Vivir en 6 metros cuadrados: la pareja que recorre el mundo en furgoneta
Asturias

Rocío Calvo y Eduardo Parrado decidieron dejar sus puestos de trabajo para ser nómadas digitales. No tienen un lugar fijo de residencia porque se pasan la vida viajando
13 Mar 2025. Actualizado a las 09:31 h.
Mucha gente cree que repetir curso es algo negativo, incluso hay quienes lo consideran como un auténtico fracaso. Pero no tiene porqué ser así y sino que se lo pregunten a Rocío Calvo. «Aunque perdí un año escolar, gané mucho», asegura esta leonesa. Al no alcanzar los objetivos de aprendizaje requeridos en el Bachillerato tuvo que volver a enfrentarse a las mismas asignaturas un ciclo más. Se vio además obligada a cambiar de clase, con lo que ello conlleva. Sin embargo, entre sus nuevos amigos encontró al bañezano Eduardo Parrado, quien, más tarde que pronto, se convirtió en su compañero de vida y también de aventuras.
Una vez finalizada la formación secundaria posobligatoria, esta joven pareja hizo las maletas y se mudó a Asturias para aprender un oficio. Mientras que Rocío cursaba un FP en la Escuela de Hostelería y Turismo de Gijón y después el grado de Comercio y Márketing en La Laboral, Eduardo acudía diariamente a las instalaciones de la Universidad de Oviedo para licenciarse en ingeniería informática y especializarse con un máster. Tras diplomarse en sus correspondientes estudios se adentraron en el mundo laboral. La leonesa comenzó a trabajar en un banco de Asturias y, por su parte, el bañezano obtuvo una plaza de funcionario en Toledo.
«Al verse con 25 años delante de un ordenador y pensar que hasta los 60 y pico tenía que estar ahí», Eduardo empezó a «agobiarse» y como solución a su estado de desasosiego comenzó a buscar un «plan B». Navegando por internet descubrió los viajes en camper, pareciéndole una gran idea hacer lo mismo. «Me llamó diciéndome que había visto a la venta una furgoneta, que estaba muy bien y que para viajar con nuestro perro era ideal. Pensó que le iba a decir que no, pero acepté», cuenta Rocío. Adquirieron por tanto el vehículo, habilitaron el mismo e hicieron su primera escapada sin pensar se acabaría convirtiendo en su forma de vida.
El poder amanecer junto al mar o a las pies de una imponente montaña, el no tener que depender de horarios ni de reservas y ser por tanto completamente libres a la hora de viajar hicieron que su percepción de la vida cambiara. Les gustó tanto la experiencia de descubrir el mundo con una furgoneta camperizada que, a la vuelta, quisieron que su casa tuviera cuatro ruedas para seguir conociendo los rincones más ocultos de La Tierra. Con los ahorros que tenían, a sus 25 años, compraron una Renault Master «para así, por lo menos, poder estar de pie» y la acondicionaron hasta transformarla en su verdadero hogar.
«Como ya habíamos camperizado la primera, esta nos resultó mucho más fácil», asegura Rocío, antes de señalar que lo de las manualidades nunca habían sido lo de ellos. «Se trata de prueba y error. Lo haces hasta que te salga bien y ya está. Pero eso sí, siempre digo que para camperizar una furgo tienes que tener ganas porque al final es un proceso largo», confiesa. Después de seis meses de arduo trabajo, la pareja logró que el vehículo fuese adecuado para viajar y vivir en él de forma cómoda y autónoma. Rescindieron los contratos de alquiler y trabajo que tenían para ser nómadas, como aquellos primeros hombres que habitaron nuestro planeta.
Pasaron, por tanto, de vivir en una vivienda completamente equipada a tener que ingeniárselas para habitar en tan solo seis metros cuadrados. «Aquí es lo que entra por lo que sale. En vez de tener un armario lleno de ropa, tengo cuatro pantalones y cuatro camisetas con las que tiro todo el invierno y el verano. Si se me rompe algo lo tiro y compro otro, pero no compro un pantalón sin antes haber sacado otro», dice Rocio, quien al igual que su pareja una vez que se mudaron a la furgoneta empezaron a valorar el minimalismo.
