El bluf del proyecto que costó casi 7 millones de euros para salvar al urogallo cantábrico
Asturias
Cinco investigadores expertos en esta especie en serio peligro de extinción desmontan los principales resultados del proyecto LIFE+
21 Dec 2017. Actualizado a las 20:03 h.
El proyecto LIFE+ del urogallo cantábrico, que se llevó a cabo entre 2010 y 2016 sin resultado positivo alguno, vuelve a estar en el punto de mira al ser cuestionado en un artículo divulgativo que era publicado este mismo mes en la revista científica Grouse News. La misma en la que, en mayo de este año, el subdirector de la Fundación Biodiversidad, Ignacio Torres, publicaba los principales resultados de un proyecto que supuso una inversión de ente seis y siete millones de euros y estaba enfocado a la conservación del urogallo cantábrico, que ya se encuentra en situación crítica por su alto riesgo de extinción.
«En ese artículo aportaba una opinión sesgada de las cosas como se ha ido conociendo con posterioridad», explica uno de los cinco autores del nuevo artículo, Rolando Rodríguez, investigador de la Universidad de Exeter y miembro de la asociación de biólogos Geotrupes. «No le veo ninguna parte positiva al proyecto LIFE y, pese a que Torres plantea los diez principales resultados, ninguno es útil», afirma tajante. En el artículo, de hecho, los investigadores, aparte de repasar todos esos supuestos hitos conseguidos, aprovechan para conminar a los futuros gestores de la conservación de esta especie a que aprendan de los errores para que no vuelvan a cometerse, teniendo en cuenta encima que el urogallo cantábrico está en serio peligro de desaparecer de forma irreversible.
«No es una opción aceptable no hacer absolutamente nada para salvar al urogallo»
«Para no cometer los mismos errores habría que realizar un análisis más objetivo de lo que se ha realizado para ver si funcionó y, si no funcionó, lógicamente no caer en lo mismo. Nuestra idea con este artículo de réplica era hacer lo que se debería haber hecho en su momento», insiste Rodríguez, que confía en que el futuro de la conservación del urogallo no pase por continuar con un programa de cría en cautividad que no ha dado resultado positivo alguno. «Tampoco es una opción aceptable no hacer absolutamente nada para evitar que desaparezca. El proyecto LIFE no ha servido absolutamente para nada y el futuro del urogallo no está nada claro. Una vez que desaparezca será irrecuperable y no es cuestión de que el cantábrico valga más que otras especies. Tiene un gran interés social y sería lamentable que desapareciera», añade Rodríguez.
El artículo, que se titula Una respuesta a los diez resultados principales del proyecto LIFE+ del urogallo cantábrico, también está firmado por el profesor de Biología de Organismos y Sistemas de la Universidad de Oviedo Mario Quevedo y por la investigadora del Instituto de Recursos Naturales y Ordenación del Territorio (Indurot), María José Bañuelos, que trabajan precisamente desde hace años en un proyecto sobre el urogallo cantábrico del que ya han publicado diversos estudios. También participan en este artículo Beatriz Blanco-Fontao y Manuel Antonio González, que realizaron sus tesis doctorales en las universidades de Oviedo y León, respectivamente, sobre el urogallo cantábrico.
Los urogallos no solo comen arándanos
Los cinco sostienen que los gestores que trabajan en la conservación de la biodiversidad deberían, además de analizar los fallos y los logros de las acciones que se hayan llevado a cabo, ser particularmente exhaustivos a la hora de evaluar la efectividad de sus proyectos. «No solo porque la planificación futura se basa en el éxito o en el fracaso de experiencias previas, sino también porque los fondos para la conservación de la biodiversidad son muy limitados», aseguran. El proyecto LIFE, en este sentido, tuvo una «gran inversión» en el contexto español de la conservación de la biodiversidad, al disponer de entre seis o siete millones de euros (la cantidad exacta no está clara).
Los investigadores, además, recuerdan que uno de los grandes objetivos del proyecto, según sus gestores, era la mejora de la calidad del hábitat del urogallo cantábrico. “Este objetivo aparentemente se sustenta en dos premisas sobre la existencia de recientes cambios negativos en los hábitats de los urogallos en la cordillera cantábrica: una estructura forestal más densa y una mejor disponibilidad de arándanos», indican. «Sin embargo, el informe técnico sobre la gestión del hábitat del proyecto LIFE no aporta fundamento alguno sobre tales afirmaciones. De hecho, no existe evidencia alguna sobre un descenso en la disponibilidad de arándanos, o sobre su restricción o cualquier otra relación entre el declive del urogallo y la estructura forestal», aseguran.
Además, añaden que pese a que el arándano es una importante planta de dieta del urogallo cuando está disponible, hay áreas en la cordillera cantábrica en las que casi no existen y los urogallos han habitado históricamente en ellas, alimentándose de otras plantas.
«Alteración innecesaria del hábitat» sin medir sus consecuencias para la fauna
a gestión del hábitat dentro del proyecto LIFE supuso, según recuerdan los investigadores, «un trabajo forestal bastante intensivo» al eliminarse el sotobosque, los arbustos y los brezales, así como árboles, afectando con ello «gravemente a la estructura de los bosques» que, en su opinión, fueron «gestionados sin fundamento». Les parece también que todo ello supuso una alteración innecesaria del hábitat del urogallo, siendo incluso «más sorprendente» que no se evaluara el resultado de estas acciones y sus consecuencias para el urogallo y cualquier otra especie que habite en las zonas alteradas.
