La Voz de Asturias

Las supervivientes dejan huella en Asturias: «Te sientes culpable por no poder salvar a quien querías; el peso de la culpa es terrible»

Asturias

Manuel Noval Moro Redacción

Alba López y Carmen Grau perdieron a familiares por suicidio y, desde entonces, ayudan a personas en su situación a seguir adelante y a reenganchar a la vida a quienes pasan por un momento de sufrimiento

23 Oct 2024. Actualizado a las 05:00 h.

Supervivientes. Así se llama a las personas que pierden a un ser querido que fallece por suicidio. La razón, como explica Alba López, presidenta de la asociación asturiana Abrazos Verdes, está en un estudio de la Asociación Americana de Psiquiatría que concluyó que el sufrimiento emocional o dolor subjetivo de las personas que pierden así a un familiar puede convertirse en un duelo patológico equiparable a sobrevivir a un campo de concentración.

Pero no tiene por qué ser así. Abrazos Verdes contribuye, precisamente, a que no sea así. La asociación ayuda a que los supervivientes recuperen, en la medida de lo posible, su vida. Alba López es una de las fundadoras de la asociación. La puso en marcha después de perder a su marido en julio de 2019 y convertirse ella misma en superviviente.

«No sabía lo que era perder a un ser querido que fallece por suicidio. No sabía lo que era, creía que es algo que les pasa a los demás; sabía lo que sabemos la mayoría de la población por series de televisión, conversaciones de patio de vecinos o por la literatura, es decir, muy poco o nada y, además, erróneo», explica.

Ella se creía que las personas que se suicidan son «valientes o cobardes», que quieren llamar la atención, que son egoístas y un largo etcétera de lugares comunes. Pero tampoco sabía, y eso es importante, lo que no se debe hacer cuando alguien cerca de ti te interpela con una crisis o no encuentra razones para vivir. Nunca se le ha de restar importancia, nunca se debe mirar para otro lado, nunca se debe cuestionar que el sentimiento es real o apelar a razones del tipo «pero si lo tienes todo».

Un día, su marido le dice que no encuentra cómo seguir ni por qué, que le gustaría no despertarse. «Yo no lo entendía, ni sabía cuestionarlo, y no nos dio tiempo a reaccionar, tuvimos una consulta de salud mental y como no había una patología previa, no encontró esa validación a su dolor, esa respuesta a su ruptura de la salud emocional, y encontró que esa era la única manera de no seguir».

Estas muertes suelen ser muy traumáticas para quienes rodean a los fallecidos, por todo lo que ocurre una vez que ocurren, con la intervención de la policía, los forenses, las pruebas de que fue una muerte provocada por la misma persona, que añade dolor al estupor que produce el fallecimiento.

Entonces, llega la inevitable comezón, los porqués que se hacen interminables. El duelo, el shock y el dolor emocional. En su caso, los cuatro primeros meses fueron difíciles, con mucha psicoterapia y mucha ayuda. Y, sobre todo, lo que Alba López llama «la mochila de la culpa». Casi siempre por omisión, por aquellas cosas que crees que debiste hacer y no hiciste. «Te sientes culpable por no poder salvar a quien querías; el peso de la culpa es terrible, es en lo que más tenemos que trabajar».

Porque no solo es la propia culpa sino la mirada de la sociedad, siempre culpabilizante para la familia. Cuando ocurre, hay algo instantáneo, la pregunta de «qué pasará ahí» cuando alguien se quita la vida. «Es un acto tan antinatural que necesitas darle una estructura, un porqué».

Y ese por qué es difícil. En muchas ocasiones, como en el caso de Alba, no hay una patología previa ni una enfermedad diagnosticada. Es una familia normal, con un trabajo normal y actividades normales. La mayoría de los casos, las personas no ven otra salida para acabar con el sufrimiento que no sea la muerte. Y hay otra cuestión que también desmonta la tesis del egoísmo: «Muchos llegan a interiorizar que con la muerte se liberarán no solo ellos sino la gente que tienen alrededor”. Se consideran una carga y creen, equivocadamente, que la muerte aliviará de alguna manera a sus seres queridos. Cuando acaba siendo todo lo contrario.

Según la OMS, el 50% de la población tendrá una ideación suicida en algún momento de su vida. Se trata de algo contextual, que no tiene por qué estar asociado a patologías. Lo importante, como explica Alba López, es convencer a esa persona de que las cosas cambiarán, y encauzarla hacia la vida. «El suicidio es contextual, en un contexto la persona no encuentra forma de bajar el sufrimiento, pero en otro contexto puede que no esté el dolor o que encuentre la forma de encauzarlo», sostiene. Por eso es tan importante acompañar, escuchar y tratar de ayudar a quien sufre.

