La Voz de Asturias

Así luchan las residencias públicas contra el covid

Asturias

L. Ordóñez
Atención sanitaria a una usuaria de una residencia de mayores

Con cribados a trabajadores y residentes cada 28 días, la situación se agrava a medida que la transmisión del virus se extiende en la comunidad

18 Nov 2020. Actualizado a las 09:38 h.

En las gráficas recogidas por el Observatorio de Salud de Asturias se puede apreciar que la deriva del coronavirus desde el verano en Asturias fue subiendo escalones de edad: primero los contagios crecieron entre la población más joven, hubo un salto a personas de mediana edad y con la víspera del otoño, cuando sólo empezaba a intuirse el impacto de la segunda oleada que ha estremecido a países de toda Europa, los positivos empezaron a dispararse entre los mayores de 65 años. Era una cuestión de días que los contagios se convirtieran en ingresos hospitalarios y estos en entradas en unidades de cuidados intensivos. En unos pocos días más se saturaron y llevaron al sistema asturiano al límite de su capacidad asistencial. 

«Te cuento un dato, en los meses de julio, agosto y septiembre, los tres, tuvimos 70 casos entre trabajadores y residentes en geriátricos; en octubre tuvimos 800»; lo cuenta así el director de Cuidados, Humanización y Atención Sociosanitaria, Sergio Valles para dar la medida del impacto de la segunda oleada en las residencias de ancianos de la comunidad. Fueron en la primavera una de las principales fuentes de preocupación en todo el estado y han vuelto a serlo en la segunda ya que se trata del colectivo más vulnerable. El Gobierno asturiano anunció que buscará reforzar las plantillas con un millar de contrataciones y que estudia habilitar un centro residencial de nivel 2 al que derivar casos asintomáticos que no puedan ser aislados en su residencia habitual, como paso previo a un posible traslado al hospital de campaña levantado en el recinto ferial de Gijón. El hospital de campaña, que no fue necesario usar en primavera, ya ha acogido a 29 pacientes.

Todos estos datos son muestra de que la situación en los geriátricos es, cuando menos apurada, pero ¿cómo se han preparado los centros de cara a esta segunda oleda? En Asturias hay una red pública, agrupada en Establecimientos Residenciales de Asturias (ERA) y otra privada, la patronal no atendió las preguntas de este diario.

«Ahora mismo estamos realizando cribados a trabajadores cada 28 días y están sirviendo de gran utilidad; lo que nos transmite vigilancia epidemilogica es que estamos evitando con ello bastantes situaciones de riesgo dentro de las residencia», apuntó Valles quien afirmó que la capacidad para realizar PCR se ha multiplicado por cinco en Asturias en la segunda ola pero «al final, dentro de la residencia hay un reflejo de lo que pasa fuera. Cambió la situación en cuanto al confinamiento, y entendiendo al trabajador como un posible vector de transmisión del virus, hay que pensar que antes iban a trabajar a la residencia y volvían para su casa. Ahora, hasta el 1 de noviembre, después de trabajar hacen su vida, ellos y su familia, antes no tenían interacción, pero si se tiene un hijo en edad universitaria o en el colegio, al aumentar la interacción social la exposición al virus es mayor».

El protocolo

¿Qué ocurre en una residencia cuando se detecta un positivo o antes, cuando hay una sospecha? Según explicó Valles primero se realiza una PCR y se mantiene en aislamiento a la persona incluso aunque el primer resultado sea negativo a la espera de repetir la prueba. En el caso de que sea positivo «hacemos una intervención según el criterio de vigilancia epidemiolgica; normalmente lo que llaman un todos-todos, es decir puebas a todos los residentes y a todos los trabajadores. Además es una prueba seriada en el tiempo, normalmente se hace en el día cero y luego se repite al segundo día, al séptimo y el número 14 para intentar captar los postivos que pudiera no haber aparecido al principio».

En este punto, el director de Cuidados destacó la figura de los interventores del servicio de salud, una persona, «normalmente una enfermera» encargada de visitar el centro y tratar de reforzar el cumplimiento de este procedimiento, evaluar la sectorización de la residencia y también coordinar las puebas periódicas. Valles señaló que «la diferencia fundamental con la primera ola es que estamos diagnosticando a más asintomáticos». 

