La asturiana que hace obras de arte a partir de cacahuetes o conchas de mejillón y ha triunfado en el mercado navideño de Oviedo
Asturias
Belén Castro crea artesanalmente piezas a partir de materiales procedentes de la naturaleza. Comenzó a realizar estos trabajos por «pura casualidad» y a día de hoy se gana la vida con ellos. Unos «bichos» que «están ya por medio mundo» y que llaman la atención de cualquiera. No es para menos porque esta avilesina afincada en Villanueva de Oscos es capaz de recrear a Don Quijote de la Mancha y hasta El Principito
12 Jan 2024. Actualizado a las 10:05 h.
Seguro que en más de una ocasión te encontraste mientras paseabas por el bosque o por algún parque con un erizo de castaña. Lo más probable es que hayas comprobado si en su interior había dicho fruto seco y hayas continuado tu camino sin más. En cambio, por extraño que parezca, hay personas como Belén Castro que valoran esta corteza espinosa. Con ella, esta avilesina afincada en Villanueva de Oscos, consigue recrear la figura de un oso pardo. Utilizando además la cáscara del pistacho y alguna que otra bellota realiza las facciones de la cara del plantígrado.
También a partir de la semilla de una cereza, de la cáscara de un cacahuete y de hojas de magnolio, entre otros materiales orgánicos, reproduce a Don Quijote de la Mancha. De igual modo, con el esqueleto de una merluza y del pollo consigue crear automóviles. Con estos y otros muchos más productos procedentes de la naturaleza como puede ser la concha de un mejillón o las capas de una cebolla, representa también con todo lujo de detalle oficios como puede ser un biólogo o un pianista, incluso es capaz de hacer personajes ilustres como Einsten o el protagonista de El Principito.
A sus 59 años y artísticamente conocida como El Mago de Palo, la avilesina domina a la perfección la técnica. No es para menos ya que lleva media vida dedicándose a realizar estas piezas de artesanía que llaman la atención de todo aquel que las mira. Fue a mediados de la década de los 90 cuando comenzó a dar rienda suelta a su imaginación. Y lo hizo por «pura casualidad».
Tras quedar en paro porque la empresa para la que trabajaba como publicista quebró, se fue a vivir con su pareja a Pendueles, en Llanes. Tenía claro que no iba a volver a emplearse en algo relacionado con su profesión y mientras que daba vueltas en su cabeza para ver cómo podía ganarse la vida, aprovechaba para recoger aquellas cosas que se encontraba en la naturaleza. Desde una piedra, una hoja o un simple palo. «Era algo que hacía desde bien pequeña». Hasta que llegó un momento que tal era la cantidad de objetos acumulados que decidió experimentar con los mismos.
Como las manualidades siempre habían sido lo suyo, con aquellas semillas de eucalipto que había recolectado empezó a formar piezas de ajedrez. A partir de ahí comenzó a recrear juegos antiguos que «forraba» con hojas y, con el tiempo, decidió darle vida a aquellas «bonitas piedras» que había ido recogiendo durante sus viajes. Inventó «un bichito» al que bautizó con el nombre de Ocioso, a quien colocaba tumbado, mirando o incluso meditando en cada una de las pequeñas rocas.
Meses después, sirviéndose también de las pieles de frutas o verduras y haciendo uso de semillas o cualquier otro alimento, empezó a recrear todo tipo de animales. Desde búhos, tortugas o vacas hasta elefantes. Fue incluso un paso más allá, personalizando las profesiones y plasmando paisajes. A día de hoy es capaz de reproducir a partir de productos naturales acciones cotidianas del día a día como puede ser ver en la televisión un partido de fútbol, en compañía de familiares y amigos, o la celebración de un banquete.
Un minucioso trabajo que requiere maña, paciencia y mucha imaginación. «Esto es como una planta, que si la riegas crece más. Aquí pasa lo mismo, cuanto más haces, más cosas se te ocurren por hacer», confiesa Belén, quien asegura que la clave también está en el tiempo, en tenerlo y saber cómo gestionarlo. «Tienes que tener tiempo para poder pararte en un sitio y observar tranquilamente hasta que te surge una idea. Luego ya es solo desarrollarla».
