«Rapaban a las mujeres de los mineros para simbolizar que no eran mujeres»
Asturias
El historiador asturiano Pablo Alcántara habla en su próximo libro, «La Secreta de Franco» (Ed. Espasa, 23 de marzo), del papel «fundamental» de la Brigada Político Social en la represión
14 Feb 2022. Actualizado a las 05:00 h.
El historiador avilesino Pablo Alcántara publicará el próximo 23 de marzo el libro La Secreta de Franco (Ed. Espasa), un trabajo sobre el aparato policial utilizado para la represión durante la dictadura. Es una historia que tiene su origen en la Guerra Civil y que menciona personajes de ambos bandos, en especial a aquellos que pertenecieron a la Brigada Política Social, pero también un recordatorio de que «muchos de ellos, torturadores y represores, salieron impunes tras la Transición e incluso ocuparon cargos de importancia en la policía», dice.
La Secreta de Franco tiene su génesis en la tesis doctoral del investigador, El águila gris (UAM, cum laude) y en un libro que publicó más tarde, La lucha contra el franquismo en Asturias (Fundación Federico Engels, 2020). Pero ahonda más, y en el ámbito nacional, en «una estructura fundamental para el régimen» como fue la llamada Secreta.
Los años de la guerrilla
Partiendo de la posguerra, cuando en Asturias y (en menor medida) en otras regiones los guerrilleros se echan al monte, Alcántara analiza el papel de los policías, informadores y perseguidores de los fugaos. Es una etapa del antifranquismo condenada al fracaso, una vez que está claro que los vencedores de la Segunda Guerra Mundial no van a derribar a Franco. Es el inicio de la guerra fría y los aliados «tenían más miedo a que España se convirtiera en un satélite de la URSS. A partir de ahí, el PCE en el exilio va retirando su apoyo a los guerrilleros».
¿Llegaron a traicionarlos, o incluso delatarlos, como han propuesto otros autores?: «Yo no creo que llegaran a tanto, no tengo constancia de ello. Es cierto que Santiago Carrillo mandó emisarios para pedirles que abandonaran, eso sí. Pero creo que, simplemente, dejaron de ayudarles; ya no tenían armas ni comida y fueron cayendo», dice el historiador.
La larga y oscura noche
Llega un momento en el que la lucha del maquis es insostenible, aunque continúa la oposición al régimen, especialmente en las cuencas mineras asturianas. Alcántara detalla las protestas de los años 60 y «también otras grandes huelgas menos conocidas en los años 1967-58, que son el mimbre para las posteriores».
En este contexto ha querido destacar especialmente la aportación de las mujeres de los mineros como soporte fundamental para las huelgas. Menciona en concreto a Tina Pérez (ya fallecida) y a Anita Sirgo (Langreo, 1930), a la que entrevistó a propósito de dos incidentes clave en las protestas mineras: la ocupación del cuartel de Mieres y la intentona de Sama pocos días más tarde. «El episodio de Mieres es clave, porque es la primera vez que la sociedad civil se enfrente a la policía no solo en las minas, sino en las calles, con una importante participación de las mujeres», señala.
Anita Sirgo, militante del PCE, vivía en Lada. Su marido, minero, fue despedido y ella participó en los piquetes que lanzaban maíz a los que se saltaban la huelga para llamarles gallinas. Ella y otras fueron detenidas y «las raparon para demostrar que no eran mujeres dignas» una humillación que «muestra la cara del régimen en una época en que se vendía como pacífica y que representa las técnicas más oscuras de represión a la orden del día».
Salieron de la cárcel, mostraron su cráneo rapado y la foto se publicó en el extranjero, lo que fue un hecho incómodo para Franco, obligado a dar explicaciones fuera de nuestras fronteras. El New York Times incluso publicó dos crónicas en las que narraba la ocupación del cuartel de policía de Mieres en 1965.
El 12 de marzo de ese año, una multitud se lanza al asalto del edificio donde creía que estaban detenidos unos mineros por su participación en las huelgas, aunque en realidad habían sido trasladados a Oviedo. Pocos días después el 20 de marzo, se produce el intento de ocupar el cuartel de Sama de Langreo. Sirgo se ve obligada a huir a Francia, desde donde continuará luchando contra el franquismo. Su compañera, Tina Pérez, fue detenida junto a su hija Esther y torturada, y poco tiempo después fallece de cáncer.
Los personajes
En La Secreta de Franco, Pablo Alcántara habla los policías reconvertidos en demócratas como el famoso Claudio Ramos, que fue jefe de la policía en Canarias y en el País Vasco ya en democracia. Pero, señala, «en el ámbito nacional, la Brigada Político Social no estaba formada solo por seres sádicos, como Billy el Niño, que era lo más bajo del engranaje», sino que había numerosos jefes que «no se ensuciaban las manos».
«La Gestapo los entrenó, también la CIA, hubo algunos que escribían libros, otros que se habían infiltrado en la policía republicana para dar datos a la falange… estaban en todos los niveles».
En este sentido menciona, por ejemplo, a Roberto Conesa Escudero, «una muestra perfecta de la evolución de la Brigada». Fue jefe de Investigación Social, participo en la detención de las 13 Rosas, «desde el principio hasta los últimos fusilamientos del franquismo de 1975, puedes hacer con él un relato de las épocas de gloria en la represión». Después cae en relativa desgracia al no prever la potencia del movimiento estudiantil, es desterrado a trabajar en la República Dominicana de Trujillo y repescado en los años 60 para seguir en la represión del antifranquismo.
También menciona a Saturnino Yagüe, Juan Antonio Creix o el conocido Melitón Manzanas, «un conocido torturador de militantes antifranquistas que seguramente tuvo conexiones con la Gestapo y al que galardonaron». Incluso el ahora denostado comisario Villajero fue miembro de la Brigada Político Social. «En ese paso de la dictadura a la democracia, en el 75 recibe dos premios».
O Pedro Urraca, el policía de ascendencia asturiana que detuvo a Companys en Francia. «Hasta la Guerra Civil, era un policía medio, pero ascendió con la dictadura, lo protegieron, lo mandaron a Bélgica. Nunca pasó por la escuela de la policía, lo ascendió el régimen».
Y hubo civiles fundamentales en el aparato represor como el gobernador Mateu de Ros: «Él escribe sobre CCOO y como reprimirlos, de sus informes están en el archivo histórico de Asturias y también en Madrid. Desparecieron algunos, se habla mucho de que Martín Villa quemó archivos, lo que es posible. Hay mucha leyenda en torno a esos archivos, pero lo cierto es que documentación desapareció». Aun así, Alcántara ha querido recuperar con paciencia y trabajo una parte de la memoria histórica de España.