Cómo se diseña el hórreo del futuro
Asturias
El Laboratorio Biomimético estudia en Ladines (Sobrescobio) formas de repensar la tradición y construir con IA diseños basados en la naturaleza
09 Oct 2023. Actualizado a las 05:00 h.
¿Cómo es el hórreo del futuro y para qué vamos a utilizarlo? ¿Puede una madreña evolucionar hasta convertirse en un calzado del siglo XXI? ¿Podemos construir cosas basándonos en la idea del cebatu? ¿Qué podemos hacer para aprender de nuestro entorno natural y hacer herramientas y diseños más eficaces que nos mejoren la vida?
Todas estas preguntas, y muchas más, se las hacen continuamente el diseñador Manuel Persa y su mujer, la arquitecta Marlén López. Viven con sus dos hijos en un entorno muy propicio para ello: Ladines, un pueblo de 30 habitantes situado en el concejo de Sobrescobio, en pleno Parque Natural de Redes, donde han puesto en marcha el Laboratorio Biomimético, una iniciativa para dar rienda suelta a la creatividad y, al mismo tiempo, investigar sobre las infinitas posibilidades del diseño basado en la naturaleza.
En eso consiste la biomimética, en inspirarse en la naturaleza, que a lo largo de millones de años ha desarrollado y perfeccionado «tecnologías» de una eficacia extraordinaria, para aplicar su sabiduría a la actividad humana. A esta enseñanza de la naturaleza unen también la de la tradición. A lo largo de la historia, muchos pueblos se las apañaron para diseñar de una forma inteligente y eficaz herramientas o espacios con los materiales que de los que disponían. Buen ejemplo de ello es el hórreo, una solución brillante para almacenar los productos y aislarlos de los roedores. O el cebatu, una estructura tejida con varas de avellano cuya consistencia y versatilidad están fuera de toda duda.
La pareja tiene un estudio de diseño, imagen corporativa e interiorismo llamado Volumínica. En el marco de este trabajo, empezaron a hacer cada vez más proyectos en los que la sostenibilidad tenía un papel muy importante en la creatividad. Empezaron a repensar la manera de diseñar. Un punto de inflexión fue el máster en arquitectura biodigital que hizo Marlén en 2009 en Barcelona, donde descubrieron la biomimética. «A partir de ahí, empezamos a ver que lo que nos gustaba era, en vez de inspirarnos en diseñadores o arquitectos, fijarnos en cómo diseña y fabrica la naturaleza», explica.
Todos los veranos organizan el llamado Summerlab Biodesign, una formación desarrollada en dos semanas en la que profundizan en los últimos avances de la materia, y que este año ha contado con personas procedentes de toda España, así como de Italia y Portugal. El interés de la formación está en que los diseños se pueden materializar convertidos en prototipos con impresoras 3D, fresadoras CNC y otras tecnologías. Para el próximo año, su ambición es incorporar a la formación la arquitectura vernácula y el diseño kilómetro cero, para profundizar en esas soluciones que han funcionado en Asturias y cuyo testimonio está en todos los pueblos de la zona rural. Aunar en los diseños tecnología, naturaleza y tradición.
Persa señala que la Inteligencia Artificial (IA) ha marcado un antes y un después en la biomimética. La naturaleza tiene diseños muy complejos cuya reproducción sería muy difícil si no contásemos con ella. Y aunque la tecnología digital había mejorado el proceso en los últimos años, la IA ha disparado su velocidad. Y las posibilidades son infinitas.
Paradójicamente, la IA, que despierta tantos recelos por un posible exceso de dependencia tecnológica en la sociedad, se está convirtiendo también en una forma de mirar de nuevo a la naturaleza. «La gente quiere volver a repensar, tener técnicas para diseñar de otra manera; se nos ha ido mucho la olla y estamos volviendo atrás», sostiene Persa. Pensemos en los biomateriales cien por cien biodegradables o en las estrategias de reducción del consumo energético diseñadas con IA. Las posibilidades son infinitas.
Con todo, la biomimética no es algo nuevo. Simplemente se ha acelerado y sofisticado. El velcro, por ejemplo, es un material biomimético. A Georges de Mestral se le ocurrió un día mientras paseaba por los Alpes con su perro, al ver que las semillas de bastrana se quedaban pegadas a su pantalón y al pelaje de su perro. Observó por el microscopio que tenían unos ganchitos que eran los que se adherían a las superficies, y se dispuso a imitarlos. Conseguirlo le llevó diez años. Esa es otra lección importante. Aplicar las estrategias de la naturaleza no siempre es fácil, y en todos los casos lleva mucho trabajo.
«Las soluciones son siempre buenas, el problema es llevarlas a cabo de la forma más correcta; en la naturaleza funcionan, pero al tratar de aplicarlas, muchas veces empiezan los problemas», asegura Persa. El cambio de escala suele ser uno de los principales problemas. Si el velcro funcionó fue, precisamente, porque se logró imitar a la misma escala que la naturaleza, con ganchitos del mismo tamaño, y de esa manera pudo funcionar a la perfección.
Un hórreo para el siglo XXI
La Inteligencia Artificial (IA), asegura Manuel Persa, permite hacer los prototipos de una forma muy rápida, y el diseño de los hórreos del futuro es buen ejemplo de ello. «Miramos cuáles son las partes específicas que tiene un hórreo, lo definimos bien y a partir de ahí empezamos a jugar», explica. Puedes convertirlo en una vivienda, en un almacén, en cualquier cosa. Y a partir de lo que va saliendo se modifican los parámetros hasta llegar a lo que uno quiere. El resultado es un abanico infinito de creaciones que aparece de forma inmediata.
Con todo, no hay que llamarse a engaño respecto a la facilidad con la que podemos realizar un proyecto, porque en cierto modo, como señala Manuel Persa, estamos «empezando la casa por el tejado, haciendo una visualización final sin tener el trabajo previo». En arquitectura, el trabajo se hace a la inversa. Primero se hacen los planos y se establecen las prioridades del cliente, y a partir de ahí se diseña y se visualiza el trabajo. Con la IA, aparece solo el resultado final.
«El edificio está vacío, no tiene un trabajo detrás; la IA sirve de ayuda para diseños y soluciones, pero luego hay que trabajar el interior». La idea es que la máquina sirva de ayuda para tener un montón de soluciones creativas, para que el diseñador tome la que más le guste y trabaje a partir de ellas.
Persa asegura que empezaron con el proyecto de los hórreos al comprobar que muchos ellos se abandonaba y se dejaban sin rehabilitar por falta de uso. Aunque se trata de edificios protegidos, es complicado conseguir que se conserven cuando no se les da un uso. El de almacén, que es por el que nacieron, apenas se conserva, porque muchas viviendas en las que están han abandonado la actividad agrícola, y también porque se usan otros lugares de almacenamiento más adecuados a nuestros tiempos.
«Creo que habría que conservar ciertos hórreos, mantenerlos tal cual están, pero hay muchísimos que si no les das uso, van a caer, y una vez en el suelo, ya no hay hórreo», propone Persa, si bien es consciente de que es complicado cambiar el uso y, al mismo tiempo, mantener la esencia. El caso es repensar lo que hacemos y buscar, mirando a la naturaleza y a la tradición, una forma nueva de mirar al futuro.