«Hay cosas que no parecen lo que son hasta que no lo pones en un contexto», asegura antes de coger una madera en forma de cuña y colocarla sobre la parte inclinada de la misma una pipa: «Puede ser el patinete de un bichito que pondré patinando sobre esta cuesta». También «la actitud» de los materiales empleados dice mucho. «Dependiendo de cómo pongas un palo puede parecer que el personaje está azotando o fumando», apunta.
Aunque este trabajo requiere dedicación, Belén Castro no cobra a raíz del tiempo empleado sino que lo hace en función de la exclusividad de la pieza. Las que es capaz de reproducir una y otra vez como puede ser Albert Einstein, aunque emplee muchas horas para hacerlas, no las vende «tan caras» como aquellas que jamás podrá volver a replicar, pese a que estas le han llevado menos tiempo. «Al final lo que cobro es la idea porque el material lo estoy regalando», asegura.
¿Dónde se pueden comprar sus obras?
Para hacerse con algunas de estas increíbles piezas tan solo hay que ponerse en contacto con Belén. Es posible hacerlo a través de sus redes sociales. También en aquellas ferias y mercadillos a los que acude como el de Ribadesella, Porrúa, en Llanes, o el que tiene lugar en Oviedo durante las fechas navideñas y en el que triunfa año tras año. Aunque no forma parte de su «ideal de trabajo», dado que quiere que sea el material el que la hable, para poder vivir de esto también recoge encargos.
«En Cataluña tengo un cliente al que le hice varias maquetas. Una orquesta sinfónica, también una tienda de bicicletas dentro de una ciudad y ahora me ha pedido que le haga las salas de sus gimnasios, la de cardio, pesas, zumba…. He hecho también el Ayuntamiento donde se iban a casar unos novios y los hice también a ellos. La novia la hice con ajo y cebolla y el novio fue vestido con vainas», detalla agradecida y orgullosa a partes iguales.
Al tener «una clientela muy fiel y muy buena», los «bichos» de Belén «están ya por medio mundo». Y no es en vano, asegura que hay piezas suyas en Nueva York, Japón, Australia e incluso Abu Dabi. «Es increíble y eso que tampoco me doy a conocer». Es más, mucha gente piensa que quién está detrás de todos estos trabajos que llevan la firma de El Mago de Palo es un hombre. Pero nada tiene que ver con la realidad, dado que su nombre artístico se debe a que una vez encontró en el jardín de su casa un palo que toda la pieza en sí parecía un mago.
De todos los trabajos realizados, sin duda alguna, el más especial fue la Orquesta Sinfónica. «Cuando recibí el encargo me acababa de separar de mi pareja, que era quien solía hacer los músicos. Como era compositor los hacía impecables, con sus posturas e instrumentos, yo como no soy músico me cuesta casi pensar cuál es el violonchelo o el contrabajo. Entonces a me daba un poco de miedo tener que hacer los músicos porque yo hasta ese momento hacía más bien deportistas, paisajes... Pero la verdad que me quedaron muy bien y me hizo mucha ilusión. Además, el cliente no quería ni siquiera que el piano fuese un mejillón y le hice un colino con cosas naturales. Fue un verdadero reto», relata.
Y si hablamos de futuro, Belén Castro ya solo piensa en la jubilación. Le quedan pocos años para disfrutar de ese merecido y ansiado descanso, pero hasta que llegue el momento de poner fin a su carrera profesional seguirá dando rienda suelta a su imaginación para crear a partir de cualquier material que encuentre en la naturaleza auténticas obras de artesanía.
No sabe si cuando ella lo deje, alguno de sus hijos mantendrá vivo El Mago de Palo. Cabe la posibilidad de que haya un relevo generacional ya que su hijo Elio Pistolesi realiza alguna que otra figura. «Tiene un talento increíble y hace cosas mejor que yo, hace auténticas virguerías. No sabe si se quiere dedicar a esto porque todavía es muy joven pero sí me ayuda y me implica a su manera», asevera orgullosa mientras crea un Ocioso.