La Voz de Asturias

Miguel de Hita, el director deportivo que fichó a Fermín López y antes trabajó en el Oviedo

Azul Carbayón

Pablo Fernández Oviedo
Miguel de Hita

La Voz de Asturias entrevista al que fue mano derecha de Ángel Martín González, exdirector deportivo azul, en la temporada 18/19

31 Oct 2023. Actualizado a las 12:13 h.

Fermín López está siendo una de las grandes revelaciones del fútbol europeo en lo que va de temporada. El canterano del Barça ha llegado para quedarse al primer equipo culé, haciéndose un hueco en el once titular de Xavi y ya ha dejado destellos de su potencial en no pocos partidos. Eso sí, hace tan solo un año y pocos meses, fue el director deportivo Miguel de Hita (Madrid, 1991) el que se lo llevó al Linares de Primera RFEF. Un Fermín que acaba su etapa juvenil sin ser titular en La Masía y por el que el club barcelonés tampoco hizo un esfuerzo por mantenerlo en el filial. En el Linares la rompió -12 goles jugando como centrocampista- y el resto es, o está siendo, historia. Lo que mucha gente no sabe es que Miguel de Hita trabajó en el Real Oviedo y que en la 18/19 fue la mano derecha del entonces director deportivo azul, Ángel Martín González.

—¿Se esperaba estar en octubre respondiendo preguntas sobre Fermín López?

—Lo que más me sorprende de la trayectoria que está teniendo es la velocidad con la que la ha hecho. Veía que tenía talento y capacidad para llegar a la élite, pero es que no ha pasado un año desde que metió su primer gol con el Linares. Y ahora los mete en la Champions. Está cogiendo una velocidad vertiginosa y ahí es donde me sorprende, es algo muy difícil, de prever y mentiría si dijese que me lo esperaba.

—¿Cuál era la situación de Fermín en el Barça cuando volvió este verano?

—Si no recuerdo mal le quedaba un año más de contrato y otro año más opcional. La idea era regresar al filial del Barça e ir viendo. Ya en el pasado mes de enero, estando con nosotros en el Linares, tuvo ofertas para dar el salto a Segunda División. Él mismo se planteaba que si no iba a tener hueco en el primer equipo del Barcelona, podía aprovechar esas ofertas y dar un salto más en el fútbol profesional con otra cesión. Pero al final mira, consiguieron hacer la pretemporada con el primer equipo y tuvo la oportunidad. El Barça solo le ofreció esa oportunidad y Fermín la aprovechó. Fue a la gira americana y explotó, el resto es historia.

—¿Recuerda cuándo lo vio por primera vez?

—Ya lo conocí cuando trabajaba en el fútbol base de Osasuna. Aunque nosotros sobre todo nos centrábamos en Navarra, además de Soria, La Rioja, Aragón y algo del País Vasco, me gustaba mucho ver grandes torneos de categorías inferiores. Si podía verlo, ahí estaba yo. Recuerdo ver a Fermín en algún torneo de esos, siendo alevín e infantil de primer año, y ya llamaba la atención por el talento. De hecho, tengo un informe suyo que le enseñé al propio Fermín la temporada pasada.

—Más por ocio que por trabajo, vamos. 

—Eso es. Luego, ya cuando estoy en el Sabadell en la 21/22, veo mucho al juvenil A del Barcelona y Fermín no estaba teniendo demasiada participación. Eso sí, cada vez que salía veías algo diferente: esos controles orientados y el dominio de las cuatro fases del juego, algo poco habitual en equipos muy acostumbrados a tener mucho el balón. No tenía la confianza con la que jugaba ahora, pero ahí estaba el talento. Era tercer año juvenil, no era titular y ni pisaba el filial.

—No confiaban en él. 

—Mi teoría es que ellos veían que ahí había un buen futbolista, pero sobre el que sobrevolaban muchas dudas. Cuando un jugador no es titular en el juvenil A y cuando pasa a sénior se le busca una cesión fuera del fútbol profesional… ese suele ser el principio del fin. Si no aparecemos nosotros seguramente hubiese ido al Olot, un club catalán con el que tienen convenio. Eso sí, el Barça algo vería también cuando no le dieron la baja y lo renuevan antes de cederlo. En la final de la Copa de Campeones juvenil metió un golazo y acabó siendo determinante, aunque fuese saliendo desde el banquillo.