Solo un 7% de los cercados fueron retirados en seis años
En el artículo en el que Torres explicaba los resultados del proyecto LIFE también mencionaba los esfuerzos dedicados a reducir los riesgos de muerte del urogallo, siendo uno de ellos la Recuerdan, al respecto, que Torres Ruiz-Huerta también destaca los esfuerzos dedicados a reducir los riesgos de muerte del urogallo, siendo uno de esos peligros los cercados en zonas potencialmente urogalleras. Reducir su impacto potencial, aseguran los investigadores, «podría haber sido una de las contribuciones de este proyecto. Sin embargo, según los datos aportados como conclusiones, solo un 7% de los 60 kilómetros de cercados fueron eliminados durante los seis años del proyecto». Y el 93% restante se señalizó con un método que «se ha demostrado ineficaz para el urogallo, además de que las marcas utilizadas no duran demasiado tiempo en cualquier caso». Asimismo, indican que el 70% de los trabajos realizados en este sentido se llevaron a cabo en zonas en las que no existen evidencias de presencia reciente de urogallos.
La cría en cautividad, «no era una opción por ser inalcanzable»
Otro de los objetivos principales del proyecto LIFE era el programa de cría en cautividad, «una medida adicional para impulsar la población silvestre» que supuestamente iba a establecer la base de la futura conservación de la especie. En los propios informes del proyecto LIFE se estimaba un alto número de aves necesarias para conseguir ese objetivo que, según dicen ahora y dijeron en su momento los autores de este nuevo artículo, «era inalcanzable», entre otras razones debido a que la población actual de urogallos es demasiado pequeña para extraer
los especímenes necesarios para que fuera factible. «Por lo tanto, la principal conclusión que podría haberse extraído de ese informe es que la cría en cautividad no era una opción», escriben los investigadores, que no pasan por alto que existían también otros problemas que desaconsejaban este sistema como es el hecho de que las poblaciones de origen de las que se extrajeron demasiados ejemplares se vieron seriamente afectadas, como ya se recogió en anteriores estudios científicos realizados en los años 2000 y 2007.
«Además, pese a la gran cantidad de experiencias similares realizadas en varios países europeos, hasta ahora no existe evidencia alguna de que este tipo de programas ayuden a frenar e invertir el declive, como claramente se establecía en otro informe del proyecto LIFE», indican los investigadores, que no acaban de entender por qué estas cuestiones no se tuvieron en cuenta y el programa de cría en cautividad siguió basándose en la retirada de huevos de los nidos de los urogallos silvestres.
«Suposiciones vagas que no tienen en cuenta el conocimiento científico»
También recuerdan que el proyecto LIFE invirtió «mucho esfuerzo» en actividades de difusión, participación social y repercusión mediática, incluida la organización de encuentros con otros gerentes europeos de proyectos relacionados con urogallos. Pese a que se trata de aspectos clave en cualquier proyecto de conservación, los investigadores consideran que se ve afectado si la información que se difunde se basa en «suposiciones vagas y no tiene en cuenta el conocimiento científico disponible». Y, de igual modo, consideran que, «aunque involucrar al público en la conservación de la naturaleza es generalmente una buena práctica, dicha participación social no debería suponer la perturbación del hábitat».
Sí consideran que los datos que Torres aportaba en su artículo sobre los empleos locales creados en las zonas de urogallos eran «probablemente la descripción más exacta de los resultados del proyecto», pero no pasan por alto que no aportaba evidencia alguna de que esos puestos hubieran contribuido a mejorar la conservación de la especie, «un objetivo que debería haber sido el principal en el discutido proyecto LIFE».
Sin monitorización de la población de urogallos para evaluar las acciones
Otros objetivos, que Torres no mencionaba «ni siquiera» en su artículo, era frenar el declive del urogallo, favorecer su recuperación, éxito reproductor y la supervivencia de ejemplares adultos. Ninguno de ellos se llegó a alcanzar. «En cualquier proyecto de conservación pueden darse resultados inesperados o no concluyentes, puesto que las incertidumbres suelen ser elevadas. Sin embargo, esos reveses no deberían obstaculizar futuras acciones de conservación si se informa adecuadamente de ellos», advierten los investigadores, que añaden que no ha sido así con el proyecto LIFE puesto que no se llevó a cabo una monitorización de la población de urogallos para evaluar la efectividad de las acciones llevadas a cabo.
De hecho, recuerdan que no se llevó a cabo ninguna encuesta reciente sobre la población de urogallos en la cordillera cantábrica y que la cifra de entre 200 y 300 especímenes machos, que se empleó en el proyecto, se refería a un censo de 2005. «Las estimaciones actualizadas de distribución, abundancia o cualquier otro parámetro demográfico potencialmente útil para calcular las tendencias de población no formaron parte del marco de referencia del proyecto», indican, sosteniendo que «las acciones de conservación deberían basarse en el mejor conocimiento científico disponible».
«Las acciones futuras deberían basarse en el conocimiento de la biología de la conservación»
También recuerdan que en las últimas dos décadas se ha incrementado en gran medida el conocimiento de la biología del urogallo cantábrico: «Ahora sabemos que se alimenta de una amplia y flexible variedad de plantas, comprendemos mejor el uso que hace de su hábitat y definimos las mejores áreas dentro de su rango de alcance».
Mencionan también que existen métodos para calcular la proporción de sexos, censos y tamaño poblacional efectivo, así como herramientas basadas en el ADN que permiten explorar el grado de fragmentación de la población: «Es más, las investigaciones también han demostrado que la caza durante la mayor parte del siglo XX provocó un daño importante en la diversidad genética de la población». Razón de más por la que finalizan su artículo confiando en que «las acciones futuras para la conservación de esta especie no vuelvan a basarse en observaciones anecdóticas, tradiciones o demandas que no están relacionadas con las necesidades de conservación, sino que se basen en los principios y el conocimiento de la biología de la conservación».