20 años del fin de la mili a los ojos de Pin, el primer insumiso preso
Asturias
José Manuel Chico recuerda la entrada en prisión y el legado del movimiento antimilitarista
14 Mar 2021. Actualizado a las 05:00 h.
Oficialmente, el servicio militar obligatorio, la mili se terminó en marzo de 2001, hace ahora 20 años, y también en el relato político quedará como una de las decisiones clave del entonces presidente José María Aznar, pero José Manuel Chico, conocido como Pin, discrepa, primero porque «sólo se suspendió y puede volver» y también porque en el final de la mili más que ninguna decisión gubernamental pesó sobre todo la presión constante de miles de objetores de conciencia que hicieron en su final inviable cubrir los cupos y la cabeza de todo ese movimiento los insumisos, dipuestos incluso a entrar en prisión.
Uno de ellos, el primero de Asturias, el primero de norte de España, fue Pin y cuenta su historia a regañadientes porque siempre insiste en que no se debe centrar esta historia e una sola persona sino en el esfuerzo «coral» de muchos insumisos. Pin entró en prisión en octubre de 1992 y estuvo allí en segundo grado hasta la Nochevieja, prácticamente todo el 93 lo pasó en tercer grado. Lo peor es el primer día «es un shock, lo recuerdo como un shock personal, la primera vez que te ves en el coche de la Policía y que te llevan allí a la cárcel de Oviedo, no sabes muy bien dónde estas. Lo que sí que tenía, y es verdad, es el aliento fuera y mucho apoyo, eso es una manera distinta de ir a la cárcel también, claro».
Durante décadas millones de españoles, varones, pasaron por la mili. De ella algunos guardan recuerdos gratos, muchos dulcificados por el tiempo, en un país muy distinto al de ahora en el que para muchos podía ser la primer ocasion, y a veces la última, en la que se salía del terruño. Pero para muchos otros era una pesadilla y una amenaza constante desde la adolescencia, una traba inconcebible en el camino vital hacia los estudios o el trabajo y también una fuente de abusos. La decisión de Pin no fue algo improvisado sino, apunta, fruto de una reflexión colectiva con su origen en la militancia de movimientos sociales ligados en primer lugar al referéndum de entrada en la OTAN.
En aquel ambiente y con fuertes huelgas de estudiantes a mediados de los 80 «yo lo que tenía claro es que no quería ir a la mili, me acuerdo que con un compañero del instituto de San Lázaro, con Pablo, que no teníamos ni 18 años, y cuando nos tocaba tallarnos, en el mismo San Lázaro, que es donde estaba la caja de reclutas en el parque de bomberos, allí fuimos a declararnos objetores con la solicitud colectiva que había hecho el movimiento antilmilitarista».
En 1991, con la primera Guerra del Golfo, en el ultimo mandato de Felipe González, España envió a Oriente Medio barcos con reclutas, a aquella guerra fueron chavales que hacían el servicio militar y hubo allí también declaraciones de insumisión, con un creciente apoyo social. «Hacíamos acciones todos los años en las tallas, con lemas como aquello de 'Quintos sí, pero de cerveza', y era un acontecimieto en todos los institutos porque es que eso te cogía con 18 años era gente que estaba haciendo COU. La parte más organizada decidió la insumisión y un monyón de gente joven que veía que el servicio militar era un secuestro legal y una pérdida de tiempo, que era kafkiano, fue tomando decisiones y por eso al final la gente les acabó desbordando».
Pin recuerda que ante las primeras protestas y los primeros casos de declaraciones de objección de conciencia, se lanzó el primer intento de regularizarlo, con un Consejo Nacional que aplicaba una serie de causas concretas y que fueron recurridas, mediante el Defensor del Pueblo al Tribunal Constitucional que termina por dictar sentencia, a favor del modelo, en el 88. De ahí se plantea la alternativa a la mili, el servicio social sustitutorio, en principio pensado para que pudiera ser la opción quizá de un millar o dos de los españoles llamados a filas. Pero fueron muchos más. Muchos.
«En los cuatro años que pasaron hasta la sentencia del Constitucional hubo como unas 10.000 personas que nos declaramos objetores. Se hizo una amnistía y los pasaron a todos a la reserva menos los nacidos en el año 1969, que fue por lo que me tocó a mí. Se puso en marcha la prestación pero es que en los últimos años les objetaba más del 50% del cupo. De de una cosa que fue muy minoritaria en sus inicios, creció el apoyo social, ver a los presos, y eso hace que mucha gente empezara a tomar conciencia, gente que no quería hacer el servicio civil pero no se atrevía a dar el paso a la insumision porque el riesgo era muy grande».
Pin recuerda que muchas de las condenas llegaban con sentencias por debajo del tiempo para entrar en prisión y que además ninguno tenía antecedentes penales, pero «la cárcel es algo complicado», y a ello se suma también «que se declaraba la muerte civil, que era una pena de entre 8 y 14 años de inhabilitación, no podías acceder ni a cargos públicos ni a becas».
20 años sin mili dan para muchos cambios en el recuerdo de lo que era y en el presente, con el regreso a las instituciones de grupos de extrema derecha vuelve también de forma intermitente, de momento tímida, la petición de que regrese el servicio militar. En ocasiones, en redes sociales y en chascarrillos, como un comentario faltoso para pedir que los más jóvenes tengan que pasar por la conscripción como ritual varonil. «Estamos en unos tiempos difusos, oscuros para toda Europa, una extrema derecha nueva consigue muchos adeptos en estos tiempos de crisis, de pandemia. Mucha gente no ve futuro porque o no hay trabajo o es muy precario y hay también una demonización de la juventud. Ante toda esta incertidumbre se impone la búsqueda de esa 'seguridad' que ofrece el líder que nos van a someter y se quiera recuperar ese papel del ejército para disciplinar».
Y es que para Pin, la mili no cumplía sólo una misión meramente de preparación bélica sino «de transmisión de los valores que representaba el ejército en la sociedad, una manera de introducir el militarsmo, esos valores de jerarquía, de obediencia, también machismo; y luego otro factor, que el mercado necesita trabajadores dóciles y ahí iban los hijos de la clase obrera a que aceptaras jornadas laborales sin rebelarte». José Chico mantiene una opinión no muy positiva del ejército español por su historia más reciente de «golpes y asonadas» y recuerda que mientras los insumisos entraban en prisión se indultaba «los cabecillas del 23F». Muchos de los que vivieron la mili recuerdan también que eran mano de obra gratuita para los oficiales en muchas ocasiones para servicios particulares.
A su juicio, la lucha de los insumisos dejó como legado una herencia a otros movimientos sociales: «primero apareció la campañas del 0,7% y sus acampadas, y de ahí el movimiento contra la globalización, contra la segunda guerra de Irak; y al final hasta el 15M, que tenía una actitud de no violencia y una idea asamblearia, similares a la insumisión».