Seis mujeres rurales de Asturias para homenajear a «muchas más»
Asturias
La Red Asturiana de Desarrollo Rural (Reader) nombra a la redera Teté, María Teresa Costales Obaya, Mujer Rural de Asturias 2023: «Este oficio no puede desaparecer»
15 Oct 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Son solo seis mujeres, pero como bien dicen ellas mismas, «este premio lo merecen otras cientos de miles más». Con motivo del Día Internacional de la Mujer Rural, cada año la Red Asturiana de Desarrollo Rural (Reader) elige a una emprendedora proveniente del mundo rural del Principado para distinguirla como Mujer Rural de Asturias. Un galardón que reconoce valores como el trabajo, la dedicación y la larga trayectoria de este grupo de profesionales tan diversas que, sin embargo, crean sus proyectos bajo un mismo objetivo en mente: dar impulso a unos territorios a veces desatendidos. Cada una ha triunfado a su manera, con proyectos innovadores, diversificando su actividad, desarrollándose en el sector agroganadero, impulsando el tejido asociativo de su concejo… O bien a través de revalorizar tradiciones rurales casi perdidas.
Esa premisa es la que lleva movilizando a la premiada de este año durante sus tres décadas de trayectoria. Se llama María Teresa Costales Obaya o Teté, como se la conoce popularmente. Reconocida como Mujer Rural 2023, hoy recoge el premio durante el acto organizado en Luarca, un pueblo de mar al igual que Lastres, el «puerto» del que hizo su hogar y por el que uniría su vida al mar de forma inseparable. Ella nació en Tornón, un pueblo de Villaviciosa, pero tras mudarse a Colunga, se prendó de un pescador que acabaría siendo su marido. Su enamoramiento llegó después, cuando conoció el oficio de redera. «En Lastres por aquel entonces había muchísima actividad pesquera, el puerto tenía mucha vida, yo veía a la gente dedicada a la mar y aquello me fascinó desde el principio», recuerda.
Sin embargo, su idilio con el oficio de coser redes tuvo que esperar hasta que sus hijas se hiciesen mayores: «eran más prioritarios los cuidados que la economía, pero cuando crecieron y se independizaron eso cambió y pude ponerme a trabajar más tiempo». Cuando estuvo ocupada en una pescadería, le ofrecieron hacer un curso de costura de redes pesqueras y no volvería a soltar las agujas desde entonces.
Y mientras cosía, le dio tiempo a observar el deterioro de una labor que para muchas cosas no encuentra sustituto en el trabajo mecanizado. «La redera siempre ha sido autónoma y estás sujeta al trabajo que haya cada día y a que haya barcos que te contraten para llevar a cabo una tarea». Esta situación se da en un oficio mayoritariamente femenino, aunque en Lastres también hubiese «mucho redero» masculino. Al parecer, sus condiciones siempre han sido diferentes. «Ellos son asalariados, contratados para formar parte de la plantilla de un barco y eso da más estabilidad», describe Teté. Este paulatino deterioro para ellas ha puesto en peligro de extinción a la actividad, con Costales como una de las últimas rederas del oriente asturiano.
Contra ese abandono ha decidido luchar de distintas formas: dio clases para obtener el certificado de profesionalidad de la Escuela Náutica que oficializa la labor de redera, impulsó la creación de la Asociación de Rederas de Bajura de Asturias (AREBA) y formó, junto a otras dos compañeras, una comunidad de bienes con taller y tienda. En ella venden artículos muy distintos, desde útiles para la pesca deportiva hasta souvenirs hechos a partir de redes para los turistas. Relevo generacional y diversificación han sido los dos pilares sobre los que Teté ha basado su estrategia para que no se deje de tejer nunca. Para ella la cuestión es simple, «este oficio no puede desaparecer». De Reader ha agradecido «que valoren el esfuerzo de tantos años» y recuerda el recibimiento «con mucha sorpresa».
Lo mismo le ocurrió a Isabel Álvarez Rodríguez, la Mujer Rural «pionera». Fue la primera en recibir el reconocimiento en 2018 y, al igual que la última premiada, no creía haberlo ganado cuando se lo comunicaron. «No sabía ni que existía y pensé incluso que se habían equivocado y sería para otra persona, a mí me sonaba raro y entonces no hice mucho caso. Pero cuando entré en el mesón para atender a los clientes ya había bastante revuelo porque estaba saliendo la noticia en la TPA», recuerda entre risas.
El mesón, precisamente, forma parte del proyecto que Reader decidió valorar entonces. Rodríguez, natural de Ibias, comenzó su labor hace 43 años, cuando adquirió la tiendina-bar Eiroa especializada en carnes, desde la cual se expandió para abrir un mesón y un conjunto de alojamientos. Tiene muy clara la importancia de la figura femenina en los pueblos. «El medio rural sin la mujer es imposible», porque «sin desmerecer el papel del hombre, las mujeres solemos cumplir con una función imprescindible para el mantenimiento de lo rural, y es la creación de comunidad», explica. «Nosotras hacemos más piña, cohesión familiar, reforzamos vínculos y establecemos más raíces con nuestra tierra».