Desde que su casa tiene cuatro ruedas no tienen un lugar fijo de residencia porque se pasan la vida viajando. Se mueven en función de los lugares que quieren conocer. Para ello hacen escapadas que pueden durar tres o cuatro meses, mientras que otras les lleva un año o incluso dos, dependiendo de cuántas fronteras tengan que traspasar. Hasta la fecha, ya han estado en más de medio centenar de países. De hecho, han pisado todos los continentes, salvo Oceanía. «Como siempre viajamos con nuestro vehículo es bastante difícil llevar hasta Australia la camper porque al ser una isla te exigen unas normas que son bastante restrictivas», asegura Rocio.
De todos los lugares que han estado, aquellos cuyo nombre acaba en -tan como Kazajistán o Kirguistán son los que más les ha llamado encarecidamente la atención. Son países que al principio te dan un poco más de respeto pero nos han encantado. Claro que no están tan cerca como Italia, que está a tiro de piedra, pero recomiendo su visita al cien por cien», dice la leonesa, quien en cambio no recomienda pisar suelo afgano. «Aunque me gustó el viaje, ahora que estoy en España pienso que para qué fuimos a Afganistán. Yo no volvería», reconoce.
Las mejores anécdotas
En estos viajes además de conocer nuevas culturas, sabores y tradiciones, Rocío y Eduardo viven auténticas aventuras. «Una vez se nos rompió el embrague en el Himalaya. Pero, por suerte, justo donde se nos paró el coche, en medio de la nada, había un cuartel militar. Les explicamos a unos soldados porque estábamos allí parados e inmediatamente llamaron a un compañero que era mecánico y nos lo arreglo», rememora la joven.
La furgoneta también les dejó tirados en la estepa desolada y llena de baches de Kazajistán. Sin embargo, esta vez, la situación era peor. En la zona «no había absolutamente nada», ni siquiera cobertura móvil. De hecho estaban geolocalizados por satélite. Pero, como si de una aparición divina se tratase, la pareja encontró a escasos metros un campamento de yurtas. Y para su sorpresa, uno de los integrantes de este asentamiento perdido en la inmensidad del desierto tenía teléfono móvil. Se puso en contacto con un mecánico y a las horas ya tenían el vehículo arreglado.
«Tenemos como muy buena suerte en ese sentido. Cuando nos pasan estas cosas, al principio, nos tiramos de los pelos porque no sabemos cómo vamos a salir de esta, pero, al final, no sé cómo, siempre se nos arregla», dice. Estas situaciones son las que hacen que se unan aún más como pareja. «Siempre decimos como broma que si superas una camperización ya nada te separa porque el construir el vehículo es algo que te acaba agobiando y estresando», apunta.
Convivir en seis metros cuadrados no es nada sencillo. «Al final hay muy poquito espacio… Los días que hace bueno no pasa nada porque salimos al sol, ponemos la mesa fuera, pero cuando llueve nos tenemos que quedar encerrados. Hemos incluso estamos semanas enteras dentro. Cuando fuimos a Noruega, por ejemplo, al estar a menos 28 grados bajo cero no podíamos salir a la calle. Entonces, esto te obliga a tener una relación fuerte porque sino se tambalea rápidamente», reconoce.
Comparten además espacio con Cuzco, un golden retriever de nada más y nada menos que 30 kilos. Este perro forma parte de sus vidas desde que era un cachorro, por lo que es el mejor amigo que pueden tener. Les acompaña en cada aventura y nunca les pone pegas a nada. Aunque viva en solo seis metros cuadrados, tiene toda la libertad del mundo. «Su sitio está debajo de la mesa y el pasillo. Pero, como siempre tenemos la puerta abierta, entra y sale todas las veces que quiere. Está continuamente de paseo», aseguran.
Así se ganan la vida
La pregunta ahora está en ¿cómo hacen para vivir de esta manera? Que se pasen los días viajando no quiere decir que no trabajen. Como saben que los ahorros no son eternos, Rocío y Eduardo cuentan con un blog y un canal de Youtube donde relatan de manera divertida y amena sus aventuras. Gracias a crear este tipo de contenido que engancha a miles y miles de internautas, han conseguido patrocinadores. Han firmado también contratos publicitarios con diversas compañías, además de autopublicar varios libros sobre la vida nómada.
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Para tener además ciertos ingresos fijos, ya que lo que ganan a través de sus redes sociales depende de ciertos factores, han montado el año pasado una agencia de viajes en Marruecos. Organizan expediciones con furgonetas camperizadas para que quien lo desee pueda descubrir los encantos de este país africano. «Aunque está cerquísima de España, hay mucha gente que tiene una idea equivocada», dice Rocío, antes de contar que la idea de convertirse en operadores turísticos fue fruto de los intereses de sus seguidores.
