La Voz de Asturias

La Pizarra: El poso del Oviedo

Azul Carbayón

Pablo Fernández Oviedo
Ziganda, durante el Zaragoza-Oviedo

Analizamos en cinco claves la victoria del conjunto carbayón ante el Real Zaragoza

16 Nov 2020. Actualizado a las 12:58 h.

Al Real Oviedo le está saliendo la barba. Las victorias dan confianza y con la confianza, el buen trabajo que ya se estaba realizando cuando no había tantos triunfos reluce de una manera mucho más potente. El de Ziganda es un equipo que, con el paso de las jornadas, cada vez hace más cosas sobre el rectángulo del juego. Y casi todas buenas. En La Romareda, los azules dominaron en sus momentos álgidos y, salvo un pequeño tramo del segundo tiempo, se defendió con soltura cuando el manejo del balón ya no era tan lúcido. En construcción, sí, pero ya son un buen equipo de fútbol.

Eguaras y dos rombos

El Real Zaragoza estrenaba entrenador y José Ángel Ziganda no se fiaba. Así que fue a lo seguro. Iván Martínez recurrió al rombo en el centro del campo, ese esquema que en los últimos años se ha asentado en La Romareda como la autopista al paraíso, y el técnico del Real Oviedo tenía claro que Íñigo Eguaras era la pieza clave de dicho engranaje. Cuco no dudó y, si el Zaragoza atacaba en rombo, su equipo defendería en rombo. Y así fue.

Mientras que Leschuk y Nahuel dejaban libres a los centrales, orientándolos hacia fuera y tapando el pase a Eguaras, el centro del campo azul esperaba. Tejera, atento al mediocentro navarro, estaba listo para saltar a la presión. Por detrás, Sangalli y Borja se cerraban, mientras que Edgar esperaba como último hombre del rombo. El camino estaba cerrado para el juego interior del Zaragoza, siendo Bermejo el gran perjudicado. 

Presión del Oviedo en rombo: 1-Tejera con Eguaras. 2-Borja Sánchez. 3-Sangalli. 4-Edgar

Los carriles del Zaragoza y el papel de Carlos y Christian

Capada el arma principal del Zaragoza, los maños estuvieron obligados a buscar otro plan. Tejero y Chavarría, los laterales, eran profundos y esperaban el balón a la altura de los interiores, pero el Oviedo estaba encantado con ello. A sabiendas del potencial defensivo de los azules en los centros laterales, Ziganda dejaba los carriles libres y se preocupaba de tapar dentro. Los pocos centros que sacaron los laterales locales los desvió Carlos Hernández o, directamente, murieron en manos de Femenías.

Agotadas dos vías de ataque, Juan Narváez era la solución maña. El colombiano, una de las pocas buenas noticias del Zaragoza en estas primeras jornadas, veía la luz cuando el Real Oviedo perdía el balón. Era ahí cuando Eguaras tenía los dos segundos que necesitaba para, aprovechando el espacio dejado por Juanjo Nieto, filtrar un balón al espacio que Narváez hacía bueno. No pasó demasiado, pero era un aviso. Cuando el '7' del Zaragoza no podía atacar la profundidad, solo le quedaba imitar al Toro Fernández y bajar a recibir al centro del campo, momento en el que Carlos y Christian, contundentes en los duelos, no les dejaban girar. 

El crecimiento carbayón con balón

Mientras tanto, el Oviedo estaba tranquilo. Ya no solo defendiendo, también con balón. Los azules presumían de poso ofensivo y, desde la primera línea, tenían paciencia para iniciar con centrales, esperar la llegada de Edgar y llevar el balón de una manera limpia hasta el sector izquierdo. Cuando no se podía hacer esto, el juego directo hacia Blanco Leschuk era la solución. Y qué solución. El argentino, como casi siempre, volvió a ser superior en los duelos y permitió respirar a los azules en campo rival. Pero hay que hablar del juego posicional del Oviedo.

Ya con 1-1 en el marcador, tras el accidente de Christian y el buen hacer de Borja en el primer palo, los azules siguieron llevando la iniciativa. Nahuel y Borja, que habían empezado el partido muy poco precisos, se fueron entonando hasta ponerse a la altura de Tejera, brillante durante los 90 minutos. Y Mossa. El valenciano ya no es ese jugador de 2018 que avasallaba al rival por banda izquierda, pero quizá ha encontrado su sitio en el Oviedo como Ziganda.

Apoyo clave en el sector izquierdo, mucho más funcional que Lucas por el hecho de jugar a pierna natural, se está soltando a la hora de atraer la marca, salir por dentro y encontrar a Borja o a Tejera (clave sus caídas a banda para generar espacios) y romper líneas. Y lo demostró en el 1-2 del Oviedo, uno de los mejores goles que ha marcado el conjunto carbayón desde su regreso al fútbol profesional. 19 pases precedieron al tanto del Tiburón. Solamente Nieto, Sangalli y Femenías se quedaron sin participar en la circulación.

1-2 del Oviedo: 1-Mossa filtra un pase al espacio que rompe dos líneas de presión. 2-Tejera, listo para recibir, girar y centrar

La entrada de Francho

El Zaragoza tenía que reaccionar y lo hizo por el flanco derecho de su ataque. Iván Martínez tiró de Francho, canterano conocedor del rombo y, desde uno de los vértices, atacó la profundidad para juntarse con Tejero, Bermejo y Narváez. El conjunto maño se dedicó a crear superioridades en la banda de Mossa y Borja y, poco a poco, fueron sacando petróleo. Francho y Narváez la tuvieron, pero sus disparos fueron tan tímidos que casi no inquietaron a Femenías.

Cuando el Oviedo bloqueaba dicho sector, el ataque posicional del Zaragoza flojeaba. La coraza carbayona era dura, con dos líneas muy juntas y un Sangalli que revoloteaba por el centro para presionar al poseedor de balón en la frontal y evitar el tiro. Mientras, los centrales y Edgar se dedicaban a mandar lejos cualquier atisbo de ocasión en zona de remate. 

Acumulación del Zaragoza en banda derecha. 1-Francho, 2-Tejero y Narváez, 3-Bermejo

El Oviedo sin Leschuk

Ziganda movió el banquillo y, en los últimos 20 minutos, el plan se quedó cojo en la parcela ofensiva. La ocasión de Edgar tras el 1-2 fue la última gran situación de peligro cerca de Ratón. La salida del Tiburón negó al Oviedo cualquier opción de instalarse en campo rival, ya que con el Zaragoza llevando la iniciativa el juego directo era la única vía de escape. Obeng, muy desafortunado en todas sus intervenciones, fue incapaz de hacerse fuerte de espaldas o de correr con éxito al espacio.

Javi Mier, situado en un puesto desconocido para él como la izquierda, ejerció, como casi siempre, de comodín defensivo del Cuco y cumplió con el cometido. Sangalli, incansable durante los 90 minutos, daba vida al Oviedo y no permitía ni un minuto de comodidad al Zaragoza, que se veía incapaz de armar un ataque en condiciones.

Integrar a los hombres del banquillo para que, cuando les toque, sepan ser parte activa del plan. Ese es el siguiente paso del conjunto carbayón. Depende de los futbolistas, pero también de Ziganda. Eso sí, con tres victorias consecutivas en el zurrón todo es más fácil. 


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