Jaime Arias: «Si puedes ayudar al jugador, da igual que tengas 20 años o 50»
Azul Carbayón
La Voz de Asturias entrevista al ovetense Jaime Arias, que ha pasado de los banquillos del Real Oviedo a formar parte del cuerpo técnico de Unai Emery en el Aston Villa
25 Jul 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Apurando las vacaciones, una semana antes de regresar a Birmingham para iniciar una nueva temporada, Jaime Arias (Oviedo, 1999) se sienta una hora con LA VOZ DE ASTURIAS para hablar de su incipiente carrera en los banquillos. Es su primera entrevista desde que en 2019 decidiese aceptar el reto de ser analista del primer equipo del Real Oviedo y comenzar una nueva etapa de su vida futbolística, así que toca hablar de muchas cosas. La lesión que le obligó a colgar las botas cuando todavía era un adolescente, su camino en el club de su vida, su visión de los procesos formativos en la cantera y aquella llamada de Unai Emery que le llevó al Villarreal primero y al Aston Villa después como asistente técnico.
—¿Cómo se lleva el haber pasado en un año del Oviedo juvenil a uno de los siete mejores equipos de la Premier?
—El cambio es enorme, evidentemente. El deporte sigue siendo el mismo, pero todo es muy diferente. Lo primero a nivel de profesionalidad y de medios: hay muchísima diferencia entre el fútbol inglés y el fútbol español. Luego ya diferencias evidentes entre estar en un juvenil con un cuerpo técnico de tres personas a estar en un primer equipo profesional con casi veinte personas trabajando.
—De tratar con adolescentes a tratar con profesionales.
—Los primeros están en su etapa de formación, los segundos son eso, jugadores profesionales que en la casi totalidad de los casos son gente mayor que yo. Ahí no sirve decirle algo, hay que convencerle. Conozco a una persona que siempre me dice: el jugador solo se hace una pregunta, ¿esta persona me puede ayudar o no? Si la respuesta es no, pasará de ti. Si la respuesta es sí, dará igual que tengas 20 años o 50, que seas rubio o moreno, el jugador se abrirá contigo.
—¿Imaginaba estar viviendo todo esto a los 24 años?
—No, no. Siempre me preguntan por ello, pero nunca supe qué quería estar haciendo a cinco años vista. Yo estoy preparado para todo. También tengo mi carrera por detrás -es graduado en Ingeniería de Telecomunicaciones- por si algún día se cae esto del fútbol y me tengo que dedicar a lo otro. Se fueron dando las cosas así, nada más. Nunca llegué a pensar, tampoco hace un año, que podría estar donde estoy.
—¿Desde dentro la Premier League es tan espectacular como parece?
—Sí. Por todo. Por el nivel de los equipos, lo primero. Es una liga muy competitiva y cada partido tiene ida y vuelta, ocasiones claras de gol, jugadores importantes que te pueden hacer daño… Allí les obligan a invertir dinero en ciudades deportivas y las instalaciones son mucho más completas que las de aquí. Y el ambiente, claro. Cómo animan, cómo transmiten, cómo lo viven…
—¿Qué le ha llamado más la atención?
—Que nuestro estadio se llene todos los días, todos. Sea el rival que sea. Eso en España no pasa en ningún lado y allí es casi la norma.
—¿Cuál es su labor en el cuerpo técnico del Aston Villa?
—Principalmente estoy con el trabajo individual del jugador. Rodri (exentrenador de Nàstic o Extremadura) es el que dirige ese departamento, por así decirlo, y yo hago de soporte. Esa, la de individualizar el trabajo, era una idea que tenía para desarrollar en el Real Oviedo y que creo que es fundamental para cualquier cantera. Si ya hemos visto que un jugador de 30 años mejora con un trabajo individual, imagina uno de 17.
—¿Y cuál es su método de trabajo?
—Hacemos análisis individuales de cada jugador y ver cuáles son sus puntos de mejora y refuerzo. Y, sobre todo, adaptarlo al modelo de juego que quiere el entrenador. A un jugador de 30 años no le vas a enseñar a jugar al fútbol, pero sí le vas a ayudar a comprender el contexto que va a trabajar y diseñar el entrenador. Hay que convencerle, ahí está el secreto. Lo que nosotros hacemos es coger el último partido y realizar ese análisis individual de cada jugador. Nos reunimos con ellos de forma individual y les ponemos los cortes de sus acciones. Luego ya hacemos un trabajo de campo sobre tareas de mejora y de nuevas situaciones de juego para que lleguen preparados al trabajo colectivo que plantea Unai con el resto de los técnicos. Nosotros nos enfocamos más a lo específico, a los detalles.
