoso. Me gusta mucho esta idea, y si tienes doctores malos me gusta mucho más. Y es que los ricos también tienen doctores malos y con ese ingrediente se pueden hacer algo aún más desgarrador con toda la violencia y la banalidad que implica, que era otro de los desafíos.
Normalmente la aproximación a la muerte tiene siempre un punto dramatúrgico muy orquestado y también algo muy espiritual, que es asociar el famoso tránsito de algo de que se va a alguna parte. En cambio, enfrentarse a la banalidad del cuerpo que se descompone, que se acaba y punto y final, conjuntada con la retórica y la pompa de la corte... Había ahí algo maligno y me gustaba. No sé, ver morir a la gente es bonito siempre, sobre todo a los malos. Por eso son tan bonitas todas esas enfermedades, desgraciadamente incurables, que ahora con la evolución de la ciencia ya se van a curar todas… Es muy bonito porque afectan a ricos y pobres por igual. Las curables, si tienes más dinero, a lo mejor te curas mejor. También existe ese momento límite de no retorno, como dicen los doctores en la película cuando se dan cuenta de la atrocidad que han hecho al no operar y que la gangrena se ha extendido. Es bonito porque a veces este punto de no retorno llega en vida y se refleja en el rostro. Jean-Pierre hace esto en la película de una manera muy bonita y tiene un mérito extraordinario. Se puede leer ese momento, su rostro ejemplifica muy bien la muerte que se está viviendo, que está allí presente, y que es inevitable. Su rostro la recoge y nos la devuelve visualmente.
-¿Estos matices surgieron del propio Jean-Pierre o usted le guió?
-El responsable es siempre el director. Si los actores fueran capaces de hacerlo ya lo harían sin necesitar al director, pero yo necesito al muñeco. Sin embargo el muñeco es intercambiable, pero el director no. Cada uno de nosotros es diferente y somos los autores. En ese sentido él ha tenido siempre un respeto cerval, exageradísimo, a la figura del director. La visión del director era sagrada y él un transmisor de ella. Paradójicamente, y siendo él tan importante, tiene menos ínfulas que otros que se creen el centro de la película siendo mucho menos, o participando en películas donde el estilo o la autoría no tienen ningún valor.
-Siempre dice que no le importa lo que opine la gente sobre sus películas. ¿Cómo cree que recibirá el film el público asturiano?
-Aquí habrá la misma acogida que en otros sitios. Ahora la distribución de este tipo de películas se hace de una manera muy buena y precisa, y la gente va entusiasmada con ganas de sentir una experiencia diferente, como si fuesen al teatro. No digo que todos sepan lo que van a ver, pero vienen con la predisposición y la inocencia. Vienen a sentir una especie de comunión, y encuentros como estos han hecho cambiar mucho la concepción del cine y creo que la gente tiene un punto de satisfacción mucho mayor. El público de estos círculos es común en todos los lugares, no hay mucha diferencia. Me gusta que la gente se interese, no como cuando van al cine a ver, no sé, James Bond… ¿A quién le interesa realmente James Bond? No le importa a nadie, la gente va allí a entretenerse un rato. Aquí la gente tiene el deseo de ver esto, no otra cosa.
-¿Ha tenido alguna relación con Asturias anteriormente?
-Fui al Festival de Gijón varias veces, así que conozco Gijón pero nunca estuve en Oviedo.
-¿Cree que Asturias tiene potencial o le resulta interesante para incorporarla en alguna película futura?
-Yo, como la mayoría o la totalidad de directores, voy a donde es factible rodar a nivel de financiación. Hoy en día las cosas son tan complejas e impredecibles que se aprovecha cualquier oportunidad. Si viene algún millonario de Asturias y me dice que la haga aquí porque quiere que salga su casa vamos a pensarle algo, que no se preocupe que va a quedar bien (risas).
-¿En qué momento de su carrera como director considera que se encuentra?
-No lo sé, habría que tener una visión global de futuro que no tengo. Precisamente una característica es no ir preocupándome de mi carrera, en tanto que soy director y productor al mismo tiempo. Preocuparme de mi carrera como director afecta quizás a la de productor, que me interesa más. Vamos a ir proyecto por proyecto y, siempre, con el entusiasmo y fanatismo por cualquier idea que haya encima de la mesa. Esto es lo más importante, el fanatismo.
-¿Qué opina sobre la situación actual del cine español?
-Ya lo sabes, no soy ningún descubridor ni profeta de nada. Es un desastre total. No hay nadie y se le ha perdido el respeto a todos los niveles, lo cual es lo más grave. Es como si ahora todos fueran Pérez-Reverte y los escritores serios ni existieran y no salieran en ningún sitio. Es el final de muchas cosas.
-Uno de sus próximos proyectos tratará sobre arte contemporáneo. ¿De dónde surge ese interés?
-Hay algo muy muy actual donde el límite entre lo auténtico y lo falso, lo verdadero y lo artificioso, el éxito y el fracaso, la creación colectiva y el individual es muy difuso hay muchos temas que pueden tocar de forma indirecta otras artes e incluso otras disciplinas en la vida. Eso es algo donde hoy en día esta vanidad de los medios sociales lo mezcla y lo confunde todo. Todavía hay una verdad que tendría que trascender que es el arte la cual, de otra manera ,no puede dejar de pertenecer este mundo. Aquí hay este juego entre arte y cine que creo que es interesante.
-Va a realizar una visita guiada en el Museo de Bellas de Artes de Oviedo. ¿Enlaza también, de alguna manera, con su próxima película?
-He hecho varias películas para museos que considero muy importantes, sobre todo la última que hice para la bienal de Venecia, Singularity, y el arte siempre me ha interesado. Cuando me lo pidieron me pareció una cosa completamente natural y el público va a disfrutar, y yo también. Lo hago con el placer e inocencia de compartir algo, a lo que siempre he estado muy vinculado, de la manera más ligera.
-¿Ha preparado usted el itinerario? ¿Qué obras mostrará a los visitantes?
-Aún no, esta mañana lo haré. He mirado un poco por Internet pero hay que ir in situ. Me gusta más que no esté tan preparado, porque es más ligero y espontáneo. Te permite recuperar algo que, con tanto debate teórico en el mundo del arte, se ha perdido y que también es otro tema que podría introducir en la película. Quiero decir, simplemente dejarse llevar por la sensibilidad y por el gusto -«una palabra que parece ya decimonónica»- por un momento está bien. Ver por qué una cosa te atrae y otra no y ya está, sin darle demasiadas vueltas. Puede ser un ejercicio muy bonito.