Yayo: «Entrenar todos los días con el primer equipo es algo inexplicable»
Azul Carbayón
La Voz de Asturias entrevista al mediocentro del Real Oviedo, a las órdenes de Álvaro Cervera desde hace meses y uno de los grandes talentos de El Requexón
30 May 2023. Actualizado a las 11:19 h.
Sin nada en juego más allá de la séptima o la octava plaza, la última jornada que el Real Oviedo disputó el sábado ante el Levante dejó una buena noticia para El Requexón. Una más tras una temporada fantástica en la cantera oviedista. Después de debutar en Copa el curso pasado y en Liga hace unas semanas, Pelayo González Rey, Yayo (Oviedo, 2004), fue titular por primera vez en Liga. A punto de cumplirse 12 años desde su llegada al club azul, La Voz de Asturias entrevista a uno de los grandes talentos de la cantera del Real Oviedo.
—Empecemos por lo más inmediato. ¿Se esperaba la titularidad del sábado?
—Algo me podía oler, la verdad, pero no lo tenía nada claro. Mi cabeza tiraba más para el no que para el sí.
—¿Cómo se enteró?
—En el estadio mismo. El sábado, el míster dio la alineación nada mas entrar al vestuario. Suele darla una hora antes, pero esta vez fue hora y media. Empezó a escribirla en la pizarra y cuando escribió el nombre de Camarasa pensé “bueno, me queda una bala”. Y después puso Yayo, claro. Ahí empezaron los sudores, aunque pensé que iba a estar algo más nervioso y no.
—¿Qué le dijeron los compañeros?
—Que jugase los primeros balones fácil para ganar confianza y no liarme mucho, que el peso de la posesión lo debía llevar Camarasa y yo ayudarle. No tuvimos mucho el balón, pero en defensa estuvimos bastante sólidos.
—Una pena la remontada del Levante.
—La verdad es que quedé flipado con la gente que tenía arriba el Levante, creo que nunca me enfrenté a delanteros tan fuertes y grandes. Y lo aprovecharon para marcar los dos goles de la misma forma.
—Retrocedamos en el tiempo. ¿Se acuerda de su primer día en el Real Oviedo?
—Me acuerdo perfectamente. No quería venir al Oviedo, no quería. Quería quedarme en el Vallobín, con mis amigos. Tenía 8 años. El primer entrenamiento lo hicimos en una pista de La Corredoria y acabé llorando, no quería volver. Al final, por suerte, mis padres me convencieron.
—Se lleva hablando de la generación de 2004 desde que eran benjamines.
—Creo que no fuimos conscientes hasta hace dos años, la verdad, cuando ya éramos juveniles. Una vez que estás en el filial y ya das ese paso pues la gente o la prensa te van desbloqueando recuerdos de años anteriores.
—En la actualidad, 11 de aquella generación siguen en el club: 7 en el filial y 4 en el juvenil.
—Desde que nos juntamos en benjamines/alevines siempre hubo un grupo increíble, también entre los padres. Y lo ganábamos casi todo, claro. Perdíamos muy pocos partidos, aunque se nos escapó la liga de alevines, por ejemplo. No había guerras entre nosotros, siempre fuimos un grupo de amigos.
—Y el primero en debutar arriba ha sido usted.
—Hablé con ellos. Todos queríamos llegar y tuve la suerte de ser el primero, igual la semana o la temporada que viene le toca a otro. Ojalá.
—En su primer año juvenil acabó la temporada en el División de Honor, que se jugaba la salvación. ¿Cómo lo recuerda?
—Estábamos toda la generación de 2004, salvo Borja y Nico, en el Liga Nacional, nos entrenaba Jaime Arias -ahora ayudante de Unai Emery en el Aston Villa-. El División de Honor no iba bien y el primero en subir fue Charbel, recuerdo. Y yo luego jugué los últimos siete partidos. Iba bastante nervioso a cada encuentro, pero incluso metí dos goles, algo rarísimo en mí [risas]. Seguramente ese fue el primer pasito de cara a todo lo que está pasando ahora, fueron siete partidos muy buenos y me dio un empujón para hacer la pretemporada con el Vetusta.
—De jugar en Liga Nacional pasó a ser indiscutible en el Vetusta que quedó campeón de Tercera.
