La propuesta de «Asturies Insumisa» para evitar que el Principado se convierta en un «parque temático natural»

Hace unas semanas, la ciudad de Gijón estaba efervescente mientras celebraba su Semana Grande y acogía a miles de turistas. Muchos de ellos suelen peregrinar hasta el paseo del Muro, en la playa de San Lorenzo, para hacerse una fotografía con la icónica estampa del arenal y la iglesia de San Pedro a las espaldas. Sin embargo, aquellos que estuvieron allí presentes el 12 de agosto vieron algo distinto que ocupó su imagen. Una enorme pancarta desplegada a los pies de Campo Valdés rezaba «Asturies pa vivir, non pa especular. Stop xentrificación». Días más tarde, los visitantes de la Feria de Muestras (otra fecha importante en el verano gijonés) leían a las puertas: «Turismu masivu, malu pal turista, malu pal nativu». 

Ambas declaraciones apelativas a 'los de fuera' pertenecen a Asturies Insumisa, una nueva plataforma que ha aterrizado en el tejido asociativo de la región durante los meses de julio y agosto y orienta sus primeras acciones «hacia lo que marcaba el calendario», es decir, la recepción de un turismo «masivo», como señala uno de sus portavoces, Mariano Suárez Rodríguez. Pero «ojo», aclaran, «no nos oponemos al turismo, sino que reclamamos más medidas reguladoras para que este pueda convivir con la realidad diaria de los asturianos».

La asociación aglutina a una docena de organizaciones sindicales, políticas y sociales de izquierda, como Hostelería en Llucha, Andecha Astur, La Clase Trabayadora, Bloque Astur Trans en Llucha (Batel), la Coordinadora de Asturias por la Defensa del Sistema Público de Pensiones (Coespe) y trabajadoras del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD), entre otras. En su hoja de ruta, preveen sumar a más colectivos con los que profundizar en otras áreas de su interés diferentes la actividad turística, como la vivienda, el sector primario o la población joven. Pero entretanto, la prioridad consiste en exigir un modelo de turismo sostenible a través de una nueva Ley de Turismo. La norma vigente en el Principado en materia turística se aprobó en el año 2001 y solo sufrió una modificación en 2011, algo que Suárez percibe como «insostenible» ante los cambios tan «brutales» que han experimentado la demanda y oferta del sector en la última década.

Las predicciones, además, vaticinan que estas transformaciones irán a más, desde que comienza a asociarse a la región asturiana el reclamo de «refugio climático», ante el aumento de las temperaturas en el resto del país por encima de los 40 grados en verano. El reclamo acabará convirtiéndose en realidad, según concluye un análisis elaborado por el Joint Research Centre (JRC), un grupo de científicos dedicado a investigar para la Comisión Europea. En el estudio, cuyas conclusiones recoge el diario El País, se ofrecen distintos escenarios sobre cómo cambiarían las visitas a destinos europeos según la evolución del calentamiento en el continente. 

En el peor de los casos, donde la temperatura media global aumentaría hasta los cuatro grados, Asturias experimentaría un incremento de la demanda turística del 4,2%. Y en cualquiera de los tres escenarios restantes, menos trágicos, el número de visitantes seguiría creciendo en el Principado para los próximos años. Con estos posibles cambios sobre el paradigma turístico español encima de la mesa, en Asturies Insumisa buscan trasladar la reflexión a las afueras de la región, «a quienes nos visitan». «En algunas concentraciones se nos acercaron personas de Baleares para decirnos que intentemos gestionar la masificación a tiempo y que ellos ya han perdido esa batalla. Asturias aún tiene una oportunidad», recuerda Suárez.

«Personas de Baleares se acercaron a nosotros para decirnos que intentemos gestionar la masificación a tiempo y que ellos ya han perdido esa batalla. Asturias aún tiene una oportunidad» 

 Impuesto del turismo sostenible, con vuelta para los concejos

Del archipiélago balear también exigen tomar ejemplo con la ecotasa implementada en el año 2016 por el gobierno de las islas. Con ella, se establece un impuesto por persona a las pernoctaciones hechas en cualquier tipo de alojamiento. La horquilla de importes varía en función de la clase de establecimiento turístisco (desde hoteles de cinco estrellas hasta apartamentos o campings) y del mes del año en el que se produzca el viaje. La tasa superior establecida por las islas es de cuatro euros.

«Tiene sentido que la persona que disfrute de su estancia en un territorio y disfrute de sus recursos y servicios, tenga que compensarlo de alguna manera», advierte Suárez. Calcula, además, que desde enero hasta mayo de 2023 «hubo en Asturias un millón y medio de pernoctaciones». Si multiplicamos el volumen de turistas percibido por la tarifa más alta de la ecotasa balear, «habríamos ingresado seis millones y medio de euros». 

Mientras en Baleares los ingresos generados por el impuesto al turismo son gestionados por la Consejería de Turismo pertienente, desde Asturies Insumisa plantean una reinversión directa a los concejos protagonistas: «que sea un dinero destinado a compensar a los municipios para cubrir los sobrecostes en limpieza, transporte público, mejoras en movilidad e incluso consumo de agua» generados por la absorción de visitantes. «Cangas de Onís tiene el mismo número de habitantes que plazas de vivienda turística. ¿Cómo se garantiza la calidad de vida de residentes y turistas en una localidad que duplica sus habitantes de un día para otro?», argumenta. 

Por último, la plataforma progresista habla de cuestiones asociadas al fenómeno turístico como la «gentrificación» en determinadas localidades. Por ejemplo, Gijón y el barrio de Cimadevilla. «Si las condiciones laborales en algunos entornos se vuelven precarias y los alquileres suben sin control, contribuimos a que aumente la despoblación y la falta de residentes jóvenes», concluyen.