«El fenómeno fan se inició en España con el fútbol de los 60»
Cultura
El especialista en cultura popular reconstruye en «La pelota ye-yé», que ayer presentó, una parte del fútbol español y sus futbolistas más peculiares entre 1965 y 1973
20 Dec 2016. Actualizado a las 05:00 h.
«Yo vi el gol de Marcelino en directo por televisión cuando España ganó la Eurocopa a la Unión Soviética y empecé a ver Mundiales con el de Inglaterra, en el 66. Como aficionado y espectador, ya cumplí el medio siglo. Y sigo enganchado. Este fin de semana, sin ir más lejos, he visto cuatro o cinco partidos». Fernando Cuesta (Gijón, 1955) nació a tiempo para poder decir todo esto, y también para formar parte de la primera generación de españoles completamente sumergida en la cultura popular de masas. De todo ello -pop y rock, cine, cómic, televisión y fútbol- ha escrito en diversos medios y formatos, y era cuestión de tiempo que también escribiese un libro como La pelota ye-yé. Modernidad y rebeldía en el fútbol español entre 1965 y 1973, que ayer presentó en el Antiguo Instituto de Gijón para dar cuenta de una pasión personal que, además, considera «una de las manifestaciones de la cultura popular del siglo XX y seguramente el mayor espectáculo del mundo». Estaba condenado a entenderse con la editorial gijonesa Rema y Vive, especializada en dar alegrías a los seguidores de cualquier ramal la cultura popular, que ha publicado un volumen prologado por el músico y comentarista deportivo Ígor Paskual -también copresentador del acto ayer- y con una primorosa portada a la vez pop y bizarra firmada por su hija, Rebeca Cuesta.
-¿Qué es la pelota ye-yé?
-El fútbol que conocí en los años de mi niñez, adolescencia y juventud, cuando me aficioné, en los 60 y principios de los 70; el de aquellos últimos años del franquismo en los que parecía que en España no cambiaba nada y que el fútbol también era una manifestación de una sociedad muy autoritaria, muy paternalista. Pero iban produciéndose también cambios, brotes verdes de modernidad, pequeñas luces de rebeldía.
-¿Y esa concreta acotación temporal, entre el 65 y el 73?
-Empiezo en 1965 porque el año en el que se empieza a hablar de los ye-yés; cuando Conchita Velasco consigue su éxito con la Chica Ye-yé, y el año en que los Beatles actúan en España. Al año siguiente, el Real Madrid ganaba la Copa de Europa con un equipo que se llamaba así, el «Equipo Ye-yé»… Y lo termino en 1973 es cuando se abren de nuevo las fronteras para el fichaje de jugadores extranjeros, y entra en España una riada de futbolistas con otro aspecto, otra mentalidad, con otros pelos, por así decirlo. Empieza a cambiar el estatuto jurídico de los jugadores, empiezan a luchar contra cosas como el derecho de retención y a tomar las riendas de su propia carrera deportiva.
-¿Cuál es su enfoque? ¿El del historiador, el sociológico, el biográfico, el sentimental...?
-El libro tiene dos partes. Por una parte, las condiciones objetivas: la explicación de los diferentes factores que incidían sobre el fútbol de aquellos momentos. Cómo eran los balones, las botas, la equipación, cómo eran los terrenos de juego y los estadios, cómo se comportaba la afición y cómo eran los medios de comunicación que se ocupaban del fútbol, y qué lugar mediático ocupaban los futbolistas en la sociedad de entonces. También cuál era el estatuto jurídico y legal de los jugadores, qué tipo de contratos tenían, lo que cobraban… Todo ello para ponerlo en contraste con el panorama actual del fútbol.
-¿Y esa otra segunda parte?
-Es un poco una crónica anecdótica y un repaso personalidades singulares que llamaban la atención en un panorama muy uniforme, muy homogéneo y adocenado. Ahí me centro ya en una serie de futbolistas agrupados en distintas categorías: los «Futbolistas pop», que tenían un aspecto más moderno por su aspecto, su manera de vestir o comportarse, su corte de pelo… Hablo de los «Estupendos», los que tenían una gran calidad técnica y clase, mucho talento. Están los «Chicos Malos», los tipos duros, que eran conocidos por su dureza, en un fútbol que era mucho más duro y violento que el de hoy, en el que todos los partidos son televisados y cualquier cosa que suceda se ve al instante, un poco como en la casa de «Gran Hermano». Hablo de los futbolistas que eran más originales, por su aspecto o su actitud, y hablo de los rebeldes, los que se enfrentaron a los clubes reclamando sus derechos en una época en la que el futbolista era un esclavo de oro, una élite que ganaba mucho dinero pero a la que se trataba como a menores de edad. Y finalmente, hablo de las víctimas: los que tuvieron mala suerte, murieron en el campo, tuvieron una lesión que les hizo retirarse antes de tiempo, accidentes…
-Hace unos días tuvimos por Gijón a Ángel Cappa hablando de su añoranza por un determinado tipo de fútbol y su acusación de que el espectáculo y el negocio lo han robado. ¿Hay algo de eso en su libro?
