Moderna y Pfizer: un nuevo concepto de vacuna
Asturias
Ambas compañías mantienen un duelo mediático por sacar la primera vacuna génica comercializada para una enfermedad humana
24 Nov 2020. Actualizado a las 13:54 h.
Si la semana pasada era la compañía farmacéutica Pfizer la que anunciaba que, según los datos preliminares de los que disponía, su vacuna tenía un 90% de eficacia vacunal, esta semana, apenas cinco días después, ha sido la biotecnológica Moderna la que ha revelado que, según se desprende de los resultados provisionales de su ensayo clínico, la suya tiene una eficacia vacunal del 94,5%. En las últimas horas Pfizer ha vuelto a la carga y eleva la eficacia de su vacuna hasta el 95%.
Los datos aportados por las dos compañías norteamericanas no se han publicado en ninguna revista científica, que es la forma correcta de proceder en estos casos. El duelo mediático entre ambas compañías se entiende mejor si tenemos en cuenta algunos datos.
A fecha de hoy, la Organización Mundial de la Salud contabiliza 11 proyectos de vacuna contra el SARS-CoV-2 en fase III, la última etapa antes de conseguir la autorización de comercialización por parte de los organismos reguladores. Ambas compañías se encuentran en esta última fase; y tanto una como otra han optado por un enfoque diferente al resto en la fabricación de una vacuna anticovid. Son, por tanto, competidoras directas.
Pero, ¿qué tienen de especial las vacunas de Moderna y Pfizer que no tengan las otras? La forma tradicional de inmunización de una persona -o un animal- ha consistido en enfrentar su sistema inmunitario con el virus que causa la enfermedad. Por tanto, para estimular la respuesta inmune en el individuo vacunado, los métodos convencionales de fabricación de vacunas antivirales utilizan virus inactivados, que carecen de capacidad para replicarse; o recurren a virus atenuados, que conservan la capacidad para replicarse pero se ha mitigado su virulencia o poder patógeno. Las vacunas empleadas en las campañas de vacunación contra la gripe estacional contienen virus inactivados; las de la varicela, virus vivos atenuados.
Los viales de la vacuna BNT162b2 de Pfizer -que desarrolla su vacuna junto con la biotecnológica alemana BioNTech y Fosun Pharma- no contendrán virus; ni inactivados ni atenuados. Los de la vacuna de Moderna, denominada mRNA-1273, tampoco. En su lugar, ambas usarán directamente el material genético del SARS-CoV-2, el virus que causa la covid-19, como desencadenante de la respuesta inmune.
No se trata de una ocurrencia, sino de una nueva tecnología en la fabricación de vacunas que comenzó a explorarse con las anteriores epidemias de coronavirus. Los primeros trabajos surgieron allá por el año 2002 con la aparición del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés); y se vieron estimulados, en 2012, con el brote del síndrome respiratorio de Oriente Medio o MERS.
Como decíamos, en el interior de los viales de estas vacunas se encontrarán múltiples copias del material genético del coronavirus. Algunos virus emplean el ácido desoxirribonucleico (ADN) como material genético. No es el caso de los coronavirus; el SARS-CoV-2 almacena la información genética en una cadena de ácido ribonucleico (ARN). Todas las proteínas del coronavirus están secuenciadas en su ARN; y una de ellas lleva las instrucciones para que la célula infectada sintetice la proteína S.
Esta proteína es la que utiliza el SARS-CoV-2 para anclarse a la superficie de las células y penetrar en ellas. Siendo fundamental esta función de acoplamiento del virus al receptor celular ACE-2 para que la infección progrese, es aún más importante, desde el punto de vista de la inmunidad, el hecho de que la proteína S se comporta como antígeno; esto significa que el sistema inmunitario la cataloga como extraña y comienza la producción de anticuerpos anticoronavíricos y de células defensivas contra ella.
Cuando la vacuna de Pfizer, o de Moderna, sea aplicada, las múltiples moléculas de ácido ribonucleico mensajero (ARNm) que contiene penetrarán en las células de la persona vacunada. Con el fin de lograr la máxima penetración, las moléculas de ARNm van encapsuladas en un transportador lipídico.
Una vez dentro de la célula, el ARNm utilizará unos orgánulos celulares llamados ribosomas -ultramicroscópicas fábricas de proteínas que hay en el interior de la célula- para sintetizar la proteína S. Podemos decir que el ARNm que se administra en la vacuna representa el «software» que los ribosomas necesitan para fabricar miles de copias de la proteína S del SARS-CoV-2.
Sintetizadas de este modo, las moléculas de proteína S saldrán al exterior de la célula, donde se toparán con las células del sistema inmune que las reconocerá como extrañas. De la misma forma que si se hubiesen encontrado con la partícula vírica completa del SARS-CoV-2 que porta la proteína S en su superficie, comenzará la producción de anticuerpos y de diversos tipos de linfocitos (células de defensa) que contribuirán a detener la infección si la persona se infecta posteriormente con el virus SARS-CoV-2.
Para conseguir la mejor eficacia vacunal, ambas vacunas precisarán de dos dosis aplicadas por vía intramuscular con un intervalo de cuatro semanas. En el momento en que cualquiera de las dos vacunas obtenga la autorización de comercialización por parte de la Food and Drug Administration (FDA), el organismo regulador en materia de medicamentos en los Estados Unidos, se convertirá en la primera vacuna génica comercializada para una enfermedad humana.
Atendiendo a los datos facilitados por ambas compañías estadounidenses, la vacuna de Moderna supera a su competidora de Pfizer en manejabilidad; más concretamente, mientras la vacuna anticovid de Moderna puede conservarse a -20 °C, la vacuna de Pfizer necesita temperaturas mucho más bajas, de -70 °C, lo cual puede plantear problemas importantes en la logística de distribución y conservación de la vacuna a la hora de asegurar el mantenimiento de la cadena de frío.
La Unión Europea firmó no hace mucho un acuerdo con Pfizer para el suministro de 300 millones de dosis a los estados miembros; de ellas, 20 millones corresponderían a España. Por el momento, no hay acuerdos de suministro con Moderna.