—¿Cómo fue su fichaje?

—Estando en el Sabadell -fue director deportivo de dicho club en la 21/22- ya había hablado con su agente, porque me gustaba el chico y confiaba en que ese salto físico que acompañase al talento lo iba a dar en breve. Se veía que era un niño pero que ya iba a dar el paso a adulto. Era una apuesta, pero basada en criterios futbolísticos sólidos. Lo tenía valorado para el Sabadell, no acabo renovando allí y ficho por el Linares. Siendo Fermín un chico andaluz, de Huelva, lo tuve en mente desde el principio. No fue una opción real desde julio, ojo, porque empezó la pretemporada en el Barça B y teniendo minutos.

—Tuvieron que esperar, entonces. 

—Nosotros también teníamos otros objetivos en el mercado, nos planteamos varias cesiones que no salieron y las semanas de mercado pasaban. Sabía que lo de Fermín podía darse y cuando se destapó en pretemporada nos lanzamos a por ello. Fue rápido. Evidentemente, existía en él una pequeña decepción por salir del Barça, pero estaba convencidísimo de venir al Linares. Él mismo fue el que insistió al club culé. Vino a falta de una semana para empezar la Liga en Primera RFEF y cayó de pie desde el principio

—¿El entrenador del Linares, Alberto González, lo conocía?

—Recuerdo que llegó para unas finalizaciones al final del entrenamiento y dejó gotas de su calidad. Fuimos a jugar un torneo de verano y empezamos a ver que ahí había algo diferente. Agradecí desde el principio la confianza que Alberto puso en mí, porque él conocía a Fermín de su etapa infantil y cadete, pero no lo había visto en los últimos años. Tuvimos una reunión de mercado y dijo que, si yo lo veía, adelante. Fue clave la confianza que tuvieron en mi tanto el presidente del Linares como el propio Alberto, porque no era un tipo de incorporación habitual en el club.

Fermín, a la izquierda, y Miguel de Hita, a la derecha, en la presentación del futbolistaLinares Deportivo

—La de interior no es una posición sencilla para un futbolista que arranca su primer año como sénior. 

—Él vino para jugar de mediapunta, pero al tener que adaptarse a un nuevo ritmo y a jugar con adultos, le costó encontrar su mejor momento. En la primera vuelta mete un solo gol… y en la segunda mete 11. Al principio de la temporada lo tirábamos a la banda izquierda, porque desde ahí tenía un campo de visión más amplio, con más capacidad para reconocer espacios sin sentirse tan encimado. Con el paso de las jornadas lo fuimos metiendo más por dentro y, ya con la confianza y el cambio físico, tenía más capacidad para recibir de espaldas y girar, para pisar área y ser más influyente en los números, no solo en la construcción de la jugada.

—Fue un proceso, vamos. 

—Eso es. Habitualmente esos jugadores que tienen que aparecer por dentro son los que están más marcados y reciben patadas cuando intentan girar son los que les cuesta más desarrollarse. En su día le pudo pasar a Fran Mérida, que en categorías inferiores era un referente. O Iago Falqué también, que acabó jugando tirado a banda. Esa transición al fútbol adulto para ese tipo de futbolistas es complicada, cuesta todo mucho más en todos los niveles. Ahí Fermín demostró que, a pesar de tener un físico que aparentaba ser frágil, había muchísima fuerza en su interior. La capacidad de me caigo y me levanto, de querer más… Lo valoro más por esa actitud y esa forma de ser que le hace morder y trabajar con y sin balón que por su calidad y talento innato. Lo primero es lo que le hace diferente, para mí.

—Usted hizo con Fermín lo que el Mirandés lleva años haciendo en Segunda División. 

—Para mí Chema Aragón es un referente y yo tengo una filosofía de trabajo similar. No me parece tan sencillo, sobre todo al principio, que es cuando no tienes ni medios ni, sobre todo, nombre. El jugador suele tener ofertas y él mismo elige, y hace años no eran sencillo que eligiesen al Mirandés. Ahora ya sí, claro. Y la valentía siempre está ahí, en todas las decisiones, y no es algo sencillo. 