-Discrepo un poco con él. Su hipótesis es que nos han robado el fútbol, pero yo creo que el fútbol ya nos lo estaban robando antes, desde hace mucho tiempo, porque ya era un espectáculo masivo, mediático, caro. Ese fútbol, romántico, inocente, de los pioneros y tiempos heroicos, ya había desaparecido en la época de la que yo hablo, al menos en la Primera División. Aunque eso se ha extremado en las últimas décadas por la acción de los medios de comunicación y la inflaciòn, tan grande, de la economía en torno al fútbol, todo eso ya estaba ahí. Vamos por sitios distintos, Cappa también hace un enfoque mucho más político del fútbol desde su propio punto de vista.
-Pero en esencia, ya estaba en aquel fútbol ye-yé.
-Efectivamente. Ya había indicios entonces de que todo esto iba a pasar: ya estaba profesionalizado o semiprofesionalizado, y hoy día está ya hiperprofesionalizado. Cappa hace más bien una reivindicación del fútbol, de los amigos, del barrio, que se echan un partido y hacen luego un asado… Ese fútbol, en la élite hace tiempo que desapareció. Hay otra cosa, algo enorme, a nivel planetario, en la que ves cosas como la del domingo, cuando un equipo japonés está a punto de ganarle a un Real Madrid.
-¿Y respecto a la afición? En términos de cultura popular, ¿fueron aquellos hinchas de los 50 y 60 nuestros primeros friquis?
-Bueeeno… [Se lo piensa] En cierto sentido, sí. Sobre todo por lo que el friquismo tiene de pasión, aunque el friquismo era entonces una cosa muy incipiente si lo comparas con el de ahora, y la cobertura de los medios, aun siendo entonces mucha, era infinitamente menor. En España empezamos ya a notar algo de esto a partir de los años 50, cuando el espectáculo del fútbol da ya un salto cualitativo, llegan a España jugadores de calado internacional como Kubala y Di Stéfano, se hacen grandes estadios, otros se amplían… El fenómeno del fan, del fanatismo, que luego se instauraría con la música en los 60, empieza en cierto modo entonces. Hay una historieta de principios de los 60, Pepe, el hincha, que publicaba el Pulgarcito y que ya te indica el impacto del fútbol en la sociología cotidiana de la España del momento: existe ya ese personaje o esa tribu urbana, si queremos llamarla así, de los hinchas, que viven para el equipo, que empiezan a consumir el incipiente merchandising, que viajan con el club… Pero, claro, a un nivel muy incipiente e inocente que no tiene nada que ver con el fenómeno del hooliganismo, que en España prende a partir de los años 80, un poco tarde respecto a Inglaterra, Centroeuropa, Argentina o Brasil.
-El hincha es también algo así como el primer fan de culto en la cultura popular española. ¿A quién rinde culto su corazoncito de futbolero?
-He sido del Barça toda la vida, aunque coincidí con una etapa mala, en la que se ganaba un título cada tres o cuatro años. Aparte del equipo de mi pueblo, que es el Sporting y que siempre fue un equipo modesto, hay equipos que me han marcado como espectador y como aficionado. Uno, la Selección Brasileña de 1970, la que ganó su tercer Campeonato del Mundo en México con Pelé, Jairzinho, Gerson, Tostao, Rivelino… Luego, por supuesto, el Ayax de Cruyff y el Liverpool de los años 70, que era el descubrimiento de un fútbol diferente, más primitivo, pero muy directo y muy atractivo. A finales de los 80, el Milán de Arrigo Sacchi, de los holandeses Van Basten, Gullit, Frank Rijkaard… Y evidentemente, en aquellos mismos momentos, el embrión de lo que es el Barça actual, el de Johann Cruyff como entrenador, el que gana cuatro Ligas seguidas, algunas en el último suspiro, y la primera Copa de Europa en el templo de Wembley, en 1992, con aquel gol de falta de Ronald Koeman. Esos son los momentos culminantes en mi afición, hasta llegar al Barcelona de ahora.