El 8 de marzo y la sororidad
Actualidad
Una reflexión después del éxito de las movilizaciones feministas de la pasada semana
18 Mar 2018. Actualizado a las 11:12 h.
Este ocho de marzo viví por fin los primeros atisbos firmes aobre si el siglo XXI puede ser por fin el siglo de la mujer y de la Igualdad. Igualdad real, efectiva, social, personal... Ya las concentraciones de la mañana en los Ayuntamientos eran mucho más multitudinarias de lo habitual, algo con lo que yo no contaba en absoluto. Son muchos años de estar rodeado de las mismas personas a las que en muchos casos incluso ya saludabas. La mañana te llevó a casa pensando que parecía que algo tenía que empezar a cambiar y bueno, ahora a la habitual manifestación de la tarde.
Nos acercamos al punto de encuentro con mucho tiempo de margen, quizá llevados por la esperanza de ver algo diferente a los últimos años, a todos los años de este siglo. La primera sorpresa fue doble, mucha gente joven ya agolpándose y esperando y muchos medios de comunicación siguiendo y reflejando lo que iba pasando. Saludos, besos, reencuentros, alegrías, emoción tensa... Carteles, pancartas, camisetas, caras pintadas. Todo tipo de mensajes, algunos con más acierto, otros sorprendentes, otros ya muy anticuados y que se vieron totalmente superados... Dejas de charlar y levantas la vista y un imponente caudal morado se acercaba por todas las calles adyacentes para ir llenando y llenando el punto de salida.
La manifestación fue un total y rotundo éxito. No nos habíamos puesto en marcha todavía donde yo estaba y la cabecera de la manifestación ya iba llegando a su destino. Después de caminar apenas un kilómetro en más de hora y media, llegamos al final y todavía había personas saliendo del punto de encuentro. la emoción es indescriptible. Fotos, comentarios, redes sociales, medios de comunicación y ves que ha sido así es casi todas partes, en casi todas las ciudades, casi todos los pueblos.
Solidaridad y concordia entre mujeres
Una vez finalizado, los siguientes días lees, escuchas y ves noticias, tertulias, debates. Una palabra que suena mucho es la palabra 'sororidad', es decir, la solidaridad y concordia entre mujeres, que implica un reconocimiento mutuo, plural y colectivo. Esa sororidad que vi el ocho de marzo era real, era joven, adulta, mayor. Tenía una plasmación real y gráfica delante de mi, a mi alrededor. Escucho y leo que las mujeres han dado ya el paso de ayudarse, de apoyarse, de reconocerse. Y eso que yo vi el ocho de marzo me cuesta mucho verlo en el aula, me cuesta mucho ver entre las adolescentes esa sororidad que las jóvenes y adultas ya ven como una realidad estable y socialmente presente.
Ya decía el insigne sexólogo Gregorio Marañón, que «no son los dos sexos superiores o inferiores el uno al otro. Son, simplemente, distintos.». Esta realidad, tan aparentemente obvia y que explicamos diariamente en el aula desde la Educación Sexual, se ve muchas veces desmontada por el arraigado machismo social en el que vivimos y que no parece que haya ningún tipo de voluntad firme en desmontar. Esa voluntad firme debería partir sobre todo por parte de las políticas educativas gubernamentales, donde no parece que esto del machismo sea problema ninguno, así que el espacio y los contenidos para trabajarlo son simple y llanamente prácticamente inexistentes a nivel estatal.
El machismo es preocupante, cualquier tipo de machismo, pero quizá los que más daño hacen por su dificultad en erradicar son los llamados micromachismos, es decir, esas actitudes cotidianas, sencillas, socialmente aceptadas en las que se refleja esa prepotencia y esa falsa superioridad del hombre con respecto a la mujer. Pero si bien todo esto nos lo sabemos, gracias sobre todo al gran trabajo de mucho del movimiento feminista desde hace décadas, a mi me resulta muy preocupante la cantidad de chicas jóvenes que asumen, asimilan, integran e incluso se creen todas esas actitudes machistas como la realidad de las relaciones entre los sexos y se comportan de forma más dura, más crítica y más exigente con las otras chicas y no así con los chicos.