—¿Que te dejen apostar por los mayores talentos del país porque estás es un club sin presión no es un regalo para un director deportivo? Por el Mirandés, digo.

—Raúl García de Haro, por ejemplo. Raúl hizo un muy buen año en Segunda B, por ejemplo, pero el primer año de Primera RFEF es muy discreto. Y ahí Chema fue valiente. Algo parecido pasó años atrás con Dani Vivian, central que ahora está en el Athetic. Hizo una 18/19 buenísima con el Bilbao Athletic, yo por ejemplo tenía informes muy positivos suyos de cara a un posible fichaje por el Real Oviedo, pero la 19/20 es mucho más floja. Chema lo ficha ahí para el Mirandés, apuesta por él y le dan hasta el brazalete de capitán, y míralo ahora. Al final esto va de entender los contextos de cada equipo y creo que Chema Aragón lo haría bien en cualquier lado.

—Pasemos a hablar de usted. ¿Cómo empezó en el mundo del fútbol?

—A mí siempre me gustó mucho el fútbol, desde pequeño. Pronto vi que para jugar no iba a valer [risas] y me centré en ver mucho fútbol. El internacional y el de categorías inferiores, siempre me encantó conocer a las futuras promesas en esos torneos de Sub-16, Sub-17 o Sub-19. Con 12 años cree una base de datos de jugadores que poco a poco fui alimentando, aunque ahora la tengo muy abandonada. Iba cogiendo informaciones, hacía memoria y me apuntaba todo lo que iba viendo. Todo muy precario y de dudosa calidad, porque al final era casi un niño. Recuerdo que seguí mucho a Michu ya estando en el Oviedo, en 2005 y por ahí, fíjate.

—Osasuna.

—Una vez terminado el instituto -vivió en Pamplona desde los 7 años-, tuve la oportunidad de mostrar lo que había acumulado en una reunión con el director de cantera de Osasuna. Le pregunté que qué podría hacer para ser ojeador, básicamente, porque no tenía ni idea. Justo me dijo que había una vacante y estuve a prueba unos meses como ojeador de categoría infantil. Gustó el trabajo que hice y me dieron continuidad, así empecé. Y hasta 2018 estuve, desde la 10/11.

—Allí conoció a Ángel Martín González.

—Claro. Ángel era el director deportivo de Osasuna entonces. Hablaban de fútbol europeo y ahí yo metía la cabeza, porque me encantaba. Empezamos a tener relación, yo era el niño del club porque tenía 19 o 20 años. Seguía haciendo mi trabajo en el fútbol base, pero siempre con un ojo en el futbol profesional.

—Y en el verano de 2018 llega al Real Oviedo. 

—En la 17/18 hubo muchos cambios en Osasuna y al primer equipo ya habían llegado Braulio y Cata, que siguen allí. Yo tenía 27 años y quería dar un salto o dedicarme a otra cosa, no quería seguir en el fútbol base. Fue cuando surgió la posibilidad del Oviedo. Ángel Martín estaba solo y necesitaba que le echaran una mano. Era un salario muy bajo y yo seguía viviendo en Pamplona, pero siempre le estaré muy agradecido porque me dio esa primera oportunidad de mostrarme en el fútbol profesional. 

—Podía decirse que era su secretario técnico. 

—Le eché una mano desde el verano a la hora de confeccionar la plantilla. Ángel llevaba todo en Oviedo y yo pues le ayudaba un poco. Siempre digo que me dieron más Ángel y el Oviedo a mí de lo que yo les di a ellos, básicamente porque en un año no puedes dejar ningún legado. Sí hubo jugadores que teníamos vistos y luego acabaron fichando, como Juanjo Nieto, al que fichó Michu. Precisamente, con Michu coincidí unos meses cuando Ángel se fue al Getafe y tengo un recuerdo maravilloso, es un tipo espectacular. Guardo trato con él todavía y este mismo verano el Burgos fichó a Sancris, que lo teníamos en el Linares la pasada temporada. Estuve muy cómodo con él.

—¿Cuándo empezó a trabajar en el Oviedo y cómo era su día a día?