—Cuando en el verano de 2021 me plantearon si quería quedarme toda la temporada con el Vetusta dije que no, tanto a Jaime como a mi padre. No me veía preparado para jugar en una categoría que casi no conocía y repleta de rivales fuertes y mucho más mayores. No quería. No sé qué me pasó ese mismo día que dije que no que, comiendo con mi padre, hablé con él y esa misma tarde llamé a Jaime para decirle que me quería quedar en el filial. Y salió genial, la verdad.
—Hábleme de Jaime Álvarez.
—Sabía quién era del Covadonga, llegó a entrenar un año a mi hermano. No lo conocía personalmente y ha sido una sorpresa en todos los aspectos. Tengo una relación muy buena con él, me cuidó desde el primer momento y me dio la confianza que necesitaba.
—¿Cómo se explican estas dos temporadas del Vetusta?
—Todo el mérito es de Jaime, es un entrenador de los que no hay. Así te lo digo. Tira por la cantera, apuesta por el que cree, le da igual todo lo demás. Teniendo esa confianza del míster, tienes mucho ganado.
—¿Se imaginaban que el proyecto del filial iba a lograr esto en dos temporadas?
—No, evidentemente. Ya la temporada pasada en Tercera el objetivo era salvarnos sin problemas y mejorar cada día. Nos metimos arriba desde el principio, pasaron las jornadas y cuando nos dimos cuenta estábamos ascendiendo en el Carlos Tartiere. Un equipo con chavales del 2004, del 2003… como mucho del 2000. Fue increíble.
—El final de la temporada pasada fue durísimo, dentro y fuera del campo.
—Toda la temporada fue un proceso, pero en ese último mes y medio maduré lo que no había madurado en dos años. Las cosas se pusieron difíciles y viví lo que ya era el fútbol real de verdad, eso en el fútbol base no existe.
—¿Y lo de esta 22/23 en Segunda RFEF?
—Esta temporada veíamos que jugábamos bien, que competíamos y que perdíamos los partidos por pequeños detalles. Con trabajo, trabajo y trabajo fueron llegando los resultados y casi luchamos por subir. Y eso, de nuevo, es obra de Jaime. Nunca cambió su forma de dirigir al equipo, siguió apostando por lo que creía y dándole igual el DNI. Mira a Marco Esteban, un central del 2006 que es buenísimo, pero hay que ponerle. Y Jaime los pone.
—Usted ya había debutado con el primer equipo en 2021. ¿Cómo lo vivió?
—Ziganda habló conmigo el día que estábamos viajando a Mallorca (partido de Copa vs Andratx). En el aeropuerto me preguntó que si quería jugar de titular y yo me quedé flipando. Le dije que por querer claro que quería, pero que ya era decisión suya. Y ya me lo dijo en ese momento. Desde ese momento hasta el partido pues imagina: nervios increíbles, vueltas a la cabeza y demás.
—Fue titular, dio una asistencia y le cambiaron al descanso.
—Leí mil cosas por ahí, pero vamos, no me molestó en absoluto. Yo estaba feliz, acababa de debutar como titular en el club de mi vida y estaba muy agradecido al Cuco. Conmigo se portó muy bien, hablaba conmigo en los entrenamientos y fue muy cercano.
—Volvamos al presente. ¿Ya se acostumbró a cambiarse por las mañanas e ir con el primer equipo?
—Quieras o no, lo vas asimilando. Todo es acostumbrarse, no queda otra. Aunque no lo sea todavía, tengo que tomarme esto como si fuese mi profesión, es la única forma de conseguir que lo sea en un futuro.
—¿Qué implica llevar más de dos meses en dinámica del primer equipo?
—Un plus de profesionalidad, seguramente. Antes llegaba al vestuario, me cambiaba e igual estaba un poco con el móvil. Ahora llego al vestuario, me cambio y me voy al gimnasio. Una vez en el campo el plus de intensidad también está ahí, vas fuerte a todos los balones, sin excepción. Hay que dar un plus más en todos los aspectos, no queda otra.
—¿Le ha cambiado el día a día?
—Lo que dije antes, intentas dar un plus dentro del campo y también un plus fuera. Te intentas cortar en ciertos momentos [risas]. Tus amigos igual van a tomar algo y me toca quedar en casa, así va esto. Al salir en la tele y en la prensa todos los días pues me van conociendo más, sí. Yo estoy muy agradecido, pero me da muchísima vergüenza. La firma para los autógrafos la tengo más que cogida, al menos.
—¿El vestuario impone? ¿Existe ese respeto a los veteranos?
