La Voz de Asturias

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Azul Carbayón

Pablo Fernández Oviedo
Los jugadores del Oviedo celebran el 1-0 de Ibra

El Real Oviedo, a pesar del empate en el descuento, mostró ante el Huesca una versión insuficiente y en un ambiente gris

22 Jan 2020. Actualizado a las 09:58 h.

El Real Oviedo 19/20, finalizada la jornada 24, aventaja en tan solo dos puntos al Real Oviedo 02/03 tras el mismo número de partidos disputados. Los de Rozada acumulan 36 goles encajados, cuatro más que aquel equipo azul que finalizó el curso con sus huesos en Segunda B. Los números son estos. El conjunto carbayón es un claro candidato al descenso. Debe asumirlo y trabajar para remediarlo. No hay más.

El Carlos Tartiere vivió ante el Huesca un encuentro que ya le suena demasiado. Ambiente frío (y no solo por la temperatura), grada desenganchada del juego del equipo y un rival que está, o lo aparenta, más cómodo que los azules en el césped. Los oscenses son uno de los mejores equipos de la categoría, pero esto también ha pasado con Lugo, Málaga o Sporting. La incapacidad del Real Oviedo en su feudo es preocupante, sobre todo cuando sucede en una época en la que jugar en tu estadio debe ser una ventaja.

El Oviedo pudo marcar en el minuto cinco, pero la ocasión que hace mes y medio Ortuño embocaba se fue a saque de esquina. A partir de ahí, monólogo del Huesca, que tiranizó el partido de tal manera que parecía imposible que al descanso el marcador luciese un 0-0. Tras el paso por los vestuarios, los de Javi Rozada reaccionaron y, al menos, plantaron cara. La Segunda División, fiel a su cita con la crueldad, decidió que los carbayones encajasen el 0-1 cuando mejor estaban.

Tras el gol de Eugeni, las sensaciones aun fueron más preocupantes. El Oviedo, que hasta entonces sobrevivía en parte gracias a un muy buen Luismi, cumpliendo a la perfección con la habitual inyección de moral que dan las caras nuevas a equipos en apuros, se mostró incapaz de nada. Y cuando en un partido que vas perdiendo en tu casa parece que no va a pasar nada, malo.

El juego fue desapareciendo y la pasión ganó protagonismo. Fue ahí donde el Oviedo encontró un resquicio. El balón buscaba continuamente a un Saúl Berjón que incluso en muletas es capaz de poner en apuros a la defensa rival. Ibra se sumaba a la causa y, por lo menos, el Huesca sufría cuando el balón no rodaba por el césped. En el último minuto, ese que jamás hubiese existido si el portero azulgrana no pierde tiempo pocos segundos antes, el senegalés dio esperanza, que no es poco.

La reivindicación de Ibra, mejor expresada imposible en su celebración al enseñar el dorsal a la grada y gritar «Yo aquí», fue el único momento épico de un partido gris. El Real Oviedo vuelve a caer al descenso, suma cinco encuentros sin ganar y ya son ocho los partidos consecutivos en los que al menos encaja un tanto. Romper la dinámica habitual ya no es aconsejable, es obligatorio si se quiere sobrevivir. 


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