Alba López confiesa que después del suicidio pasó una etapa en la que apenas podía hacer las actividades básicas del día a día. Salió adelante gracias a la psicoterapia, la farmacología y la red que tenía a su alrededor. Pudo salir y, desde entonces, se convirtió en una activista. Fue un camino duro y las cosas empezaron a mejorar cuando supo que los duelos no se superan. Hay, simplemente, que integrarlos. «Se trata de revivir. Tienes que vivir otra vida sin esa persona siendo tú otra persona».

El problema de los fallecimientos por suicidio es que son «los únicos interpretables», según la presidenta. Entonces, le das vueltas y más vueltas y pueden llegar a invalidarte. Muchas veces, hay una perversión en la forma en que se conciben estas muertes desde fuera. «Si la lectura desde el exterior es que el suicidio está justificado, se llega a decir que los que lo rodeamos no tenemos tanto derecho a sufrir como los que los pierden de otra manera, porque él o ella lo decidieron».

Todas estas ideas erróneas hacen que mucha gente se guarde las tragedias para sí, que nunca las cuente, y que no ayude a otros que están en situaciones parecidas. La presidenta hace un llamamiento a hablar, a poner el problema sobre la mesa y desterrar el miedo a profundizar en el problema. «Todos somos agentes de cambio y todos podemos hacer algo por la prevención, hacer un mundo más amable, justo y humano para que nadie se quiera ir de él».

Carmen Grau es, también, una superviviente. Perdió a su hermano 11 años mayor que ella hace unos dos años. Tenía 54 años cuando murió. Fue un arquitecto técnico con un trabajo muy exigente y un nivel de vida muy alto que en 2008 se vio afectado por la crisis de la construcción y perdió todo lo que tenía, se separó de su mujer y se fue a casa de sus padres. Cayó en una depresión, empezó a consumir drogas y fue cada vez más cuesta abajo. Para su hermana fue difícil porque, además, no se dejaba ayudar. «No le valía nada, porque no entraba a nuestra ayuda, te sientes impotente». Carmen vive en Asturias desde hace años, y su hermano se suicidó en Barcelona. Confiesa que en un principio, ella tuvo una fase de liberación, en la que en cierto modo se alegró de que lo hiciera, pero pronto la asaltó una inmensa culpa que tardó mucho en superar. «Ahora, gracias a la asociación estoy en un proceso de aceptación y asimilación», explica. Hasta hace nada, ni siquiera podía mirar fotografías de él. Ahora es capaz. «Acabas aceptado el duelo, aceptando que ya no lo tienes y que tu vida es de esta manera».

Abrazos Verdes cambió también su punto de vista sobre el asunto. Hasta que la conoció, era muy reacia a hablar del asunto, pero charlando con la gente y oyendo historias tan parecidas a la suya comenzó a empatizar y se dio cuenta de que contar la suya era una buena idea.

En su familia hubo otro suicidio, el de una tía suya que tenía cáncer, y a pesar de ello nunca se habló del tema. «Eso es muy malo, tendríamos que hablarlo más abiertamente, porque te queda metido dentro como un nudo que no acabas de desenlazar; además, hay mucha gente que se suicida y hablarlo puede ayudar a prevenir; tienes que hacer ver a la gente que puede contar contigo», señala.

Carmen Grau insiste en la idea de que una persona, cuando toma la decisión de suicidarse, es que no ve otra opción. Pero se puede prevenir. «Hay personas que en ese momento tenían algo y no eran capaces de racionalizarlo de otra manera, que no veían otra opción, pero recibieron una llamada o vieron algo, se conectaron con la vida y decidieron no hacerlo; ahí es cuando das el paso para pedir ayuda».

Gala el 15 de noviembre en Mieres

Sus testimonios quieren ser una llamada a la acción y, por qué no, un soplo de esperanza. La asociación Abrazos Verdes no cesa en su empeño de ayudar a la gente que se encuentra en estas situaciones tan complicadas. Y para ello organiza actividades que, además de solidarias, tienen tirón cultural. Por ejemplo, la gala que se celebra el 15 de noviembre en el auditorio Teodoro Cuesta, junto al activista Banksyastur. A partir de las 19.30 horas actuarán los grupos musicales 6 Riales, Ún de Grao y Perro Blanco Blues, y la comedia improvisada de Trivilorio Impro. La recaudación de la gala se dedicará a crear un punto de atención a personas afectadas por suicidio. Todo por seguir dando voz a una causa cada vez más necesaria.


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