Pablo Coca, director general del CTIC: «En Rural Tech proyectamos la experimentación hacia el valle de Arroes, Peón y Candanal»
Asturias
El director general del CTIC resalta que esta sede puesta en marcha hace tres años se ha desarrollado «mucho más rápido de lo que se planteaba en los escenarios más optimistas»
10 Nov 2024. Actualizado a las 05:00 h.
—Hace tres años se inauguraba en el valle de Peón CTIC Rural Tech, un laboratorio para el desarrollo de la inteligencia territorial ¿En qué consiste su labor?
—Desde allí desarrollamos una de las tres líneas de actividad de CTIC. Dos las implementamos desde la sede de Gijón, relacionadas con industria-empresa 4.0, salud digital y bienestar de las personas, y luego hay una tercera línea, que es la que impulsamos desde la sede Rural Tech. Cuando trabajas en tecnología es muy importante tener la capacidad de demostrar y de validar tecnologías antes de llevarlas a producción, a condiciones reales.
—¿A qué se refiere?
—En industria, difícilmente metes una tecnología directamente en el proceso industrial. Antes vas a hacer tus pruebas en una planta piloto o en un pequeño entorno controlado. En territorios, esto no suele pasar. Si las cosas no están demostradas y contrastadas previamente, cuando la pones en condiciones reales te aparecen los problemas, con los inconvenientes que generan. Eso se ha ido corrigiendo poco a poco y nosotros vimos esa oportunidad de tener ahí nuestro demostrador, nuestra planta piloto para proyectos de territorio y en un ámbito muy concreto, que supone la incorporación de tecnología en aplicaciones en medio rural. Desde el 2018 hemos puesto el foco para ser proactivos en el medio rural, coincidiendo también con las políticas que ya iba dibujando la Comisión Europea para la cohesión del territorio.
—Hábleme de la configuración de esa sede.
—En la sede tenemos una instalación de 17.000 metros cuadrados. Dentro de ese área tenemos dos edificios, uno de ellos es la escuela rural del Valle, que lo tenemos cedido a través de un convenio con la Consejería de Educación para que opere como escuela rural. El otro edificio es el que tenemos con nuestras oficinas. Luego tenemos la finca con 17.000 metros cuadrados y todo esto nos está permitiendo desarrollar proyectos de sensorización de ganado y lo que nos permite es que no estemos haciendo las pruebas en un laboratorio donde es todo ideal y que luego te encuentras en una zona donde tienes que adaptarte unas condiciones de conectividad, llueve, los aparatos llevan golpes... Pero no se queda ahí el tema. La gran ventaja que tenemos, y yo creo que es una de las singularidades y lo que ha permitido que esa sede haya generado tanta expectación, es que el ámbito de experimentación lo proyectamos hacia el valle de Arroes, Peón y Candanal.
—¿Cómo se implementa la experimentación en el valle?
—Son más o menos 1000 habitantes, con una dispersión de población y de viviendas. Ahí tenemos desplegada una red de sensores, a lo largo de todo el valle, de modo que tenemos pomaradas sensorizadas, dónde mirar mediante sensores calidad del suelo, condiciones ambientales y de humedad, en colmenas, huertas, ríos y algunos manantiales y recursos hídricos. En todo el cordal que rodea el valle tenemos también varias estaciones de medida, que también están controlando tanto las condiciones ambientes, de temperatura, viento y humedad como de condiciones de suelo. Todo eso nos genera un conjunto de datos que, aparte de permitirnos hacer un análisis con el que devolverle al propietario de esa pomarada o de esa colmena datos prácticos, también nos ayuda a generar modelos predictivos mediante inteligencia artificial. La verdad es que estamos muy contentos con el desarrollo de esta sede, porque se puso en marcha en el 2021. Hubo una fase de diseño, tuvimos una pandemia de por medio y cuando ya había unas condiciones en las que ya podíamos hacer actividad con normalidad fue en el 2021. Hemos ido mucho más rápido de lo que se planteaba en los escenarios más optimistas.