Ni televisión ni wifi y atiende a un máximo de seis comensales a la vez: así es la «trattoria» rural de Valentina Greco
Asturias
La italiana, afincada en Villaviciosa y propietaria de «Que cocine Valentina», reflexiona sobre su pequeño servicio de cucina italiana y sobre emprender en el mundo rural
09 Jun 2023. Actualizado a las 10:16 h.
Puede que no lo haya dicho nunca públicamente, pero después de escucharla hablar un rato sobre su negocio (con una increíble adulación) lo confesará. La apertura de su trattoria rural en la Venta las Ranas (Villaviciosa) parece a priori una maravillosa coincidencia, fruto de una decisión espontánea por lo que la vida en Asturias le deparó. Pero todo responde a su sueño de la infancia. Valentina Greco recuerda con mucha lucidez su fascinación por un restaurante que solía frecuentar con su familia cuando era pequeña en sus visitas a un recóndito pueblo de la costa de Liguria. «Su estilo de trabajo y de vida sin duda fueron inspiradores para mí». Solo dan servicio de cenas porque las mañanas se dedican a comprar lo que se les ofrezca en el mercado, pescados frescos del día, cocina muy de temporada, pocas mesas, una carta muy pequeña que cambia con los productos de cada semana... Hoy, los dueños del restaurante son buenos amigos suyos, ha conseguido crear su propia réplica en el lugar que se ha convertido en hogar bajo el nombre «Que cocine Valentina» y tiene todo lo que quiere. Ni más, ni menos.
El propio nombre de la trattoria constituye toda una declaración de principios, ya que recoge muy bien el carácter de la cocina y el tipo de negocio que ha querido crear esta asturiana adoptiva proveniente de Milán. No hay un comedor como tal, todas las mesas están al aire libre en un recogido merendero. Tampoco hay televisión ni wifi, para que la conexión con el entorno natural sea directa. Solo atiende una mesa a la vez, de seis comensales como máximo. «Tranquilidad y sosiego» son las máximas de su trattoria. Todo ello guarda mucho de sus antecedentes culinarios más directos: su abuela materna, de Milán, y sus tías paternas, provenientes del sur de Italia.
A todas las diferencias que guardan ambos estilos de cocina, antagónicos entre sí, Valentina conserva el denominador común más importante: cocinar para dar de comer y que sentarse a la mesa sea una comunión, «un motivo de fiesta». «La familia de mi padre era muy grande y mis tías vivían en un pueblo del sur italiano donde conocían a todo el mundo. Si veían a cualquier vecino pasar por la ventana, le llamaban a que subiese a cenar, y si acabábamos siendo 8, 12, 15...Daba igual». Ver a las mujeres de su familia cocinar con semejante pasión por alimentar a sus seres queridos, levantándose a las 5 de la madrugada para cocinar pasar fresca ese día, supuso una enorme fuerte de inspiración para Greco,que años más tarde acabaría imitando.
Si se puede decir que del sur aprendió su tradición culinaria como forma de afecto, del norte heredó la cultura del esfuerzo que su nonna canalizó a través de la cocina. «Mi abuela era una señora muy milanesa, hija de la guerra, y se tuvo que buscar la vida muy rápido para criar a sus 3 hijos mediante cocinar y coser, las dos cosas que mejor sabía hacer», explica su nieta.
Un aterrizaje en Asturias con mucha incertidumbre
Además de las dos filosofías de cocina que mamó en su Italia natal, Valentina también aprecia el bagaje laboral tan distinto en sus 22 años viviendo en España. Empleos muy distintos, mucha incertidumbre, un despido un tanto improcedente a causa de su embarazo, una crisis económica en 2008 de por medio... Han sido muchas idas y venidas, pero la cocinera parece estar agradecida de todo lo ocurrido, porque gracias a ello acabó consiguiendo otra de sus prioridades en la vida, que era poder ver el mar desde su casa. «En un viaje con mi pareja a Gozón cometimos la locura porque no éramos felices en Madrid», explica, y por ello fijaron Pola de Siero como lugar de residencia: «Y los vecinos nos acogieron desde el principio con toda su asturianía, muy generosos, cercanos...».
Al mudarse a Villaviciosa en el año 2010, comenzó cocinando para sus vecinos, «muy agradables y pacientes» y diez años más tarde, en época de confinamiento, acabaría preparando la comida de los jugadores del Sporting de Gijón, el mayor club de fútbol asturiano. «Fue una propuesta que acepté de forma muy espontánea, me dije: ¿por qué no?, y la experiencia acabó funcionando muy bien», reflexiona. Muchos de ellos han ido a visitarla varias veces a su bar en Villaviciosa, por lo que se considera una privilegiada, ya que al tratarse de figuras mediáticas, consiguieron ubicar su trattoria en el mapa para los asturianos más cosmopolitas provenientes de Gijón u Oviedo.
A ambas ciudades les tiene un aprecio muy especial. «Bajo a Gijón dos veces por semana como mínimo», aclara. Reconoce que es una mujer cosmopolita y necesita cierta conexión con la ciudad, pero no quiere nada más de lo que tiene con su actual equipo. «Estoy muy orgullosa de haber abierto en una zona rural y de haber creado una curiosidad a la potencial clientela urbanita. Viene mucha gente a desconectar de la ciudad y pasar el día, Asturias tiene ese encanto», añade.
Emprendimiento en el medio rural y «no trabajar para hacer lo que te gusta»
Bien sabe que emprender en el medio rural no es fácil, pero cree que la Asturias rural es el entorno que más tiene que ofrecer al crecimiento económico de la región. No es fácil: «Pasé mucho miedo y pasé muchas inseguridades, me tuvo que ayudar mi familia…Pero los negocios en los pueblos aportan mucha visibilidad a la comarca, mucha cultura, más dinero de impuestos, más puestos de trabajo…». Por eso mismo, reivindica que haya mayores ayudas por parte del gobierno del Principado, no tanto a nivel de subvenciones, sino en la orientación al emprendimiento.
A propósito de ello, ha querido hacer especial hincapié en sus inicios de la mano de Valnalón o Ciudad Industrial del Valle del Nalón, una empresa de titularidad pública encargada de asesorar y formar al emprendimiento. «Son pioneros y me ayudaron a hacer el plan de negocio de mi empresa. Hasta que no te metes en frente de un ordenador, echas cuentas y ves que todo cuesta dinero, tu sueño no se hace realidad», argumenta.
Cree que quizá su ejemplo y su actual altavoz pueda servir para abrir mayor camino a otras personas interesadas en emprender en los pueblos asturianos, «porque hay mucha gente muy válida y con muy buenos proyectos». «No hay que vivir ni del cuento ni del sueño, si se quiere se puede, pero es bueno que haya ayudas y también hay que darse muchos golpes en la cara». Solo así se deja de trabajar, para vivir de dedicarse a lo que uno quiere, como sintetiza Valentina. En octubre hará 23 años desde que comenzase su vida en España, a donde pudo traer un poco de su pequeña cucina italiana. Y que cumpla muchos más.