—La temporada pasada tuve la suerte de entrenar bastantes veces a las órdenes de Ziganda y ahí había alguien que me metió mucha caña: Christian Fernández. Y ahora se lo agradezco, porque ese el respeto que hay que tener a los jugadores profesionales.
—¿Le metía caña?
—Muchísima. Era una caña buena, eh, porque me decía que era lo que me iba a encontrar en un futuro. Hay que respetar y hacer caso en la medida de lo que se pueda, porque han vivido mucho más que tú y saben cómo funciona este mundillo del fútbol.
—¿Un ovetense y oviedista como usted vive todo esto de una forma diferente?
—Con más nervios no, quizás sí con más orgullo. Soy de Oviedo y del Oviedo, llevo toda la vida en el club y tener la oportunidad de empezar a entrenar todos los días con ellos es algo inexplicable. La sensación de orgullo seguramente sea mayor que la que pueda tener alguien que viene de fuera. Crecer en el Oviedo y llegar al último paso… pues imagínate.
—¿Facilita la adaptación el hecho de que haya muchos canteranos asentados en el primer equipo?
—Nos ayudan mucho, sí. Nos cuidan y también nos meten caña en ciertas ocasiones, pero es algo normal. Ya no solo importa que estén cinco o seis instalados, es que tienen un rol importante en el equipo y en el vestuario.
—¿Quién le ha sorprendido más en estos meses?
—A nivel personal, Sergi Enrich. Es una persona increíble. Con nosotros los chavales, desde el primer día nos saludó, nos daba la mano y nos dijo que cualquier cosa que necesitáramos él estaba ahí. Y en el campo te ayuda muchísimo, te corrige y te anima al mismo tiempo. Me sorprendió muchísimo que un tío con su trayectoria en Primera fuese así.
—¿Qué referentes tenía en el primer equipo cuando era más pequeño?
—Siempre me gustó Sergio Tejera. Una pena que no esté aquí ahora, la verdad, me hubiese encantado entrenar con él. Me gustaba muchísimo. Es más, si algún día meto gol en el Tartiere o donde sea tengo claro que en la celebración haré la gallina de Tejera.
—Álvaro Cervera. ¿Impone?
—Sí, mucho. Es muy intenso en los entrenamientos y eso, acompañado del historial que tenía al llegar, pues imponía. Iba hasta nervioso a entrenar, ahora ya menos.
—¿Qué le pide a un mediocentro como usted?
—Siempre te exige que estés bien colocado, que no te desperdigues por ahí. Con balón tienes que hacerlo fácil, nada de cincuenta toques. Buscar las bandas o asegurar el primer pase, poco más.
—Luismi y Jimmy son los mediocentros posicionales del Real Oviedo.
—En el día a día son mejores todavía que cuando los veía desde la grada. Me sorprendió verlos ir al 100% a todas las acciones y el ritmo que tienen. Cuando estás dentro del campo con ellos todo es mucho más complicado. Siempre me fijé en ambos, son dos jugadorazos y me han impresionado.
—Debutó en Copa en 2021, pero el debut en Liga llegó hace 20 días. ¿Cómo vivió aquel Oviedo-Zaragoza?
—No lo esperaba, la verdad. Al final si vas convocado pues tienes que estar preparado, pero es que en los partidos anteriores que entré en la lista tampoco calenté muchas veces. Ese día fui a la banda, volví al banquillo y a los cinco minutos me dijo el míster «calienta fuerte cinco minutos que vas a salir».
—¿Y qué pensó?
—Ahí ya la cabeza se vuelve loca. Me empecé a poner nervioso y me sudaban las manos. Poco a poco me fui tranquilizando y ya cuando salté al campo estaba más o menos bien. En el césped te olvidas de la gente y solo piensas en el partido.
—A lo tonto, participó en el gol de Masca que dio la victoria.
—Pf… La verdad es que fue el debut perfecto. En el Tartiere, con victoria y celebrando un gol con los Symmachiarii. Increíble. Ya tras el partido respiré hondo, me quité la espinita del debut y fui a la grada a ver a mis padres, a mi hermano y a los amigos que tenía por ahí.
—Renovó hace meses hasta 2026. ¿Qué espera del futuro?
—Lo que me queda es seguir trabajando y perseguir mi sueño: asentarme en el primer equipo del Real Oviedo. Eso solo se consigue con trabajo, cabeza fría y algo de suerte.