Siete rutas con cascadas y pozas para refrescarse en Asturias
Asturias
Un recorrido por algunas de las cascadas más bonitas de la región, con los imponentes saltos de agua como protagonistas
24 Jul 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Tan solo los tonos de azul y verde hacen falta para configurar la paleta de colores del paisaje asturiano, algo que se retiene en la intuición tanto de autóctonos como de visitantes. Esa gama se traduce en sus elementos básicos; vegetación y agua. Y aunque al Principado se le conozcan sus cientos de kilómetros de costa en los que se dibuja la unión cromática mencionada, cuentan con el mismo encanto y belleza los ríos, lagos y cascadas de agua dulce formados en el corazón regional.
De hecho, en distintos bosques y montes repartidos por la geografía autonómica, existen algunos saltos de agua dulce que merecen la pena visitar. Aunque en los días de verano la playa siempre parezca la primera opción, organizar una jornada de senderismo que termine con un chapuzón bajo los chorros de estas formaciones puede resultar una alternativa sorprendente. A continuación, sugerimos siete tesoros de la naturaleza asturiana en forma de pozas de fácil acceso:
1. Ruta del Alba (Sobrescobio)
Inaugura la lista una de las rutas más conocidas de Asturias. Declarada Monumento Natural, esta pista discurre en todo momento junto al río Alba y por ello circula en el fondo del valle en el que se encaja. En su momento, fue fundamentalmente una ruta de tránsito ganadera y minera después.
En ella, el agua es el elemento protagonista y figura a lo largo del curso fluvial del Alba en multitud de formas. Rápidos, remansos, pozas, arroyos que se cruzan, fuentes y abrevaderos, o en hilillos que salen de la roca. Y, por supuesto, las cascadas, que componen el elemento natural más llamativo a todo el conjunto natural de la senda.
Se trata de una ruta lineal muy sencilla y accesible, de algo más de seis kilómetros y poco desnivel. Para la ida se pueden calcular dos horas.
2. Foces Río Infierno (Piloña)
Hasta que no realices la ruta, no sabrás bien a qué se debe el nombre del río Espinaredo o Infierno. A lo largo de este curso fluvial perteneciente al Parque Natural de Redes, las aguas se moldean a partir de las paredes de piedra que las encajonan en todo tipo de formas y velocidades: cascadas, saltos de agua, toboganes naturales... Todo un espectáculo que acompaña a los 6.6 kilómetros de ruta lineal que lo recorren.
Y pese a lo que pueda pensarse, la bravía de las aguas contrasta con la facilidad del sendero. Comienza en el área recreativa de La Pesanca, cerca de la localidad de Espinaredo y tiene dos partes bien diferenciadas. El primer tramo consiste en un paseo en el que se caminará en paralelo al río, mientras que después el camino se interna en dos arroyos que lo alimentan: el Cubilones y el Moñancos. Tras recorrer las foces de este último afluente se alcanzará el final de la ruta. Unos espectaculares saltos de agua de distinta procedencia que irán intercalándose con tramos más frondosos de bosque, con castaños, robles, avellanos y, por supuesto, hayas.
3. Cioyo (Castropol)
Según la mitología asturiana, esta monumental cascada en el interior del concejo de Castropol bien podría ser un punto de encuentro entre xanas y trasgus, los mágicos personajes más representativos de los bosques de la región. Turismo Asturias la califica como «una de las más bellas de toda Asturias, cargada de magia y de leyenda». Los bosques de la Reserva de la Biosfera Eo-Oscos y Terras de Burón atesoran este particular salto de agua, que prolonga su caída hasta los treinta metros de altura.
El acceso a la ruta se encuentra próximo a las antiguas escuelas de la aldea de Vilarín, a unos 40 o 50 metros. Dura unos tres kilómetros y transcurre por el corazón de un frondoso bosque que finaliza a los pies de la cascada. El recorrido está debidamente señalizado, pero aún así tiene su dificultad, con algunos tramos más estrechos, además de tener que sortear piedras y raíces. No obstante, el esfuerzo y la concentración que requiere habrán merecido la pena al llegar, encontrando sucesivos saltos de agua hasta llegar a la gran cascada. En el camino que conduce hasta ella más cerca hay una cuerda a la que poder agarrarse para no perder el equilibrio.
4. Morlongo (Villanueva de Oscos)
Los Oscos siempre es un lugar que invita a perderse en sus bosques. Por su tranquilidad y quietud, una naturaleza sobrecogedora y un entorno llano que invita al paseo. Además, en la zona abundan los saltos de agua dulce, de todos los tamaños y formas. Desde A Seimeira (con una caída de 30 metros) hasta el propio salto del Morlongo.
