Las razones por las que Asturias se ha librado de la peor ola de incendios en España
Asturias
«No hay que lanzar las campanas al vuelo. Con el cambio climático, los periodos de riesgo alto se están ampliando», advierte el gerente del SEPA, Óscar Rodríguez, que explica que los fuegos de este mes en la región se debieron a tormentas eléctricas
20 Aug 2022. Actualizado a las 05:00 h.
La oleada de grandes incendios que sufre España, como otros países europeos este verano, ha convertido a muchas regiones en territorios infernales para quienes están en primera línea luchando contra el fuego. Una de las pocas comunidades autónomas que hasta el momento no ha tenido incendios graves ha sido Asturias, una comunidad que, según está recogido en el Plan de Protección Civil de Emergencia por Incendios Forestales del Principado de Asturias (Infopa), se encuentra en época de peligro medio, que es la época que va del 15 de julio al 15 de octubre. El caso es que teniendo en cuenta las numerosas jornadas de tiempo anticiclónico y altas temperaturas que ha tenido la región en lo que va de verano, «las condiciones meteorológicas podrían haber resultado propicias para los incendios», señala Óscar Rodríguez, gerente del Servicio de Emergencias del Principado de Asturias (SEPA), que estima que la falta de viento en aquellos días fue una de las circunstancias que, «afortunadamente», preservó a Asturias de los incendios.
Por el contrario, las tormentas eléctricas de hace unos días fueron la causa de la mayoría de incendios que se declararon en la región entre el 10 y el 15 de agosto, incendios que fueron de pequeñas dimensiones pero que hicieron que se declarara la Fase de Emergencia del Infopa en situación 0. «Si se nos hubieran lanzado, estamos en verano y la capacidad de propagación hubiera sido alta», manifiesta Óscar Rodríguez, que advierte de que, aunque los meses en los que más incendios se producen en nuestra comunidad son marzo y abril «por el viento del sur y la vegetación reseca», hay que tener en cuenta que con el cambio climático «lo que ocurre en Asturias es que esos periodos se están ampliando a cualquier época».
Por el momento, valora que lo que va de 2022 está siendo «un año bueno en cuanto a estadísticas» incidiendo en que «no ha habido muchos incendios» pese a que hubo «un periodo peligroso por las altas temperaturas». No obstante, el gerente del SEPA prefiere «no lanzar las campanas al vuelo», ya que recuerda que el último día del pasado año «se quemó mucho».
Pone otros ejemplos como lo sucedido en 2015 o en 2017. «2015 estaba siendo un año bueno y la semana anterior a la Navidad el viento del sur bajó la humedad y se quemaron 21.000 hectáreas», recuerda, citando también lo sucedido en 2017, cuando en el mes de octubre se produjeron seis grandes incendios simultáneos en apenas 23 kilómetros de distancia avivados por la influencia del huracán Ophelia. Ese año la superficie quemada en Asturias fue de más de 28.000 hectáreas, siendo el peor año en cuanto a incendios desde 1990. «La ventaja de este año es que en julio y agosto hubo poco viento», señala Rodríguez.
El peligro de las tormentas eléctricas
Pero, aunque no hubo viento, a partir del 10 de agosto hubo tormentas eléctricas con caída de rayos en zonas boscosas que han causado incendios que han llegado a preocupar al Servicio de Emergencias del Principado. Así, el gerente reconoce que ésta ha sido «una semana dura» porque el incendio de Ibias, por ejemplo, «tenía una capacidad de propagación brutal». «El operativo llegó pronto e hizo un cortafuego a tiempo», explica Rodríguez, que añade que gracias a la rápida actuación sólo se quemaron unas 34 hectáreas.
Además, en el momento de hablar con La Voz de Asturias, apuntaba lo beneficioso que era para refrescar el terreno la copiosa lluvia caída a mediados de esta semana. También indicaba que una vez se dan por extinguidos todos los perímetros y no hay capacidad de reproducción, ya realizadas las tareas de remate y control, las jornadas de riesgo bajo de incendios se dedican «a tener todo preparado, a revisar vehículos y a renovar los materiales que se hayan podido dañar en el incendio, como pueden ser las mangueras».