Así teletrabaja una profe asturiana: «Me envían por foto las tareas»
Asturias
Da clases de Lengua y Literatura en 1º y 3ª de la ESO y explica que la mayoría de su alumnado hace los deberes a mano en la libreta: «Corregir está siendo complicado pero ahora vamos a plantear actividades más entretenidas»
15 Apr 2020. Actualizado a las 05:00 h.
Pilar González es profesora de Lengua y Literatura del IES Padre Feijoo, en el barrio de La Calzada de Gijón. Da clases a 25 alumnos de 1º de la ESO, a otros 25 de 3º y a un grupo flexible de ocho. Al ser la encargada de la biblioteca de este instituto público no tiene un grupo de alumnos más como otros compañeros. «Quien más o quien menos tienen entre 75 y 80 alumnos tranquilamente», dice, mientras abre el correo electrónico de uno de los suyos. Es el primero de tres correos y, cada uno, incluye tres fotografías. «Me envían por correo las tareas. Al principio les pusimos tareas para 15 días, a los pequeños algo menos, con los materiales con los que trabajamos en clase. No estamos dando nada nuevo y son tareas de refuerzo de lo que ya habíamos visto», explica.
Las fotos muestran las nueve hojas de la libreta en la que el alumno ha realizado esos deberes. No van por orden. «Ahora las descargaré y las meteré en una carpeta para corregirlas», añade González, que toma notas a mano con las correcciones para luego transcribirlas y enviárselas por mail a los alumnos. A la gran mayoría. «Se sienten más cómodos haciendo las tareas en la libreta. Prácticamente el 80% me manda fotos de la libreta. Les habíamos dicho que si podían lo hiciesen en un documento de Word pero nos preguntaron que si podía ser en el cuaderno y les dijimos que sí a todos».
Hay algunos, añade, que sí lo envían en un Word y otros escanean el PDF con las tareas y las escriben a mano. «Pero la mayoría me mandan las fotos de la libreta, que al menos en mi caso es como dicen que se sienten más seguros». Hacer las correcciones no está siendo nada sencillo. Hay incluso memes que el profesorado de toda España está compartiendo que muestran, por ejemplo, a una profesora con el cuello ladeado mientras mira el ordenador. Otro es de una lista de consejos para hacerle fotos a la libreta: hacerlas en orden de lectura, poner la libreta en vertical para no provocar tortícolis al profe, no dar sombra con el móvil, enfocar o no inclinar el móvil.
«Corregir está siendo complicado, la verdad, a veces es una locura», dice González, entre risas. El alumno cuya tarea tiene ahora entre manos tiene buena letra, «pero hay algunos que tela y, entre que a veces las fotos son oscuras, están desenfocadas o están en horizontal, ni te cuento. Y mis anotaciones son de traca». A todos sus alumnos, a medida que le envían las tareas, les manda las correcciones.
«A algunos, como lo mandan en Word, me puedo permitir el lujo de corregir sobre el texto y hasta poner comparaciones. Otros ya no, porque me lo mandan en un formato que no me lo permite y es una locura. Primero lo voy apuntando en hojas aparte y luego se lo cuento. Esto no tiene nada que ver con la realidad, estar con los críos delante, hablando con ellos, contándoles cosas, que te pregunten… Esto es otro mundo. La parte más pesada, desde luego, está siendo la de corregir libretas en estas condiciones y encima para explicarles algo es complicadísimo», recalca.
La brecha digital
También es complicado porque no todos los alumnos del Padre Feijoo tienen la misma realidad en casa. La mayoría disponen de móviles, pero hay alumnos que no tienen conexión a internet o que no tienen ordenador y que, si lo tienen, no está disponible porque son más hermanos o lo están usando los padres para teletrabajar. «El mayor problema que tenemos es cómo lo hacemos si no tienen todos ordenador, algunos tienen de todo, sí, pero otros no. La mayoría tienen ordenador y acceso a internet en casa, pero en todas las aulas hay alguno que no. Y, en general, tiran de teléfono para todo», dice.
Esta brecha digital es un obstáculo que se está intentando remediar en este instituto. A las tarjetas de acceso a internet que va a facilitar el Ayuntamiento de Gijón y otras ayudas de la Consejería de Educación, se van a sumar también los 40 ordenadores de la Escuela 2.0 del IES. «Ya lo están poniendo a punto para llevarlos a las casas de quienes no tienen ordenador», indica González, que explica que el equipo de orientación pedagógica del instituto se está volcando para solucionar todas estas diferentes realidades que se dan entre el alumnado del centro.
«Todos los tutores nos pusimos en contacto con las familias e incluso desde Mar de Niebla, que son fantásticos, están muy pendientes del alumnado que pueda tener dificultades de todo tipo», agradece esta profesora, que recuerda que, el primer día en el que se cerraron los colegios, el pasado viernes 13 de marzo, «sólo fuimos los profesores y la cosa es que nos quedamos así, con el curso cortado, y sobre la marcha hubo que tratar de reorganizarse».