—Desde el 1 de julio de 2018. Fui a Oviedo, Ángel me presentó al grupo de trabajo y me volví a Pamplona. Yo iba y venía, aunque durante el año mi trabajo era moverme por toda España. No estaba ni en Oviedo ni Pamplona, estaba por todos lados viendo fútbol. En el Tartiere sí vi el derbi que ganamos con goles de Ibra y Alanís, por ejemplo. En confección de plantilla y en las negociaciones Ángel tenía mucho peso. Luego había decisiones que estaban por encima suya, claro, pero en principio, dentro de ese escenario complejo con el Grupo Carso, Ángel no trabajó mal. Su forma de ser ayudaba a tener una cierta estabilidad.

—¿Qué recuerda de aquella confección de plantilla?

—A Javi Muñoz, por ejemplo, le costó el salto de un club como el Lorca al Real Oviedo, sobre todo anímicamente. Futbolísticamente estaba preparado de sobra, pero cuando perdió el sitio en el once se desenganchó un poco. Así son los procesos de los futbolistas, aunque el talento estaba ahí. Ángel mandaba y yo le daba mi opinión y aportaba mi granito de arena en forma de informe. La labor del segundo -o tercero, porque estaba Joaquín del Olmo- de a bordo tiene que ser discreta. Cuando salió el nombre de Yoel Bárcenas recuerdo que yo había visto todos los partidos de Panamá en el Mundial de 2018 y lo tenía fresco en la memoria. Lo tenía entre los nombres destacados y al surgir la oportunidad no dudamos, y creo que nos dio mucho rendimiento. Ibra fue un fichaje de Ángel, claro. No encontrábamos puntas y vino desde Rumanía, básicamente, porque estaba Ángel aquí.

—Una temporada más en la que el Oviedo se quedó a las puertas del playoff. 

—El partido ante el Córdoba, todavía con Anquela, fue el que nos desvirtuó el camino, porque estábamos cerca de ese playoff. Me queda la espinita esa de llegar al último partido de Liga ante Osasuna en El Sadar con más opciones y sobre todo, más convencimiento. Ellos se jugaban solamente el campeonato, ya habían ascendido, pero no nos lo creímos en ningún momento. Y en el fútbol, sin confianza…

—¿También trabajó con la cantera azul?

—Llevábamos el tema del Vetusta, sí. Recuerdo ver y ojear futbolistas que nos decían para el filial y Ángel delegaba en mí para ver mucha Segunda B y jugadores más jóvenes. De abajo para arriba, básicamente.

—¿Javi Hernández ya estaba fichado para el Vetusta cuando usted entra en el Oviedo?

—Sí, sí, ya estaba cerrado. Lo tenía visto de mi etapa en Osasuna y recuerdo que empecé aquella 18/19 con muchas ganas de verle, porque era un central/lateral zurdo que sacaba el balón parado. Es un caso similar al de Fermín, eh, porque en los últimos años del Madrid no era ni mucho menos titular indiscutible. Salió del Madrid a El Ejido yo creo que porque su carácter y demás no acababa de tener minutos. Desde el primer día que le vi los primeros amistosos con el Vetusta se veía que estaba a otro nivel.

—De aquel Vetusta muchos llegaron al primer equipo: Borja Sánchez, Lucas, Jimmy, Viti, Javi Mier...

—Ángel tenía mucha fe en ellos, eh. Esa generación ya iba con una inercia muy positiva desde el ascenso a Segunda B contra la Mutilvera. El bloque era buenísimo y después hicieron un muy buen año en Segunda B. Durante la 18/19 ya teníamos claro que les íbamos a dar la oportunidad en el primer equipo y luego llega Michu y pensó lo mismo, promocionaron muchos. También estaba Dani Sandoval, por ejemplo, que no llegó a debutar pero que iba enfocado al primer equipo. Disfrutaba mucho viendo jugar a aquella generación.

—¿Quién era el que más le gustaba?

—Borja Sánchez era el mejor, pero a mí me gustaba mucho Jimmy. Era muy humilde, su renovación fue facilísima por cómo era. En el césped, era bajito y tal pero daba un criterio al equipo tremendo y jugaba con mucha intensidad. Un futbolista callado, pero que cada entrenamiento crecía y mandaba un poco más. Y debutó a lo grande, jugando 90 minutos ante Dépor y Las Palmas de forma consecutiva. Es bonito que tanto él como Lucas y Viti sigan ahí, siempre tienes que tener gente así.