—¿Y al rival lo estudian?
—También, el analista nos pasa informes del rival y nosotros le damos a nuestro jugador información sobre ellos. Cómo podemos defenderlo, cómo podemos atacarlo… Es un trabajo muy transversal, eso es lo bonito de este cuerpo técnico. Hay diferentes funciones, pero todo va enfocado a lo colectivo.
—¿Cuántas horas al día, más o menos?
—Solemos llegar a las 7-7:30 de la mañana y tenemos días de quedarnos hasta las 22:30 horas, aunque la hora media de salida serán las 20:30 o así. Para mí el éxito de Unai Emery es su trabajo: el volumen de trabajo y el nivel de detalle que es capaz de aportar al jugador. Es capaz de mantener ese nivel de minuciosidad durante toda una temporada.
—¿El idioma ha sido un problema?
—Sabía inglés antes de ir para allá, lo había estudiado, pero no había sacado ninguna titulación, algo de lo que me arrepiento. Eso sí, he mejorado más mi inglés en estos seis meses que en diez años estudiando en España. Empiezo pensando en español, lo traduzco al inglés y se lo comunico al jugador. El proceso, poco a poco, te va llevando a pensar directamente en inglés, te sale solo y la relación con el jugador fluye más. También es verdad que hay jugadores de muchísimas nacionalidades y el futbolista es cada vez más comprensivo con la persona que no habla en su idioma nativo. Si eres capaz de transmitir la idea principal de lo que quieres, te comprenden.
—Desde que llegaron en enero, el Aston Villa pasó de luchar por la permanencia a entrar en Europa.
—La verdad es que el cambio fue espectacular. El primer objetivo era escapar de la zona de abajo y cuando vimos que lo cumplíamos el objetivo pasó a ser entrar en el top-10. En el mes de abril jugamos siete partidos y empezamos a ganar, ganar y ganar, ahí nos dimos cuenta de que podíamos entrar en Europa. Llegamos a la última jornada dependiendo de nosotros mismos y, tras empatar en Anfield ante el Liverpool unos días antes, ganamos al Brighton y nos metimos en Conference.
—Desde hace años, la Premier es la liga de los grandes entrenadores.
—Te enriquece muchísimo. La competición te obliga a estudiar a todos estos grandes entrenadores, empaparte de su forma de entrenar e intentar ganarles. Es un proceso de mejora continua. Mejoras trabajando con tu equipo y mejoras viendo al resto, aprendes cada semana porque te enfrentas a los mejores.
—¿Con cuál se queda?
—El que más ha sorprendido a todos es el Brighton de De Zerbi. Ya lo conocía cuando estaba en España, pero allí lo hemos estudiado más a fondo. Plantea una estructura nueva, con mucha gente por dentro, sin punta y dos jugadores por fuera. El equipo juega como si estuviese entrenando, sin ningún tipo de miedo. Te hacen una salida de balón espectacular, te van cambiando la estructura según avanzan, te juntan jugadores en su propia área, atraen al rival y te atacan rápido por fuera. Y luego tiene mucho mérito porque lo han hecho con un equipo muy joven y revalorizando a los que ya tenían.
—Y ahora, Monchi.
—El objetivo es seguir siendo competitivo, hacer la mejor plantilla posible y seguir compitiendo como estamos haciendo. Hay que seguir mejorando, luego el resultado es la consecuencia de ese trabajo y esa estructura que se está montando con las últimas incorporaciones.
—Este viaje empezó en junio de 2022, cuando apareció el Villarreal.
—Allá por noviembre o diciembre de 2021 tenía claro que iba a salir del Oviedo, pero no tenía destino ni ninguna oferta de nada. No sabía si iba a seguir en el fútbol o iba a dedicarme a la ingeniería, aunque me tiraba más lo primero. Mi intención era entrar en alguna cantera, no tenía en mente incorporarme en un cuerpo técnico. Y no pude tomar mejor decisión. Quería enriquecerme de otra gente, de otro entorno y ver cosas nuevas.
—¿Cómo recuerda la llamada de Unai Emery?
—Surgió la posibilidad del Villarreal porque Unai tiene que incorporar a alguien a su equipo tras la salida de Imanol Idiákez al Leganés. Mi padre había jugado con él y nos conocíamos desde hace tiempo, le cuadraba mi perfil y surge la oportunidad. Me llamó, me dijo que lo pensase y en la misma llamada le dije que no tenía nada que pensar, que me iba con él.
