Cuando se junta la aptitud con la actitud
Azul Carbayón
Artículo de opinión de Cali González
07 May 2018. Actualizado a las 19:11 h.
Un mes después el Real Oviedo recuperó su sistema talismán o, al menos, con el que se siente más fuerte. Tras un mes jugando con defensa de cuatro, Juan Antonio Anquela decidió volver al esquema con dos carrileros, que le permitió estar invicto durante diez jornadas en la primera vuelta, y así acercarse al ascenso directo. Lejos quedó aquel momento. Pero seguramente sea la forma de jugar que mejor se adapte al equipo. Y sí, es el entrenador el que se amolda a sus futbolistas.
Esta vuelta al 5-2-3 es probable que se deba a la fragilidad defensiva de las últimas jornadas, sumada al mal momento que atraviesan algunos jugadores de ataque. Por eso el técnico jienense le tuvo que dar una vuelta más de tuerca. Y resultó bien. Esto le sirvió para crear más ocasiones que en cualquiera de los anteriores encuentros que me alcanza la memoria. Vale que llegaba al Carlos Tartiere un rival como el Lorca que ya estaba descendido, vale que los murcianos se quedaron con un futbolista menos muy pronto, vale que los de Fabri son el peor visitante de la categoría...Toda ayuda es bienvenida.
Pero respecto a este tipo de partidos, en los últimos tiempos, los oviedistas saben de sobra lo que es tropezar en ellos. No se permitía fallar, y no se hizo. La intensidad, la concentración, el trabajo, la presión, llegar medio segundo antes que tu rival...Todo esto forma parte de la actitud, que siempre exige el míster. No se les pudo reprochar nada en este aspecto. Pero para ganar también se necesita algo más. Y aquí empieza la aptitud.
Tenemos que mencionar el juego, que ya se echaba de menos ver un poco de fútbol elaborado. En esta ocasión, fundamentalmente, llegó en el "carril del 11". El de Saúl Berjón. Pero también el de Mossa. Que juntos causaron estragos en la banda derecha del Lorca y fueron un quebradero de cabeza continuo para la defensa murciana. A día de hoy son los únicos jugadores que parecen hablar el mismo idioma dentro del campo. Hicieron lo que quisieron, cuándo quisieron y cómo quisieron. Y esto también se produjo con la racha tan buena que atravesó el conjunto azul hace unos meses.
Está claro que en el momento que dos jugadores de este nivel se encuentran cómodos y se buscan, solo pueden salir cosas buenas. Los goles frente al Lorca llegaron por el lado de nuestros protagonistas, que se entienden a las mil maravillas. Por dentro, por fuera, en jugada individual, con paredes...Los recursos fueron abundantes y esto se tradujo en ocasiones y, lo más importante, en goles.
Aquí entra en escena Miguel Linares, que no era titular desde el pasado 25 de febrero contra el Zaragoza. El delantero, que ya es el máximo goleador del equipo, se llevó el protagonismo gracias a su doblete con sendos remates propios de un goleador nato. Con esto no quiero decir que Toché no lo sea, porque está claro que sí, pero si Linares dispuso de unas cinco ocasiones en dicho encuentro, esa cifra no llega a las que tuvo en total el murciano si contamos sus últimos cinco partidos. Ambos arietes son rematadores, lejos del área se pierden, y no son futbolistas que se fabriquen por sí solos las ocasiones.
Para que haya goles el equipo necesita profundidad y, una vez se ha comprobado que por el centro no es capaz, su fuerte está en las bandas. Cuando la aprovecha, la aptitud empieza a estar a la altura de un aspecto que tiene que ser innegociable: la actitud. Esperemos que de aquí al final se puedan sumar más futbolistas a la “fiesta” ofensiva porque, sin ir más lejos, en Pamplona no estará Mossa por sanción. Si el Oviedo, dentro de sus limitaciones, consigue combinar ambas capacidades, no tengo ninguna duda de que logrará el objetivo.