—Su etapa en el Oviedo solo duró aquella temporada. 

—Me quedé hasta final de temporada, incluso cuando Ángel se había marchado ya. Quería continuar, pero en ningún momento tuve una oferta de renovación. Para entonces, la situación en el club ya era un poco convulsa. Y ya vemos todos los cambios que hubo luego, claro. Mi trabajo era muy solitario y siempre digo que no viví la experiencia del Oviedo al 100%, ni mucho menos, pero me enamoré del club. La idea era continuar, pero al final el club estaba sufriendo muchos cambios y era un poco caos, así que no pudo ser. En el verano de 2019 acabé firmando por el Alavés.

—¿Y el Oviedo de ahora?

—Nunca he dejado de seguirlo. Siempre he dicho que club en el que trabajo, club que forma parte de mí para siempre. Al principio de la temporada sufrí, porque estaba costando mucho, pero sí que es verdad que la llegada de Carrión ha cambiado todo. El equipo va en la buena línea y a mí lo que me ilusiona es todo lo que viene por abajo.

—La cantera. 

—Álex Cardero, por ejemplo, que ya empezaba a destacar cuando estábamos nosotros allí. Yayo, que me parece buenísimo. Charbel tiene potencial, Mario Sesé me parece un perfil muy interesante, me gusta. Y los de más abajo, claro, que son insultantemente jóvenes y siendo del 2005 y 2006 ya están instalados en el Vetusta. De unos años para acá, El Requexón se está mostrando muy sólido a la hora de formar jugadores y de nutrir al primer equipo. Abel Bretones, el ejemplo de que el mercado asturiano lo tienes que dominar sí o sí.

—¿Qué opina de la política que se está llevando con el Vetusta y los juveniles?

—Me gusta porque se están acelerando los procesos de formación, pero con jugadores que están preparados, no acelerar por acelerar. Muchas veces pasa en los clubes que determinados jugadores, por el hecho de ser internacionales en categorías inferiores, los promocionan a lo loco cuando no están preparados. En el Oviedo se está siendo valiente y está saliendo bien. El salto a Segunda RFEF les hace crecer muchísimo y eso también te acerca a un posible salto al primer equipo. Todo esto genera una identidad dentro del club, los jugadores ven cerca el salto y eso hace que los jugadores prefieran el Oviedo a la hora de renovar o, mismamente, te da una posición de fuerza en el mercado de los jóvenes porque los chavales ven que en el Oviedo puedes llegar.

—Hay dos navarros en ese Vetusta.

—Aimar Collante y Xavi Sola, sí. Conozco a Aimar desde pequeño, conozco también a su familia y es un chico que insiste, insiste e insiste. Es el prototipo de futbolista navarro. Xavi, por ejemplo, es un perfil difícil de encontrar allí, porque apenas hay delanteros. Es completo y entiende bien el juego, a ver si le van bien las cosas aunque se le esté resistiendo el gol.

—Ahora en el Linares, antes en el Sabadell y en el Alavés. ¿Cómo se ve en un futuro?

—Ojalá pueda seguir creciendo con el Linares y en el mundo del fútbol en general, claro. Siempre digo que a mí me ha llegado todo muy pronto. Con 27 años estaba en el Real Oviedo y eso me parecía un sueño, y lo que ha venido después ha sido evolucionar e intentar ganarme la vida con esto. No ha sido fácil, ojo, durante la pandemia -antes de fichar por el Sabadell- estuve sin equipo y tenía que vender fruta por las noches para subsistir y volver a entrar al mundo del fútbol, básicamente. Me gustaría que mi carrera siguiese su curso, pero tampoco me impaciento, no quiero saltos grandes porque sí.

—Como con los jugadores, vaya.

—Eso es. Quiero estar cada vez mejor preparado y disfrutar del camino, mi idea es vivir de esto y disfrutar de diferentes experiencias. No todo es bonito, mi familia y mi pareja están en Pamplona y los veo pocos días durante el año, pero esta es mi pasión y cuando quieres algo hay que ir a por ello a muerte. Lo que venga, ahí estaremos para disfrutar trabajando

 


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