—¿Cómo fue esa primera toma de contacto?
—El primer día llegas, ves las instalaciones que tiene el Villarreal y el contenido que se trata en las reuniones y ya ves que eso es otro nivel. No soy mucho de hacerme expectativas, pero no me esperaba tanto nivel de todo.
—¿Le costó adaptarse a ese nuevo ritmo de trabajo?
—A ver, Oviedo era otro nivel y no estaba a jornada completa, pero siempre trabajé mucho. Al llegar tampoco me costó tanto, estaba encantado de empezar y ver ese ritmo tan alto. Acababa el día y tenía ganas de que empezara el siguiente, lo cogí con muchas ganas.
—Dani Parejo, Pepe Reina, Albiol, Gerard Moreno… y usted, un chaval de 23 años.
—Me acogieron muy bien. Creo que es muy importante ir desde el respeto, no ir de crecido porque ellos te detectan rápido qué persona eres. Llegué con mis 23 años, fui respetuoso y me centré en mis funciones, haciendo lo que me tocaba y no más de lo que podía. Era un grupo espectacular. En las primeras semanas me dediqué mucho a observar y analizar, para ir conociendo los comportamientos porque el cambio era muy grande. Me pusieron muchas facilidades, empezando por Unai y su cuerpo técnico.
—¿Emery le aconsejó sobre cómo relacionarse con el vestuario?
—Unai me dijo que confiaba en mí, que le daba igual que tuviese 22 años. Evidentemente, a un vestuario profesional le choca que entre una persona de esa edad, pero me dijo que estuviese tranquilo y que poco a poco iría notando el aprendizaje. Para llegar al futbolista, primero tienes que llegar a la persona. Tratándole con respeto, porque al final esto es una relación profesional. Vas, haces tu trabajo, tratas con respeto a la persona porque lo merece y tratas de comportarte de la forma más profesional posible.
—No tanta gente sabe que usted fue canterano del Real Oviedo.
—Jugaba en el Loyola y cuando pasaba a segundo año benjamín fui en verano al campus del Oviedo. No quería ir al campus, eh, pero al final fui. Hice las pruebas para entrar y al final me quedé. Primero me entrenó Jonathan, del que guardo muy buen recuerdo. Pasamos a alevines y salí capitán en la votación, algo que no esperaba porque solo llevaba un año allí.
—Generación del 99.
—Los hermanos Mier, Buru, Iván Conceiçao, Eloy Ordóñez, Álex… éramos un buen equipo, aunque contra el Sporting perdimos más de lo que ganamos. En alevines me entrenó Gabri Piquero y Marcos Martínez, ahora amigos míos y dos personas a los que les estoy muy agradecido. En infantiles nos entrenó José Vicente y en el cadete B Filipescu.
—La lesión.
—En mi segundo año infantil entrenábamos en el sintético de El Requexón y empecé a notar problemas de rodilla, en el tendón rotuliano. No dije nada, supuse que eran cosas del crecimiento. Pasé mi primer año cadete y ya en el segundo, cuando me entrenaba Álex Rodríguez, exentrenador del Femenino y del que aprendí mucho, jugué solo dos partidos. Y al año siguiente ya no jugué nada.
—¿Cómo lo gestionó?
—Me comía mucho la cabeza, me agobiaba ver entrenar a mis compañeros mientras yo no podía. Por otro lado, bajaba mucho a El Requexón a ver partidos, sobre todo a los juveniles. Me ponía detrás de los banquillos y escuchaba a Roberto Robles, por ejemplo. Hablaba mucho con los entrenadores, aunque tampoco me interesaba mucho lo de entrenar. Después le pedí una reunión a Robles, que de aquella era el coordinador y ahora todavía es amigo, y le dije que no quería seguir jugando, que no me encontraba bien. Él me dio la posibilidad de ayudar en un alevín y le dije que sí, pero tampoco con una expectativa muy grande.
—No suena muy bien todo aquello…
—Lo pasé mal, sí. Me operaron, pensábamos que había salido bien pero luego volvieron las molestias, me pincharon para el tema del crecimiento… Fue un proceso complicado, sí. Conseguía aislarme un poco para que no me afectara en el colegio, por ejemplo, pero había épocas en las que lloraba mucho y estaba de muy mal humor.
—Volvamos al comienzo de su carrera en los banquillos.
