La Voz de Asturias

«La canción perfecta está por venir, aun sabiendo que jamás lo lograré»

Cultura

MIGUEL BARRERO Gijón CANTANTE

Luis Eduardo Aute, que cumple cincuenta años con la guitarra al hombro, protagonizará una velada poética en la Semana Negra

28 May 2016. Actualizado a las 11:53 h.

Algunos han definido a Luis Eduardo Aute (Manila, 1943) como un humanista del Renacimiento preso en la contemporaneidad. Él, en cambio, prefiere hablar de sí mismo como un amateur perpetuo: alguien que ama lo que hace y procura hacer todo lo que ama. Pintor, poeta y cineasta, si su nombre es conocido se debe, sobre todo, a que ha compuesto algunas de las canciones más hermosas que ha dado la música española en el último medio siglo. Precisamente eso, sus cincuenta años con la guitarra al hombro, es lo que celebra en este 2016 con una gira en la que repasa someramente lo más granado de su repertorio. Además, sus colegas más jóvenes le han agasajado con un disco-homenaje titulado Giralunas y aún está fresco en las librerías su último poemario, El sex(t)o sentido (Espasa). Con él estará este verano en Gijón para participar en la velada poética de la Semana Negra junto a Fernando Beltrán y Miguel Munárriz. Son algunas de las señales que constatan, por enésima vez, que el autor de «Las cuatro y diez» se encuentra en plena forma.

-Hay músicos que reniegan de sus piezas más antiguas o las orillan en su repertorio. Usted, en cambio, ha acudido a menudo sobre ellas para reinventarlas, como ha quedado patente en sus tres Auterretratos. ¿Qué relación mantiene con esas piezas que han terminado por constituir una parte irrenunciable de su recorrido como autor?

-Pues, la verdad, con el paso del tiempo voy descubriendo que, de alguna forma, son variaciones sobre un motivo que, tercamente, y sin yo pretenderlo, va conformando el denominador común de todas mis canciones: el ser humano, ese extraño y enigmático bicho, como protagonista absoluto de toda mi obra, por llamarla de alguna manera. Parece ser que es el único universo que despierta mi curiosidad, el resto son cosmogonías circunstanciales, no trascendentes.

-Ha contado varias veces que empezó a cantar por casualidad, casi a regañadientes. ¿Se imagina ahora haber hecho otra cosa? ¿Qué cree que le diría ese «niño que miraba el mar» de su último disco si se lo encontrara frente a frente?

-Seguramente habría seguido componiendo poemas, canciones, y, por supuesto, jamás hubiera abandonado la pintura. Lo que creo que fue accidental y accesorio ha sido el hecho de cantar, sigo sin verme como intérprete? ¿Qué le diría al niño que miraba el mar? Pues no lo sé, tal vez le agarraría de la mano para que no se me escapara del todo.

-El suyo es un nombre ineludible al abordar la cultura de este país en las últimas décadas. No se puede explicar la canción de autor española sin acudir a discos como Rito, Albanta o Slowly, por poner sólo tres ejemplos paradigmáticos?

-Gracias por esos elogios? Aunque tal vez haya algunos discos más, como Templo, que es un trabajo muy especial y que la compañía discográfica no me dejó acabar. Le tengo un aprecio muy profundo.

-Condensar un repertorio que abarca medio siglo en apenas tres horas de concierto debe de ser una tarea complicada, ¿con qué criterio llevó a cabo la selección de canciones para esta gira?

-Me sentí incapaz de hacer la selección? Pedí a algunos amigos que me hicieran su propia selección, en todas sus listas salían más de cincuenta canciones? La criba fue muy complicada y dolorosa.

-Su música interpela a varias generaciones: padres, hijos y ya incluso nietos. ¿Hay cierto sentimiento de responsabilidad, cierto vértigo, cuando uno se asoma al escenario consciente de que sus palabras y sus acordes logran salvar abismos generacionales?

-Pues sí, ésa es la palabra: responsabilidad. Y no acabar de creerme que eso sea cierto.

-De ese interés que los públicos jóvenes sienten hacia su obra da fe el disco-homenaje Giralunas, en el que músicos que aún no habían nacido cuando usted empezaba se atreven con sus canciones.

-Parece ser que así es, y me produce una honda satisfacción.