«Ni siquiera sabíamos si todos los críos tenían los libros en casa»
Ella el jueves anterior tenía previsto un examen que, pese a que fue el último día que asistieron los alumnos a clase, acabó anulando en vista de la situación que se venía encima. «Si hubiéramos tenido tiempo para organizarnos… Como fue de un día para otro, no sabíamos si todos los niños tenían los libros en casa y eso fue un problema, porque se les podía haber dicho que hicieran las tareas de tal página y de tal otra», indica, explicando que el instituto tiene taquillas en las que los alumnos pueden dejar sus libros y que precisamente se instalaron para que no carguen tanto con las mochilas.
«No podríamos mandar lo de los libros porque no sabíamos si todos los tenían, así que ya partimos de que era así y por eso se nos complicó tanto. Hubiera sido menos follón, pero así fue y nos saltó en la cara. No habíamos evaluado todavía la segunda evaluación», recuerda, explicando que las notas en todo caso ya se enviaron antes de las vacaciones de Semana Santa. Los profesores, por departamentos y tutorías, se fueron organizando y adaptando a este estado de alarma decretado por la epidemia de coronavirus. A esta situación tan excepcional que no permite que los niños salgan siquiera a la calle.
«En el departamento empezamos a buscar actividades para que los críos, a la semana siguiente, pudieran empezar a trabajar desde casa», cuenta. Dos profesores del centro, el secretario y la profe que se encarga de la página web, colgaron todas las tareas recopiladas por el profesorado por cursos y por asignaturas en tiempo récord para que estuvieran disponibles. «Y a las familias se las fue avisando por WhatsApp en general, y como se pudo a todas, para que supieran que lo tenían disponible en la web. Todos los alumnos han recibido las tareas de una manera u de otra. Y, en la web, cada uno pusimos nuestro correo en las tareas para que pudieran enviárnoslas y, a medida que fueron pasando los días, nos fuimos poniendo en contacto de manera más individual con cada alumno».
Ella aún no ha sabido nada de tres de sus alumnos. «Otros me las están enviando ahora -ayer fue el primer día de ‘clase’ tras Semana Santa- y voy a ponerme en contacto con los que no sé nada y me deben tarea, porque ya estamos preparando las nuevas, que por lo menos en Lengua van a ser más creativas y entretenidas. Estamos buscando cosas más originales para que no se agobien con los deberes», dice, mientras abre otro correo de una alumna que ya le mandó su tareas hace semanas. «Como ya terminó le dije y les di también lecturas, le dije que disfrutara del libro. ‘Hola, hace tiempo que no hablamos. ¿Cómo estás? Por aquí todo bien. Sólo quería saludarte y decirte que ya terminé el libro. Me ha gustado bastante’ -lee-. Como había terminado al principio, no había vuelto a hablar conmigo», dice González, que reconoce que trabaja a cualquier hora.
«Profe, ¿y ahora qué hago?»
«Estoy sentada aquí y, aunque eso ya nos pasaba antes cuando teníamos que corregir por las tardes y los fines de semana, ahora más. En lugar de tener un horario tan reglado, estamos siempre pendientes de si recibes algún correo, alguna notificación, de a ver qué nos dicen en la consejería, de las reuniones que celebramos… Estamos todo el tiempo como controlando mil cosas». En otro correo, un alumno le pregunta: «Profe, ¿y ahora qué hay que hacer?». No es el único. «Les digo que tranquilos, que esperen. Ha habido de todo, porque algunos aún me deben tarea de hace un mes. Otros no sabías nada de ellos y a los diez días me escribían para decirme que ya se ponían con las tareas. Unos te mandan una hoja, otros esperan para terminarla completa. Cada uno va a su aire», cuenta, haciendo hincapié en que tanto la dirección como el profesorado, como el equipo orientador, «están trabajando muchísimo, estamos currando muchísimo».
Hoy se celebra una Conferencia Sectorial de Educación decisiva para saber qué ocurrirá en estos últimos meses de curso escolar. «No creo que volvamos a clase, pero no se sabe. En Francia dicen que en mayo, pero meter en cada clase a 25 adolescentes tal y como está la situación me parece una barbaridad. En la tercera evaluación sí que podemos dar algún tipo de clase, pero las directrices de la Consejería, de momento, es que no avanza materia y que, si en un momento dado quieres enseñarles algo nuevo, esa materia nueva no se puede evaluar. De lo que se trata siempre es de que los chavales, que ya están perdiendo, no salgan perjudicados», dice González.
En su departamento, avanza, están ya preparando esos nuevos ejercicios más creativos, como participar en un concurso de microrrelatos o crear canciones a partir de la lectura de libros, que estarán también más centrados en las competencias. «Esperemos que se pueda conseguir que los alumnos no tengan problema para acceder a todo y, como no sabemos cuándo volveremos, por lo menos que estén lo más cómodos posible. Nosotros vamos adaptándonos a las circunstancias», confía la profesora de Lengua, que añade también que esta situación tan excepcional servirá para estar más preparados por si en un futuro algo parecido vuelve a suceder.