«Todo el mundo veía nuestros viajes, normalmente son a países que a priori te puede dar miedo si viajas solo, y nos escribían para decirnos que les encantaría hacer lo mismo pero que no se atreven. Entonces, empezamos a organizar viajes por Marruecos, que es un país al que hemos ido muchísimas veces y lo conocemos muy bien», dice.
Así es como se ganan la vida. Hay que tener también en cuenta que vivir en una furgoneta no conlleva tantos gastos como hacerlo en un inmueble. No tienen que pagar alquiler o hipoteca ni tampoco tienen que hacer frente a una factura de la luz o de la calefacción porque en el techo del vehículo instalaron paneles solares para abastecerse de energía.
A la hora de hacer la compra en el supermercado, como no tienen una gran despensa que llenar, solo adquieren lo justo y necesario. Tampoco invierten casi en ropa porque de hacerlo no tendrían hueco para guardar las prendas. Además, muchas de las actividades que realizan durante los viajes, son completamente gratuitas porque al final se trata de rutas.
Por tanto y aunque cuenten también lo que puede llegar a ascender al cabo del año llenar el depósito de la gasolina, «el mayor gasto que tenemos es cuando se nos rompe el coche o tenemos que renovar el material fotográfico, los ordenadores o discos duros».
Han aprendido a economizar gracias a este estilo de vida que les reporta además una mayor libertad a la hora de viajar. «Hay sitios en donde no hay hoteles, pero tú te puedes quedar a dormir ahí porque tienes la furgo. No tienes tampoco que estar pendiente de la hora para el check-in ni tampoco preocuparte si el perro cumple con la normativa del alojamiento», señalan.
Pero como todo en esta vida, ser nómadas tiene sus contras. Y el orden es uno de ellos. Al ser tan pocos metros «tienes que tenerlo todo colocado» porque sino es un caos. Además, cuando estás en ruta no puede haber nada por el medio ni tampoco puede quedar un cajón abierto, ya que cualquier cosa fuera de lugar puede generar inconvenientes.
El no tener tampoco una rutina establecida es otro de los hándicap. «Nosotros nos levantamos pero nunca sabemos qué nos va a deparar el día», confiesan. No siguen una ruta fija; su camino depende de lo que les vaya surgiendo a lo largo del viaje. «Al final siempre encontramos alguien que nos invita a ir a su casa, a explicarnos cualquier cosa, entonces nos dejamos llevar», apuntan.
De la misma manera, darse una buena ducha es algo que echan mucho de menos. En una furgoneta, para tener agua corriente, es necesario contar con un depósito que debe recargarse manualmente. Por tanto, deben suministrar bien este recurso natural para que en el caso de quedarse sin él sea el mínimo tiempo indispensable. Es por esta razón que sus baños no duran más de cinco minutos, dado que excederse implicaría tener que buscar un sitio para llenar el tanque.
¿Cómo ven el futuro?
A pesar de estos inconvenientes, no cambian este estilo de vida por nada. Es más, no se plantean tener un lugar fijo de residencia. De hecho, están construyendo una casa en la que poder descansar de los largos viajes y esta tiene ruedas. «Estamos camperizando un camión frigorífico porque siempre que volvemos a León para encontrarnos con nuestra familia y amigos acabamos aparcando la furgoneta en el jardín de casa de mis padres», cuenta Rocío.
Una vez que el vehículo sea habitable, la pareja tendrá un «campamento base» para esos días de descanso, además de un lugar donde guardar «todos los recuerdos que compramos en los viajes». Aparcaran, por tanto, el camión en una finca que tienen en León pero si el día de mañana se cansan por el motivo que sea pueden llevar su «casa» a otro lado. «Llegamos a barajar Asturias, fue nuestra segunda opción, así que quién sabe», confiesa la joven.
No saben qué les deparará el futuro pero lo que sí tienen claro es que seguirán conociendo mundo. «Nosotros somos muy inquietos y más que por crear contenido viajamos porque tenemos la necesidad de movernos. Volvemos a casa con muchas ganas, sí, pero también nos vamos con muchas ganas», reconocen. No saben cuál es su próximo destino, al igual que es una incógnita saber donde estarán de aquí a unos años. Pero, lo más seguro es que Rocío y Eduardo sigan escribiendo su historia de amor, mientras continúan enganchados a la vida nómada.