Recuerdos de un derbi en El Molinón
Azul Carbayón
Tres capitanes del Real Oviedo 17/18 hablan con La Voz de Asturias del partido del curso pasado en territorio gijonés
22 Mar 2019. Actualizado a las 15:47 h.
El Real Sporting-Real Oviedo disputado la pasada temporada en El Molinón no fue, ni muchísimo menos, un derbi más. 14 años después, los dos equipos más importantes de Asturias se volvían a ver las caras en el césped y la expectación era máxima. Llamamos a Almería, Madrid y Zaragoza para que David Rocha, Héctor Verdés y Miguel Linares, tres de los capitanes de aquel Oviedo, nos cuenten cómo se vivió el partido en el vestuario carbayón.
La semana previa
Desde de que salió el calendario a mediados de julio, todo el mundo sabía que el derbi asturiano iba a marcar el inicio de la temporada. Ambos equipos estrenaban entrenador y en la jornada 4 ninguno de los proyectos se parecía a lo que por entonces pretendían ser, pero había que jugar.
«Fue una situación nueva para todos. Era la primera vez que nos volvíamos a enfrentar después de muchos años y la tensión estaba ahí», dice Linares. El delantero aragonés, pieza clave del regreso carbayón al fútbol profesional, sabía que todavía le quedaba algo por vivir vestido de azul.
Verdés, que comenzaba su tercera temporada en la capital del Principado, estaba muy tranquilo: «Te vas empapando del entorno y es muy difícil mantenerse al margen, pero la semana fue más o menos tranquila. Eso sí, el sábado, cuando entrenamos en el Tartiere, te das cuenta de todo: juegas con el sentimiento y el orgullo de una ciudad».
«La ilusión que se respiraba, las ganas de enfrentarse a ellos después de tragar mucho barro... Era una responsabilidad añadida, no podíamos fallarlos», dice David Rocha. Su padre le avisó horas antes de que comenzara el encuentro: «me dijo que iba a vivir uno de los partidos más bonitos del fútbol español. No se equivocó».
El viaje y la llegada
Por mucho que quieras quitarle importancia, nada es normal en un derbi. «Es un viaje de 20 minutos y sales como una hora antes. La llegada a El Molinón fue bonita, nos recibió un montó de gente del Sporting, en este caso no con buenas intenciones», ríe Rocha mientras explica la llegada al estadio.
«El ambiente te hacía ver dónde estabas y a quién representabas. Te hace sentir especial, no es normal todo lo que se vive», recuerda un Verdés que, antes de bajarse del autobús, ya estaba jugando su derbi. «Pisas el césped, miras a la izquierda y ves esa equina teñida de azul, Sientes cosas que no habías sentido. Sabíamos que teníamos que defender a ese escudo, a los que estaban allí y a los que estaban en casa», relata Linares.
Rueda el balón
«Ellos salieron fuertes y en los primeros minutos nosotros no estábamos ubicados. Justo antes del gol calló un chaparrón y parecía que el estadio se venía abajo, pero luego nos recompusimos», dice Verdés. Tras el 1-0 de Carmona, el Oviedo se fue asentando en el partido y llegó al entretiempo vivo, que no era poco. Era el turno de Anquela: «En el descanso, el míster nos dio una buena 'anquelina'. Nos espabiló un poco y la segunda parte fue entera nuestra», comenta Rocha.
Estos partidos de tanta tensión, ¿se juegan mejor a domicilio? Para Miguel Linares todo tiene sus pros y sus contras: «Siempre dije que jugar en el Tartiere era una fiesta de la que disfrutaba cada 15 días, pero sí es verdad que este tipo de batallas, a veces, se juegan mejor fuera. En el playoff de 2015, por ejemplo, estaba deseando que llegara el partido del Carranza».
En lo referente al control de las emociones, Verdés tiene claro que «dentro del partido hay muchos partidos, ni rival ni tú mismo estaréis cómodos los 90 minutos. Lo que hay que tener es la mente fría en cada momento, hacer lo que toca y saber leer el partido».
¿Intensidad? ¿Juego? ¿Es posible ganar un derbi solo con coraje y garra? «Nosotros, con el maestro que teníamos en el banquillo, el papel lo teníamos muy claro. Luego te puede salir bien o mal, pero llevábamos la partitura bien aprendida. Ahí no se deja nada a la improvisación», explica de manera tajante David Rocha.
El gol de todos
Cuando Toché consiguió batir a Diego Mariño, algo hizo click en el corazón de todo el oviedismo. También en el de los once jugadores que estaban sobre el césped de El Molinón. «Lo celebré como si lo hubiese marcado yo. Sabía de la importancia de ese partido, el volver a estar a su altura y competirles de tú a tú», dice Miguel Linares. No se queda atrás Rocha: «El gol de Toché culminaba el proceso de ponernos a su altura. Era demostrar que el derbi había vuelto y que el oviedismo estaba ahí para dar guerra de nuevo».
Héctor Verdés no aparece en ninguna de las fotos del gol. El valenciano tiene una explicación: «Recuerdo que me arrodillé y me giré a nuestra afición, no fui ni a la esquina con los compañeros. Estuve como cinco segundos gritando y me fui corriendo a por Anquela para saber qué hacíamos, si dejar la línea de tres o volver a la de cuatro».
Ninguno de los tres jugadores olvida los momentos posteriores al pitido final del colegiado. «Cuando más inferior eres en número, más orgullo sientes. El estadio estaba a reventar, todo teñido de rojiblanco, pero veías esa esquina azul y...», recuerda Linares.
«Cuando nos acercamos a la esquina me fijaba en las caras de los aficionados. Ese sentimiento no se me va a olvidar nunca. Conseguir que con tu trabajo tanta gente sea feliz es indescriptible», finaliza el central valenciano. Así vivieron tres de los capitanes del Real Oviedo 17/18 el primer derbi asturiano en 14 años.