La asturiana que logró hacer de su pasión por los terrarios su profesión: «Te dan ganas de hacerte pequeño y meterte ahí dentro»
Asturias
Lorena Aller Martínez elabora en Sariego de forma totalmente artesanal estos jardines encapsulados que tienen vida propia. Se han convertido en tendencia en el mundo de la decoración y los regalos: «Cuando la gente descubre cómo funcionan generan incluso cierta admiración»
20 Apr 2024. Actualizado a las 09:24 h.
¿Qué es un terrario? Se trata de un espacio cerrado donde se dan las condiciones ambientales necesarias para que haya vida sin prácticamente ningún tipo de intervención. Un proceso un tanto mágico que despertó la curiosidad de Lorena Aller Martínez, una vecina del concejo asturiano de Sariego de raíces leonesas. Toda su vida profesional había estado dedicada a la investigación, por lo que buscar el porqué de las cosas forma parte de su ADN. Se cuestionó qué ocurría ahí dentro para que las plantas sobreviviesen y pronto estos pequeños jardines encapsulados se fueron convirtiendo en su principal afición, desplazando a todas las demás.
Antes, Lorena había trabajado en el sector académico, en empresas pequeñas y en grandes multinacionales, indagando en cuestiones relacionadas con la química orgánica o la ingeniería genética. En aquel momento, hizo un parón en su trayectoria profesional para dedicarse a su familia y el maravilloso mundo de los terrarios se puso en su camino: «Siempre digo que me encontraron ellos a mí, no yo a ellos». «Me llamó mucho la atención y empecé a leer sobre ello, a ver vídeos y a aficionarme. Una cosa llevó a la otra. Además, no hay formación reglada, aprendí a base de ensayo-error, pero en realidad era a lo que me había dedicado toda la vida y esa dinámica me ayudó», reconoce Lorena.
Empezó a hacer terrarios como forma de distracción. Recuerda que el primero llegó cuando pensó en realizar un regalo muy especial: «Todos los años intentaba hacer algo diferente y llegó un momento en el que no sabía ya ni qué regalar. Entonces decidí hacer una especie de mini jardín en una pecera. Era para una niña que cumplía 10 años y quedó feliz de la vida con el regalo. Pero, para mi sorpresa, se hizo un silencio entre el resto de niños y padres del cumpleaños, en plan "guau", tuvo muchísimo éxito».
Ese fue el germen de un proyecto que a día de hoy se ha convertido en su forma de vida. «A partir de ahí empecé a hacer más, porque la gente cercana me los pedía. Yo les decía que solo les cobraba los materiales, porque en realidad iba aprendiendo a medida que los iba haciendo», admite. Pero cada vez era más la gente que se interesaba por sus terrarios, que a juicio de Lorena son una opción más que idónea para hacer frente al «desafío» que supone hacer un regalo medianamente original en la era del consumismo. Y así fue como hace dos años llegó la pregunta definitiva: «¿Por qué no voy a poder dedicarme a esto de manera profesional?»
Entregada a la crianza de sus hijos y con la carga que eso supone, los terrarios habían supuesto para Lorena una auténtica vía de escape a la que dedicaba el poco tiempo libre del que disponía, normalmente las noches. Era su momento. Poco a poco, esos instantes pudieron ir haciéndose más largos a la vez que sus retoños crecían. Además, escuchó hablar de las ayudas Leader al emprendimiento, por lo que decidió lanzarse «sin tener todavía las cosas muy claras».
Acabó en Valnalón, donde su proyecto empresarial fue seleccionado para entrar en un banco de ensayos que para Lorena fue «un auténtico regalo». Una vez concluídos los cuatro meses de formación dio «el pistoletazo de salida» a su plan y se convirtió en autónoma, creando su propia marca, El Escondite Verde, un nombre que utilizó en un principio para abrir sus perfiles en redes sociales. A partir de ahí comenzó a explorar el mundo de los terrarios «con toda la libertad del mundo» y aprovechó el nicho de mercado, puesto que estos grandes desconocidos empezaban a convertirse en ese momento en tendencia en el mundo de la decoración y los regalos.
Comenzó a acudir a mercadillos para darse a conocer y se siguió formando de manera paralela. Celebra que cada vez «la gente demanda cosas más personales», por lo que son el obsequio perfecto. Los hace de diferentes tamaños, desde botellas de 50 mililitros hasta grandes recipientes de cristal. Coloca el sustrato y con sumo cuidado para no dañar las raíces sitúa las plantas. Una vez dispuesto todo, el tarro se cierra mediante un corcho y la vida sigue ahí dentro. «Hay gente que se pregunta cómo puede ser, pero si lo explicas con las palabras adecuadas se entiende y eso hace que el funcionamiento de los terrarios despierta incluso cierta admiración», confiesa Lorena.
