Cómo hacer que la química le hable a la electricidad
Asturias
La empresa Micrux, que desarrolla sensores especializados para investigadores, cuenta con 400 clientes repartidos en 45 países
13 Aug 2019. Actualizado a las 14:38 h.
En la era de la información, la velocidad y la eficacia en la transmisión de datos supone la base del desarrollo de múltiples tecnologías, desde las más avanzadas a las que tienen después una aplicación en la vida cotidiana. Algunos de estos mensajes parten de una señal química que luego es posible convertir en una electrónica y sobre esta materia desarrolla sus trabajos la empresa Micrux Technologies, que desde Asturias ofrece sus países a más de 400 clientes especializados repartidos en 45 países de todo el mundo.
«Nosotros diseñamos y desarrollamos dispositivos analíticos miniaturizados, es decir, son básicamente sensores químicos que lo que te permiten es transformar una señal, una información en algo que se pueda cuantificar, que sea analíticamente útil», explica uno de sus socios, Diego Pozo Ayuso, que en todo caso destacó que la investigación sigue siendo un pilar básico de esta compañía.
Micrux reparte su actividad en dos ámbitos fundamentales: uno dirigido a otros investigadores a quienes se les proporcionan «las herramientas para que ellos puedan desarrollar sus propios sensores, esa es la parte desarrollamos, fabricamos y comercializamos». A la par, la empresa trabaja en el desarollo de «nuestros propios sensores para que en el futuro podamos tener un producto diferente que se pueda comercializar en una aplicación, en un ámbito concreto», destacó Pozo Ayuso.
El mercado de la investigación es singular, entre los clientes de la compañía mayoría están universidades, institutos tecnológicos, y muchos de ellos centros de gran renombre como el MIT, Oxford o Cambridge; «pero también nos demandan desde sectores como defensa, hospitales, empresas farmacéuticas, muy variados, uno de los últimos ejemplos es un sensor para una lavadora». En esencia, el producto de Micrux facilita a los investigadores no sólo el sensor sino también todas las herramientas necesarias para utilizarlo. «Fundamentalmente un sensor tiene dos partes, una parte sensora, receptora, y otra parte que es el transductor, que transforma esa señal en algo entendible, algo legible. A día de hoy lo que nosotros comercializamos es el transductor, transformamos una señal química en una señal eléctrica que un instrumento puede leer y nos puede dar un resultado. Lo que es la parte sensora, la que recibe la señal eso es en lo que trabajamos en la parte de la investigación. También buscamos cómo fabricar, o mejorar la fabricación con otras tecnologías, de la parte transductora, que es lo que hacemos ahora y también de la parte de instrumentación, la parte del equipo propio de electrónica que te permite leer los datos», explicó Pozo Ayuso.
Los orígenes
Micrux nació en la Universidad de Oviedo, gracias en parte al encuentro entre diferentes grupos de investigadores durante el desarrollo de sis tesis doctorales. Allí estaban Ana Fernández la Villa, Mario Castaño Álvarez y Diego F. Pozo Ayuso, junto a Agustín Costa García y Mª Teresa Fernández Abedul. «Hicimos la carrera, empezamos el doctorado y surgió una colaboración de dos grupos de investigación de la Universidad de Oviedo, un grupo que estaba trabajando en electroquímica, de la facultad de Químicas y un grupo de la facultad de ciencias y surgió esa colaboración que nos permitió desarrollar y patentar un proceso de fabricación de un producto en concreto, uno que pensamos que podría tener una aplicación en el mercado porque todavía no había empresas que lo fabricasen. Las pocas que lo hacían, lo hacían casi a medida y a un coste muy elevado». Aún así gracias a la diversificación de la compañía ese producto inicial es hoy sólo una pequeña parte de la amplia gama que ofrece en la actualidad al mercado de la investigación.
Apoyos del IDEPA
«Para empresas como la nuestra, instituciones como el IDEPA son fundamentales porque sin ellas nos podríamos abordar todas las actividades que hacemos de investigación y al final eso es nuestro ADN. Si nosotros no investigamos, sería imposible que continuásemos, lo primero porque el mercado en el que estamos es muy dinámico y cambiante, los productos tienen un tiempo de vida muy corto y tienes que estar desarrollando constantemente cosas nuevas», destacó Pozo Ayuso quien añadió que «nuestro valor es el conocimiento».
En contacto con el CEEI Asturias desde finales de 2007, los promotores de Micrux Fluidic fueron tutelados en el análisis de su idea de negocio a través del curso de generación de ideas de negocio en el que participaron, y que les dio paso al proyecto de ámbito nacional, BioANCES, de aceleración de proyectos empresariales de base biotecnológica desarrollado por la Asociación Nacional de CEEIs Españoles (ANCES) en colaboración con la Fundación Genoma España, y en el marco del cual fueron acompañados por técnicos del CEEI para el desarrollo del plan de negocio y posterior búsqueda de la financiación necesaria (beneficiaria de la ayuda para la creación de empresas de base tecnológica de Ficyt y de la línea NEOTEC del CDTI). La iniciativa recibió uno de los dos premios que la Fundación Genoma España otorgó a los mejores planes de empresa elaborados. En ese mismo año, la empresa recibe el premio de la Sociedad para el Desarrollo de las Comarcas Mineras (Sodeco). En 2009 Micrux Fluidic es galardonada con el Premio CEEI al Mejor Proyecto Empresarial Universitario.
La empresa cuenta reconocida la Marca EBT de ANCES que la acredita como Empresa Innovadora de Base Tecnológica.
Micrux Fluidic participa actualmente en el proyecto europeo RYME + (PROGRAMA INTERREG SUDOE, financiado a través de fondos FEDER), que persigue mejorar y acelerar los procesos de internacionalización de las empresas a través de una metodología innovadora. Entre el 24 y el 28 de septiembre estará en misión comercial en Sao Paulo (Brasil).
MicruX Fluidic, tiene su sede en el Edificio Severo Ochoa de la Universidad de Oviedo