—En el alevín B estuve con Nacho del Busto, que de aquella era coordinador de fútbol sala también. Me acogió bien, pasó un mes y vi que eso me gustaba. Hablando con Robles surge la posibilidad de hacer el nivel 1 de entrenador mientras ayudaba en el alevín. Para un chaval de 17 años empezar en este mundillo entrenando al Oviedo no es normal, era una oportunidad tremenda. Tuve suerte y lo reconozco. Surgió, me gustó y tras un cambio en la dirección de cantera paso de ayudante en el alevín A al infantil A, con Javi Cordero. Mi primer año en fútbol 11 y con la generación de 2004, los Yayo, Osky, Charbel, Mariete, etc…
—Y de ahí a su primera vez como entrenador principal, ¿no?
—En ese año de ayudante con Javi Cordero fui a muchos entrenamientos del División de Honor y saqué muchas cosas de Álex Rodríguez. En verano me dieron la oportunidad de entrenar al infantil B, temporada 18/19. Era el primer año en fútbol 11 de esos guajes (generación de 2006) y me hacía mucha ilusión ayudarles con ello. Tengo un recuerdo buenísimo, era un gran grupo y mejoraron mucho, lo pasábamos bien jugando.
—Al acabar esta temporada, salió del Real Oviedo y después regresó.
—Sí, la 19/20 no la empiezo en el club. No podía entrenar, porque tenía clases por las tardes y terminar la ingeniería era primordial para mí. El plan inicial era estar en la secretaría técnica con Michu, también pasó con Jaime Álvarez, pero desde el club no le dejaron incorporar a gente. Y me quedé fuera.
—¿Cómo vuelve?
—Cesaron a Egea en el primer equipo, Javi Rozada subió y Emilio Cañedo pasó del juvenil A al Vetusta. Fue Cañedo el que me llamó y me ofreció la posibilidad de trabajar con él de analista. A mí no me convencía, porque me gustaba el trabajo de campo, pero dije que sí. ‘Cañe’, de alguna manera, es el que me recupera y se acaba convirtiendo en una persona muy importante de todo este proceso.
—Del filial al primer equipo.
—Un día me llamó Lalo Rergis, me reuní con ellos en el Tartiere y me ofrecieron ser analista del primer equipo con Rozada. No lo dudé, pero me daba respeto. Al fin y al cabo, el Oviedo es mi club, el de mi ciudad y eso ya era el primer equipo. El primer partido fue ante Las Palmas, allí, vi a Pedri calentar y dije «joer, este es bueno». Y así empezó todo.
—¿Qué tal con el vestuario?
—Tuve mucha relación con Marco Sangalli, una persona espectacular a la que le gustaba mucho el fútbol y que entendía el juego.
—Y llegó el Cuco Ziganda.
—Se reunió con los que quedábamos del cuerpo técnico anterior y nos dijo que no nos conocía de nada, pero que si estábamos ahí era porque éramos buenos. Y que confiaba en nosotros. Ahí te das cuenta de la persona que es. Trabajamos dos semanas y llegó el confinamiento. Esos meses lo aprovechamos para conocernos mucho, saber cuál era su método de trabajo y conocernos también personalmente. Hice muchísima relación con él y con Bingen Arostegi, pero llegó la 20/21 y yo quería entrenar, tenía claro que no me quería encasillar como analista.
—Francesc Arnau le dio el juvenil B.
—Con la generación de 2004, sí. Una temporada rara, por el coronavirus, la reestructuración de la categoría y los problemas para entrenar. Tengo un gran recuerdo de aquel curso, la cosa ya se iba poniendo seria. El objetivo era que el año siguiente el mayor número de jugadores estuviese en División de Honor, y así fue. Ganar la Liga, que lo hicimos, era secundario. Conseguimos lo primero e incluso acabamos jugando con muchos cadetes, algo de lo que estamos orgullosos.
—¿En qué se centraba?
—Al primer equipo van a llegar cuatro, tres, dos o un jugador, no van a llegar veinte. Al jugador tienes que mejorarlo y, muchas veces, los entrenadores de cantera nos empeñamos en trabajar lo colectivo y nos olvidamos del proceso individual de cada futbolista. Ese es el objetivo, que el trabajo mejore, no jugar muy bien en 4-3-3 o que nuestro equipo sea una máquina en la presión. Eso también, pero siempre potenciando al individuo.
—Llegamos a la 21/22, su última en el Oviedo. Juvenil A.
—Fuimos ajustando con el paso de las semanas, buscando piezas para ir combinando ese proceso de mejora del jugador con la parte competitiva que te exige la División de Honor.