La intervención varía en función de esa afectación y esos síntomas. Una persona con un contagio leve, asintomático, que esté en un centro con capacidad para garantizar su aislamiento se quedará allí porque «es su domicilio y en la medida de lo posible, si no es necesario nada, lo mejor sería que se quedara en su domicilio». En el caso de que el centro no tenga esa capacidad de aislar a las personas se recurre al Credine, el centro de Barros, en Langreo, que sufrió un buen susto la noche del jueves al viernes por el incendio de un vehículo que llenó de humareda la instalación, y aunque hubo traslados de planta nadie resultó afectado de consideración. En el Credine puede estar una persona que tenga que estar aislada pero que requiera cuiados ya que, por su edad, no pudiera valerse por sí misma en todos los aspectos de la vida diaria. La tercera opción, si así lo recomienda la valoración clínica, es el ingreso hospitalario.

En las última semanas, en varias jornadas, Asturias batió su récord de notificaciones diarias de positivos, superando los 600. «El virus no se detiene en la residencia, donde podemos detenerlo es fuera. En la residencia podemos reducir el impacto, a mayor virus fuera más virus dentro y nos preocupa por la vulnerabilidad de los residentes», recalcó Valles.

Residencias medicalizadas

¿Podría llegarse a medicalizar de nuevo una residencia? Es una posibilidad que, por el momento, no se ha dado pero que no se descarta si fuera necesario. Es una medida extrema, supone transformar la residencia en un dispositivo de atención sanitaria, algo que ocurrió en primavera en Grado, con una fuerte incidencia de contagios en el centro de la villa moscona. «Se llegó a recurrir a personal del Sespa y si es necesario lo habrá que hacer. De momento, la mayor parte de lo que detectamos son asintomáticos; si hay un brote masivo como entonces igual hay que tomar la decisión y llevar material médico y de enfermería y profesionales».

En una comunidad con un porcentaje de población envejecida superior al de otros territorios y con una gran afectación de enfermedades crónicas, que pueden complicar mucho un contagio de coronavirus, Valles insistió en que «el objetivo fundamental es que todos los ciudadanos de Asturias reciban la atención sanitaria que precisen independientemente de su edad o el lugar donde esté su domicilio». 

El virus en cifras

Los informes sobre brotes se publican de forma semanal; el último informe sobre mortalidad que elabora la Dirección General de Salud Pública del Principado, con fecha del 13 de noviembre, contiene datos demoledores: así, si bien el porcentaje de los residentes en geriátricos asturianos que fallecido con covid-19 supone el 3% del total, a la vez con el comienzo de la segunda ola ya suponían más de la mitad de todos los registrados en Asturias desde el estallido de la pandemia, «han fallecido con coronavirus confirmado cuyo domicilio es una residencia ascienden a un total de 405 personas (57,4% del total)»; señala el estudio.. 

Este informe señala que de los casi 13.500 usuarios de residencias que hay en Asturias, 405 fallecieron desde febrero tras haber contraído el coronavirus y que lo hicieron en mayor proporción las mujeres (257) que los hombres (148). Los fallecidos entre residentes en geriátricos presentaban de media siete años más de edad que el resto de las víctimas de esta pandemia, una diferencia más marcada también en las mujeres (88,5 años) que en los hombres (83,1).

En el conjunto de fallecidos, la edad promedio de fallecimiento es de 84,1 años con muertes de personas comprendidas entre los 28 y los 103 años y las edades a las que se producen los decesos son superiores en las mujeres que en los hombres.

Más de la mitad (62%) de las personas fallecidas con COVID-19 padecían hipertensión arterial, un tercio tenía cardiopatía (42%), demencia de distinto nivel de gravedad o eran diabéticas y un quinto de las personas fallecidas tenían EPOC, asma o bronquitis crónica.

Una de cada seis personas fallecidas tenía una insuficiencia renal crónica, un porcentaje menor una enfermedad oncológica y un 11 por ciento de las personas fallecidas tenía al guna enfermedad neurológica como parkinson o epilepsia.


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