-Quizás tenga algo que ver en todo ello el carácter intemporal de sus letras, que en algunos casos se debe a una cualidad casi profética. En «Siglo XXI» (1991) logró retratar con precisión el presente que nos ocupa; «La guerra que vendrá» (1989) anticipaba en clave de parodia la deriva capitalista de Rusia; «Alguien sueña por ahí» (2010) vino a ser una anunciación del 15-M?

-«Piensa mal y acertarás», dice el refrán? No es cuestión de tener ninguna capacidad profética, sino de ser un poco malpensado.

-También hay letras que han resultado adaptables a diversos momentos históricos. «Míralos, como reptiles, al acecho de la presa, / negociando en cada mesa maquillajes de ocasión?» ¿No son versos perfectamente reconocibles en estos tiempos concretos?

-Supongo que sí? Ahí no hay ni presagio ni «malpensamiento», es puro hiperrealismo social, que luego deviene en la necesidad de juntarse para intentar construir cadáveres exquisitos masivos? El surrealismo es cada vez más necesario para la supervivencia.

-¿Todavía quedan espejismos por reivindicar? Quiero decir: ¿aún existe algún resquicio para la esperanza?

-Aún sigo creyendo en la dinámica del péndulo? Cuando el péndulo llega al final de su recorrido gravitatorio, irreversiblemente vuelve a sus orígenes contrarios, nunca al mismo sitio según Foucault, pero vuelve a recuperar su dinámica inicial. En estos tiempos de apoteosis de lo innecesario y la sublimación del concepto del «tener» o «poseer», necesariamente habrá que volver a la necesidad (valga la redundancia) de volver al «ser» del ser humano, volver a recuperar el sentido de la vida, a la razón de ser de la vida, alejándose de la Fé en el nuevo dios, que es la Teocnología, y la nueva religión de masas que es el fútbol, y del Neo-feudalismo, que es este Sistema Capitalista que se está decapitando/descapitalizando a sí mismo, poco a poco.

-Alguien dijo una vez que resultaba encomiable que, con lo difícil que resulta ya hacer un disco, Luis Eduardo Aute planificara su obra mediante trilogías. ¿En qué medida éstas nacieron ya como un proyecto firme y en qué medida usted mismo fue realizando esa clasificación a posteriori?

-La clasificación de mis discos por trilogías siempre es una decisión posterior. Con el paso del tiempo, descubro que el Azar va disponiendo esa empatía conceptual en forma de tríptico.

-Su obra, sin embargo, se caracteriza por una exploración constante de las dualidades, especialmente a partir de la eterna controversia cuerpo/alma. A mí me interesa mucho una que llegó a ser muy recurrente en alguna de sus épocas, ésa que planteaba en torno a «la luz y su contradicción»?

-La luz es siempre consecuencia de una contradicción, sin oscuridad la luz no existe, sólo se muestra en la chispa que brota de la oscuridad cuando ésta entra en conflicto consigo misma, como parece que sucede en el instante previo al Big Bang, que es donde se crea y estalla la Luz.

-Tiene unas cuantas canciones insertas en el imaginario popular de varias generaciones, pero sin embargo sus letras no son precisamente fáciles. ¿Cuál es el secreto para conseguir que miles de personas se sepan de carrerilla la letra de «Giraluna» o «Al alba»?

-No me siento capaz de darte una respuesta a esa pregunta? Quienes debieran responderte son las personas que, parece ser, se identifican con esas letras.

-Además de músico, usted ha hecho carrera como pintor y en los últimos tiempos ha venido publicando regularmente libros de poesía o de «poemigas». Algunas de sus canciones partieron de poemas, mientras que otras fueron dando pie a nuevos textos o inspirando determinados lienzos. Su carrera es una exploración constante?

-La vida debiera ser una explosión constante, sin curiosidad la vida deja de tener sentido. Tampoco me siento capaz de levantar una frontera entre mi vida y mi ¿trabajo? La curiosidad no es un trabajo, es vida que se pregunta sobre sí misma.

-Recuerdo que hace tiempo, en una entrevista, dijo que el «Imagine» de John Lennon le parecía la canción perfecta y que usted aspiraba a lograr algún día algo así. ¿Se da por satisfecho o sigue buscando?

-Esa canción «perfecta» está por venir. Aun sabiendo que jamás lo lograré, no cejo en el empeño de encontrarla, o de permitir que me encuentre.

 

 


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