Este último cuenta con la ventaja de poder llegar fácilmente en un corto paseo. Pertenece al río Vilanova, que atraviesa el concejo desde el alto de La Garganta hasta Martul, para morir en el río Barcia. La mayoría de su curso transita en paralelo a la carretera de Los Oscos, primero, y a la que une Villanueva con Santa Eulalia, después. En esa primera, a solo tres kilómetros de la Garganta, está señalizado el aparcamiento desde el que se accede a la cascada, que espera tan solo 200 metros de recorrido.
5. Oneta (Villayón)
Las Cascadas de Oneta se encuentran en el concejo de Villayón. Se sale en su búsqueda desde el pueblo que les da nombre, del cual distan kilómetro y medio. Es decir, un breve y sencillo paseo.
A su desenlace se abrirán paso los tres grandes escalones de agua separados unos pocos metros de sí y «que jalonan el río Acebo, uno de los indómitos cursos fluviales de la Asturias occidental que dibuja un paisaje de rocas, pozas y vegetación atlántica», describe Turismo Asturias. Algunos de estos pozos tienen gran profundidad y forman peligrosos remolinos en su interior. Tras ellos, la corriente se precipita verticalmente por una altura que se aproxima a los quince metros para formar la cascada de la Firbia, la más accesible e impresionante de las tres. A la caída de su chorro se forma un circo en el que se genera el gran estruendo de las aguas rompiendo, donde además de la potencia acústica se forman continúas ráfagas de aire y agua pulverizada por la gran caída. Una atmósfera que te envolverá por momentos.
Para encontrar la segunda y tercera cascadas hay que acompañar al río en su descenso entre pozas y pequeños saltos de agua. Son de menor altura pero igual de especiales: la Ulloa y la Maseirua, también escondidas entre el frescor de fresnos y alisos y paredes rocosas llenas de musgo y helechos. Por último, si se tiene tiempo, en Villayón también se puede disfrutar de la ruta de la cascada de Méxica, de diez metros.
Con suerte, a lo largo del paseo se podría avistar alguna nutria, el animal más representativo de este ecosistema. Su posible presencia dice mucho de la calidad ambiental de este entorno, de ahí que le hayan otorgado la condición y protección de Monumento Natural del Principado.
6. Guanga o Buanga (Oviedo)
Sí, a tan solo 14 kilómetros del centro urbano de la capital existe la posibilidad de adentrarse en las profundidades del bosque atlántico en el que se recogen las cascadas de Guanga o Buanga, a buen recaudo en el Valle del Trubia y muy cerca de la famosa Senda del Oso.
El río Guanga se une al Trubia serpenteando con agilidad entre las rocas para dar lugar a esta sucesión de cascadas, doble en algunos casos, a la que le arropan abundantes castaños, abedules, robles, etc.Y donde el sonido del agua también ocupa protagonismo. Con una frondosidad cantábrica propia de la selva y sin abandonar el concejo de Oviedo, estas cascadas son la evidencia de que, a veces, no hace falta viajar muy lejos para encontrar naturaleza en estado puro y monumental.
La ruta puede realizarse de forma circular o lineal y tiene 5 kilómetros aproximadamente. El inicio se encuentra en San Andrés de Trubia. Comienza en el antiguo lavadero de este pueblo y constituye un recorrido muy breve, pero bastante pendiente, así que puede resultar intenso. No obstante, se puede realizar con conocimientos básicos de senderismo, teniendo cuidado para no resbalar por la humedad y no desviarse del sendero señalizado.
A lo largo del camino se pueden ir viendo antiguos molinos y, en lo que fue la aldea de Guanga, aún quedan hórreos y construcciones abandonadas. Un paraje desde el que imaginar estas formas de vidas ya extinguidas.
7. Hayedo de Montegrande y cascada del Xiblu (Teverga)
Este paseo no solo implica disfrutar de uno de los mejores bosques de la región, sino que su recorrido también evoca cierta historia popular. Según dice la tradición, la gente creía que las aguas de esta fuente poseían poderes curativos, por eso muchos leprosos acudían a Teverga para beberla.
La ruta recorre 6,7 kilómetros del Parque Natural de las Ubiñas-La Mesa hasta llegar su punto de mayor interés a través de un camino ancho y muy accesible. Solo se necesitarán dos horas para recorrerlo hasta su colofón, el Xiblu, un conjunto de tres cascadas que suman un total de 100 metros de gran belleza y en las que el agua se precipita de manera desenfrenada monte abajo.