Los cuidados
Hay dos preguntas a las que tiene que responder de forma casi continua a quienes descubren por primera vez los terrarios y su funcionamiento. Para ninguna de las dos hay una única respuesta. La primera tiene que ver con cuántas veces hay que regarlos. «Siempre digo que hay que respetar dos pautas con los terrarios: una es que tengan luz sin que les dé el sol de manera directa y la otra es no regar», determina. «¿No hay que regarlo nunca? Sí, hay que regarlos porque son plantas vivas y el sistema no es hermético, pero no tengo ni remota idea de cuánto, porque depende de la temperatura de tu casa, de la luz… No sé nada de las condiciones en las que vive», afirma.
Sin embargo, aclara: «Lo que sí puedo decir es cuándo no debes regarlo y es mientras haya condensación. Mucha gente cuando ve que se condensa lo abre, pero los terrarios tienen esa condición, no vas a tener un vidrio transparente las 24 horas del día porque sus propios ciclos se hacen dentro, también el ciclo del agua». Por eso, puede requerir desde dos o tres riegos al año a ninguno. Dependiendo del tamaño y de las condiciones ambientales en las que esté ubicado. En todo caso, Lorena habla de humedecer más que de regar.
La segunda pregunta es cuánto viven. Y como ocurre con la anterior, tampoco existe una respuesta. «Duran mucho tiempo, pero todo depende de la suerte que tengas con la salud del terrario o del mantenimiento. Igual que no sabes cuánto te va a durar una mascota, no puedes saber cuánto dura un terrario. Lo que sí puedo asegurar es que un terrario puede durar muchos años con unos mínimos cuidados», afirma.
En todo caso, la formación de los terrarios de El Escondite Verde es totalmente artesanal y personalizada. Normalmente, explica Lorena, se utilizan plantas de climas tropicales que hacen más fácil el proceso. «No se puede hacer un terrario con cactus, tendría que ser abierto porque necesitan un ambiente seco», pone por ejemplo.
Lo hace con tanto mimo que asegura que para ella «un terrario muerto es un fracaso». De hecho nunca se deshace de ellos, ni reutiliza las plantas aunque tenga algún problema: «Es como que cada pequeña creación que hago tiene su propia vida y merece mis respetos». La delicadeza con la que trabaja las plantas es uno de sus valores añadidos frente a los que se hacen en cadena, de una forma más industrializada. Estos llegan normalmente importados desde Holanda y son su principal competencia. Pero Lorena los crea completamente artesanales y personalizados.
Eso sí, explica que es necesario encargarlos con cierto margen de tiempo: «No puedo hacer un terrario y entregarlo mañana. Lo hago, me lo quedo dos o tres semanas para asegurarme de que estabiliza, que las plantas prenden bien y no hay ninguna enfermedad, y luego ya lo entrego; así consigo minimizar riesgos». Con sus propias manos crea cada terrario atendiendo a las peticiones de los clientes. Ha perdido la cuenta de todos los que ha hecho, pero sin duda confirma que más de un millar. Como en todos los oficios, la experiencia es un grado y Lorena tiene sus propios secretos para elaborar estos pequeños jardines y que todo vaya bien.
Talleres para todas las edades
Otro de los nichos de negocio de Lorena son los talleres de terrarios, que realiza para todo tipo de público. «Sobre todo desde el confinamiento estamos cansados del tema compra online, de hacer cosas sin tocar. La gente demanda cosas más personales», apoya. Por eso sus talleres están teniendo mucha aceptación y cada vez son más las personas que se inscriben para hacer su propio jardín encapsulado.
En ellos trata de que sus alumnos empiecen de cero. «Hay ciertas técnicas que ya requieren un poquito más de práctica, o plantas cuya manipulación es más difícil y tienes que tener más cuidado. En los talleres trabajo con plantas más sencillas e intento que la gente se divierta y no sufra», apuesta. Por eso cree que se pueden hacer tanto para un público infantil como para personas de avanzada edad, aunque sean con formatos más sencillos: «Para que puedan ponerlo en su mesita y disfruten de algo que han hecho con sus manos», apoya Lorena.
Es una enamorada de estos pequeños frascos repletos de vida, y continuará dedicada íntegramente a ellos: «Tienen un efecto terapéutico, te quedas mirando para ellos y te dan ganas de hacerte pequeño y meterte ahí».