«La gente no se acuerda de lo necesario que es mantener el entorno rural hasta que le empiecen a cobrar 6 o 7 euros por la leche»
Además de ensalzar el rol de la mujer, la ibiense cree que premios como este «hacen que el campo esté en el centro de la conversación» y «se ponga de relieve todo su valor», porque «la gente no suele acordarse de su importancia hasta que le empiecen a cobrar 6 o 7 euros por la leche». También tiene palabras para las administraciones, porque está convencida de que sobre el entorno rural en Asturias «queda mucho por hacer». «Hay que legislar de otra manera para el medio rural, no se pueden crear las mismas normas que para los municipios urbanos porque las realidades son distintas». Así, opina Rodríguez, se facilitaría el emrendimiento y permitiría crecer estas zonas, porque «ya se ha visto que nuestros proyectos funcionan igual».
Por último, Isabel sabe que la gala de entrega de hoy «no será lo mismo» porque «echaremos mucho de menos a Rosa». Hace días, se produjo un accidente de autobús en Venecia tras precipitarse por un puente. En él viajaba Rosa Rodríguez, Mujer Rural en 2022, junto a su hermano. Ambos se encuentran hospitalizados en Italia ante las quemaduras sufridas durante el suceso.
Natural de Degaña, obtuvo el reconocimiento por su labor para promover el desarrollo del concejo y por dar a conocer la cultura de los cunqueiros, oriundos de esta zona del suroccidente de Asturias, con la apertura de su negocio, La guarida del cunqueiro. «Tanto ella como su hijo no dejan parar esas cabezas pensando cómo dinamizar la zona, cómo atraer gente, cómo hacer de un lugar alejado del centro un atractivo cultural, aprovechando todo el potencial de esta tierra cunqueira», cuentan en Reader. Todas las premiadas, además, admiran «su lucha por preservar la tradición», la misma que reconocen en Teté.
Inmaculada Adeba, distinguida en 2020, admite que ambas «han conseguido llevarnos la mirada hacia esos oficios antiguos» y, en especial, «nos han recordado lo que aportan, por qué hay que impedir que se pierdan». Su caso no tiene que ver con la tradición, sino con innovar. Además de una explotación caprina, Adeba creó la yeguada Albeitar de caballos de pura raza y orientación deportiva, un negocio bastante especial del que germinó un hotel rural complementado por actividades relacionadas con la yeguada. Entre sus últimas ideas, se encontraba una marca de miel propia o la puesta en marcha de una quesería, entre otras. Una mente que no descansa nunca y todo desde Villayón, su casa.
En su opinión, el premio de Reader le ha dado dos cosas, «igual de importantes». La primera tiene que ver con tejer red: «Me puso en contacto con bastantes mujeres y que las emprendedoras en entorno rural creemos comunidad siempre reconforta mucho, venimos de lugares muy diferentes pero compartimos problemáticas». Y en segundo lugar, recuerda que sus negocios se vieron favorecidos por la repercusión publicitaria que este supuso.
Le ocurrió lo mismo a Ana Labad. La madrileña afincada en Luarca y premiada en 2021 afirma que la fama que Reader dio a su negocio fue mayor que la que ganaron cuando les concedieron el Tenedor de Oro, una distinción a nivel internacional. De esa manera, Conservas Hazas, la aventura emprendedora que le valió para ganarse el premio, pasó a ser la única conservera en contar con él. «Y que se genere mucho eco siempre es positivo porque hace que la gente que ahora no se plantea emprender en un pueblo lo intente», reflexiona. De otro modo, ve con humildad su premio y cree que la elección de la Mujer Rural de Asturias sirve, sobre todo, «responde a valorar a las mujeres rurales que de verdad no lo tuvieron tan fácil hace años como nosotras ahora, es por ellas».
Su compañera premiada en 2019, la Mujer Rural Josefa Vega Suárez, está de acuerdo con Labad en las facilidades que de ahora, empezando por «las nuevas tecnologías». Ella puede comparar esa agilidad con la misma labor que desempeñaba hace 20 años, como propietaria de una ganadería láctea en un pueblo de Carreño, que con el tiempo acabó ampliando para gestionar varias casas rurales en la modalidad de agroturismo. Con un afán asociativo casi vocacional, preside la Asociación de Mujeres Rurales Nosotras, lo que le permite observar una tendencia que es «motivo de alegría». «En los últimos años, se está produciendo un éxodo de mujeres que se lanzan al entorno rural a emprender, porque a lo mejor quieren una calidad de vida diferente o porque se cansan de trabajar en un entorno urbano tan masificado», afirma la ganadera.
En cualquier caso, coincide con sus compañeras en afirmar que «se necesita seguir distinguiendo a Mujeres Rurales de Asturias y hacer otras mcuhas más iniciativas», porque los concejos rurales «son los grandes olvidados». «Hay que mantener a los jóvenes vinculados al medio rural porque desde aquí está todo por hacer», sentencia.