Manolo, ludópata rehabilitado: «Lo mío eran las máquinas tragaperras, hay días que he llegado a estar incluso 5 horas jugando»
Asturias
Este corverano lidió durante más de 25 años con la adicción al juego; ahora comparte su testimonio para concienciar acerca del funcionamiento de esta enfermedad
11 Nov 2024. Actualizado a las 09:25 h.
El juego estuvo presente en la vida de Manolo desde su adolescencia. Natural de Corvera, este asturiano de ahora 58 años pasó gran parte de su vida enganchado al juego de las máquinas tragaperras. Una adicción de la que se consiguió desligar hace ahora 9 años gracias al apoyo de su familia y la ayuda psicológica del asociación LARPA.
Con tan solo 14 años, Manolo descubrió lo que por aquel entonces «no era considerado ni siquiera una máquina tragaperras». Sus primeras apuestas fueron en una bolera, «en la que metías una moneda y redirigías la bola. El premio máximo eran 20 duros». Después, se enganchó a las «famosas cataratas», una máquina en la que la moneda jugada empujaba al resto, pudiendo así conseguir algunos premios. Los juego de cartas y el póker tampoco tardaron en introducirse en su rutina, «con 16 años echaba pequeñas partidas en las que te jugabas el café o la consumición del día». Pero en ese entonces Manolo no era consciente de que aquel inocente juego se convertiría en un calvario.
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Con el paso de los años Manolo creó toda una vida de recuerdos, «me casé, tuve hijas y me dedicaba al sector del transporte», sin embargo, el juego continuaba en su vida, cada vez de manera más intensa, pero a espaldas de su círculo más cercano. «Lo mío eran las máquinas tragaperras, podía pasar 2 o 3 horas jugando, hay días que he llegado a estar incluso 5 horas jugando. Metes monedas y más monedas, ganas algún premio y lo vuelves a meter». Es este el momento en que, según relata el de Corvera, comenzó a darse cuenta de que tenía un problema, sin embargo «daba igual que lo viera o que lo creyera, no era capaz de admitirlo. No era capaz de decir “tengo un problema y voy a solucionarlo”».
«Es muy fácil jugar y eso es lo que lo hace muy peligroso», explica el asturiano. Para Manolo el juego es como el tabaco, una adicción más que se va apoderando de ti. «El juego ha existido toda la vida, pero una cosa es el juego como divertimento y otra el juego como adicción. La adrenalina que te produce jugar hace que siempre quieras más, te excita, incluso cuando pierdes, siempre quieres intentar recuperarlo. Es como cualquier otra adicción, pero sin sustancia. En este caso es el juego el que nos vuelve loca la cabeza».
Como sucede en la gran mayoría de los casos, según explica Manolo, los adictos al juego solo toman la decisión de cambiar de hábitos cuando alguien de su entorno descubre su problema, «es en ese momento cuando la mayoría da un paso adelante y decide solucionarlo». Esto es exactamente lo que le pasó al protagonista de esta historia. La que por aquel entonces era su mujer y madre de sus hijas descubrió la adicción al juego de Manolo «de casualidad después de muchas sospechas. Por una coincidencia que no tenía nada que ver. Mientras ella buscaba en unos extractos del banco para otra gestión, se dio cuenta de que había unos movimientos raros. Fue ahí cuando descubrió todo. Ella pensaba que podía ser otra cosa, como una infidelidad». Desde ese momento a Manolo no le quedó otra opción de confesar la verdad, una confesión que llevaría al asturiano a comenzar un nuevo camino en su vida.
Pero el principio de esta nueva etapa no fue sencillo. «En primer lugar acudimos a salud mental en la seguridad social, pero no se solucionó nada, al contrario, yo seguía jugando. Hasta que en enero del 2016, Manolo tomó una drástica decisión: «me marché de casa, dejé una nota a mis hijas y otra a mi mujer. Pensé en suicidarme y desaparecer, no sabía lo que quería». Pero una llamada de sus hijas hizo que el asturiano retomase el camino para volver junto a su familia y comenzar su rehabilitación.
Tras su regreso a casa, decidió poner su problema en manos de LARPA, una asociación de autoayuda asturiana donde se tratan los juegos de azar. Desde ese momento gracias al apoyo y la ayuda psicológica que le proporcionó la entidad «las cosas fueron muy fáciles. Una vez que reconoces que tienes un problema, solo queda dar el paso para rehabilitarte, son las dos partes fundamentales». Aunque la decisión ya estaba tomada, los primeros días sin juego, asegura Manolo, no fueron fáciles. El asturiano describe la necesidad de jugar como aquel que deja de fumar y necesita nicotina, «es como si te faltara algo, sientes el mono».
Con el objetivo principal de no perder a su familia y tras más de un año y medio de terapia en LARPA, Manolo consiguió dejar atrás su adicción. Desde entonces, Manolo lleva nueve años sin jugar, un hecho que asegura «no hubiera sido posible sin el apoyo de su familia», que ha sido fundamental en su proceso de recuperación.
Pedir ayuda es la clave de la recuperación
Manolo no ha querido perder la oportunidad de ayudar a aquellos quienes se puedan encontrar en la misma situación que se encontró él y, tras su recuperación, pasó a formar parte del equipo de monitores de la asociación. Para el asturiano el primer paso es confiar en alguien cercano y explicárselo. Para quienes no tengan esa persona de confianza «siempre pueden acudir a las diferentes asociaciones que existen», comenta. Quizá este sea el paso más difícil, pero «mientras tú no lo reconozcas da igual a qué terapia vayas. Eso está muy claro. Es el mismo caso que un alcohólico o un drogadicto, sino reconocen que lo son nunca lo van a dejar. Por eso mucha gente que ya ha ido a terapia, cuando sale vuelve a jugar».
En la mayoría de casos la terapia no solo involucra al adicto, las familias, como parte fundamental de este proceso, también necesitan ayuda y apoyo psicológico. Manolo asegura que la implicación de la familia en el proceso de recuperación es fundamental. «Tienen que entender que ellos también necesitan terapia, porque en el momento en el que descubren que existe ese problema, para ellos también empieza una vida nueva. Tienen que aprender a manejar el shock de descubrir algo así». Entre sus tareas se encuentran la de revisar los gastos del adicto, gestionar sus tarjetas bancarias y controlar hasta el último céntimo del paciente, es decir, supone una implicación total.