«No sé en qué momento cambió todo para ahora verme sin nada»
Asturias
Sin trabajo, sin dinero y prácticamente sin casa. Las consecuencias de la pandemia mundial del covid-19 se extienden más allá de lo sanitario
04 Jun 2020. Actualizado a las 05:00 h.
Las consecuencias del coronavirus se expanden más allá de lo meramente sanitario. Bien es sabido por todo el mundo que la crisis económica que le sigue a este virus es algo que preocupa a la mayor parte de la sociedad. Hay personas que, si bien mantienen su salud intacta, sufren esta pandemia de otras muchas formas. Es el caso de un vecino de Oviedo, de origen peruano, al que de ahora en adelante nos referiremos como Pepe González, ya que accedió a compartir su historia sin dar su nombre real, para evitar problemas mayores.
González aterrizó en España hace casi un año, sólo, huyendo de su propio país. Llegó sin un trabajo o un lugar en el que quedarse, al verse perseguido y en peligro en Perú. «Nunca imaginé estar en este tipo de situaciones, y menos me imaginaba estar en España, ya que en Perú llevaba una vida tranquila, relajada. No sé en qué momento cambio todo eso para verme en esta situación, pero fue todo muy rápido», explica González. Cuando aterrizó en Barajas, y dejándose aconsejar, decidió probar suerte en Asturias, donde le aseguraron que la vida era mucho más tranquila que en la capital. «Cuando uno no encuentra justicia, darte cuenta que pedir justicia abusan de ti y tratan de amedrentarte, se aplica la ley del más fuerte, de quien tiene más dinero, que es quien tiene la ley en sus manos, acabas en esta situación», cuenta el peruano.
Al poco tiempo de llegar, consiguió un trabajo cuidando de una persona tetrapléjica. Su jornada laboral era de ocho horas, y apenas ganaba 400 euros. Pero poco le duró, ya que un mes después la familia de la persona a la que cuidaba decidió internarlo en un centro en el que pudiesen darle atención las veinticuatro horas del día. La suerte hizo que poco tiempo después encontrase un trabajo como ayudante de cocina en un establecimiento playero, pero con el fin de la temporada este trabajo también se desvaneció. A esta situación se añade la llegada de su pareja y una de sus hijas, de dos años de edad, al Principado, por lo que además de hacerse cargo de él mismo, Pepe González también debía de buscar una buena situación para su familia.
De nuevo la suerte sonrió al peruano y, apenas un mes antes del confinamiento, consiguió otro empleo en un restaurante de la capital asturiana. Junto con su pareja y su hija menor había logrado rentar una habitación en un piso compartido, y también se encargaba de la pensión de otras dos hijas, que aún siguen en Perú. Parecía que la vida comenzaba a sonreírle a González, pero entonces llegó el covid-19. La persiana del restaurante echó el cierre el 14 de marzo, y aún sigue así. El propietario del negocio decidió contar con los servicios de Pepe González, aunque la situación de este fuera irregular, pero ahora el peruano cree que no podrá recuperar su puesto. «Lo que me han dicho es que de los catorce empleados que éramos, trabaje la mitad del personal, por lo que estoy viéndome fuera. El dueño se portó muy bien conmigo y me dijo que si yo era trabajador él no tenía ningún problema porque yo no tuviese papeles, pero ahora supongo que supervisarán más los negocios y serán más estrictos, por lo que este es mi temor, que yo no vuelva más», explica.
Las consecuencias para Pepe González han sido terribles. Sin trabajo, con cerca de dos meses de alquiler sin pagar, y sin dinero para comer ni derecho a un ERTE al no tener los papeles en regla. Su compañero de piso ya les ha avisado de que el casero no perdona ni un euro, por lo que, si no pueden conseguir el dinero para el alquiler, deberán irse.
Los pequeños ángeles de la guarda del peruano y su familia están siendo tanto la asociación Asturias Acoge como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Oviedo. «En Asturias Acoge nos han conseguido asesoramiento jurídico ya que solicitamos protección internacional, también nos pudieron ofrecer una ayuda económica de 70 euros y nos apuntaron a la cocina económica. Desde allí nos pusieron en contacto con PAH, nos invitaron a una reunión donde contamos nuestra situación, y nos dijeron que, si había alguna forma en la que me pudieran ayudar, con un hogar o con un trabajo, estarían ahí, y eso es lo que ahora estamos intentando», explica con gratitud González.
Ahora lo único que espera el peruano es que, de nuevo, la vida vuelva a demostrarle que le sonríe y que puede seguir adelante. «Mi intención nunca ha sido venir a molestar o a pedir un trabajo aquí, pero lamentablemente me he visto obligado por lo que he tenido que pasar en mi propio país. Lo único que quiero es trabajar, y estoy seguro que la única forma de salir adelante es trabajando. No sé qué más se puede hacer, porque cómo pagar la renta es algo que me va desesperando cada día más», explica González.