—Esa generación del 2004 ahora está asentada en el Vetusta.
—Se veía desde siempre la calidad que tenían, pero también dependía del proyecto de club. Puedes tener todo el talento del mundo, pero si no existe esa persona que te dé el empujón y tenga paciencia, complicado. Y en el Oviedo está habiendo ese tipo de gente. El cambio ha sido grande. Con menos medios que tienen otras canteras profesionales, pero con sí teniendo claro el proyecto de promocionar a los jugadores. Es lo que tiene que hacer una cantera.
—¿Le ha sorprendido el nivel del Vetusta de Jaime Álvarez?
—Le sorprendió a todo el mundo. Esa 21/22, por circunstancias, no estuve tan centrado en el filial, algo que si pudiese tirar para atrás lo cambiaría. El trabajo de Jaime y su cuerpo técnico es espectacular: confiar en los chavales, darles el empujón y saber darles confianza en los momentos malos. Los jugadores también están respondiendo y darle la vuelta a ese tramo de temporada en el que costó mucho ganar es igual o más importante que todas las victorias conseguidas. Me alegro mucho por ellos.
—Se habla mucho de acortar plazos y preparar a los jugadores para el profesionalismo. ¿Cómo se hace eso?
—Necesitas tener una filosofía y una idea de club clara. Formar a los jugadores en los contextos que luego se van a encontrar en el fútbol profesional y exigir mucho en el trabajo diario. Para eso debes tener a personas específicas cuyo trabajo sea ese, mejorar al jugador. Si tienes medios, pero esto ya es más difícil, puedes hasta crear un departamento, ir definiendo comportamientos y establecer una periodización.
—Yayo, el primero de esa generación en debutar arriba.
—Es un ‘todocentrocampista’. Es muy inteligente, a esa parte posicional le está sumando registros. Estos dos años en Tercera y Segunda RFEF le ha dado muchísimo, le ha servido para ahora entrenar con el primer equipo. Es más agresivo y poco a poco será más dañino y jugará cada vez más hacia adelante. Es muy inteligente, así que partiendo de ahí…
—¿Le falta físico para dar el salto al primer equipo?
—Se habla mucho del fútbol físico, sí, pero habría que definir qué es el físico. Puedes ser muy fuerte y también lento de movimientos, algo que te impide llegar a las ayudas si eres pivote. Tienes que definir lo que es tener buen físico para según qué jugador, eso es lo importante. Un extremo físico puede ser un jugador con un gran tren inferior y capaz de encarar cinco veces seguidas a máxima intensidad. O un delantero que sea capaz de repetir esfuerzos presionando arriba. ¿Qué a Yayo igual le falta ganar masa muscular para ser más fuerte en el choque o para tener más desplazamiento? Pues seguramente, pero hay que matizar bien eso del físico.
—No fue la 22/23 una temporada fácil para Mario Fuente.
—El cambio de División de Honor a Segunda RFEF es enorme, básicamente por el perfil de centrales al que te enfrentas. Para él es una situación nueva, porque estaba acostumbrado a jugar todos los minutos y meter 30 goles. Esta pasada temporada le ha tocado vivir una situación que es habitual en el fútbol profesional, nadie se va a fijar en lo que has hecho, lo que importa es el rendimiento actual. A Mario le tiene que servir para aprender y fijarse en muchas cosas que tiene que mejorar, pero tiene ese instinto de área que debe tener un delantero. Se anticipa a la perfección y define con las dos piernas, ahora tiene que mejorar esos otros registros y no dejarse ir, sobreponerse a las adversidades.
—Otro nombre propio, Marco Esteban. Ahora juvenil y asentado en el Vetusta.
—Estábamos en el infantil B, tenía 12 años y parecía un paisano de 30. En muchos aspectos me hacía sentirme reflejado en él, la verdad. Que haya debutado a esta edad, al margen de que tenga todas las cualidades, significa que hay en el club una persona que no le tiembla el pulso y diga «este a jugar». Y tener paciencia con él porque sé que en un futuro me va a dar un rendimiento mucho mayor al actual. Que un jugador de 2006 se haya instalado en una categoría como la Segunda RFEF es tremendo.
—La última, obligada. ¿En un futuro se ve volviendo al Real Oviedo?
—El Oviedo es mi club, pero sí que es verdad que viví un momento en el que yo necesitaba salir y conocer cosas nuevas. Siempre le desearé todo lo mejor y en el futuro… nunca se sabe.