Un ejemplo sencillo es cuando en el aula estamos hablando del buen trato en pareja, de las relaciones igualitarias, del respeto a las opciones de las personas y trabajamos si las personas puede elegir y decidir como quieren que sean sus relaciones, independientemente de su sexo. Y el tópico grabado a fuego sigue siendo que los chicos podemos hacer lo que queramos mientras que las chicas deben regularse, e incluso la regulación parte de las mismas chicas de su entorno. Y no solo esto es preocupante, lo preocupante es que son las propias chicas las que mayoritariamente usan todo tipo de términos despectivos si una chica decide, osadamente, vivir sus relaciones como ella considere oportuno y no como socialmente se supone que debe vivirlas. Las demás se sienten atacadas y tratan de regular ese comportamiento, nada 'femenino' por lo visto. Si esto sigue pasando con las chicas de 14 años, en la segunda década del siglo XXI, es que algo está yendo muy mal.
Solidaridad en las aulas de Secundaria
Por lo que veo desde hace años en las aulas de Secundaria , la solidaridad femenina parece resentirse en cuanto entramos en el terreno de los afectos y las relaciones. No puedes elegir, hay que seguir siempre «el camino social alquitranado» que cantaban Extremoduro. Si una chica quiere ser libre en este sentido no solo debe soportar las actitudes machistas de muchos de sus compañeros, también las actitudes críticas y represoras de muchas de sus compañeras, que por otro lado se comportan muy indulgentemente cuando la 'golfería' la realiza un chico. Este es uno de los motivos por lo que siguen triunfando figuras como el malote, el canalla, etc...y son los que más éxito tienen con sus compañeras (y sin recibir ninguna censura por parte de sus compañeros, solo envidia casi sana...).
¿Pero como es posible que estos estereotipos tan simples se mantengan así desde hace tanto tiempo? Está claro que siempre se responsabiliza de esto a la Sociedad Patriarcal en la que vivimos y de la que venimos. Pero este reconocimiento no soluciona las cosas. Sigmund Freud hablaba de la «remisión espontánea», es decir, cuando llegamos a descubrir el origen de un problema que tenemos, este se integra mejor y desaparece. Bien pues esto no sucede así. Repetir como una especie de mantra que la culpa de todo la tiene la Sociedad Patriarcal en la que vivimos no soluciona las cosas. Las cosas se irán solucionando si cada uno y cada una decidimos asumir nuestra responsabilidad con nuestros hijos, hijas, amigos, amigas, compañeros, compañeras, familias, etc.
Nuestras adolescentes son hijas de una generación que ya viene de otro tipo de sociedad. Son madres y padres que han vivido mucho más tiempo en una sociedad plural y democrática que en otra anterior y, sin embargo, algunas de las actitudes que sigo encontrando diariamente son dignas de una película rancia de los años 50.
No podemos (o no debemos, cada persona que elija) seguir educando en el miedo a nuestras hijas adolescentes mientras nuestros hijos adolescentes tienen mucha más libertad. No podemos hacer comentarios censurando comportamientos 'libertinos'si son de mujeres y riéndonos y haciendo chanzas si son de hombres. Y puede parecer demasiado banal lo que estoy contando pero todo esto forma parte del gran entramado que tenemos montado en esta sociedad nuestra y que nos impide avanzar en el dialogo, la convivencia y el respeto entre los Sexos. ¿Ayudamos, apoyamos o tratamos de hacer reconocer actitudes machistas a nuestras amigas o amigos en sus relaciones o en sus comentarios? ¿Y a nuestros compañeros? ¿Qué les permitimos que no permitamos a nuestras compañeras? ¿y a los amigos, novios, amantes, familia, etc?
Esta tarea, que quizá os parezca idealista y absurda, podría ir mejorando muchas cosas. Si conseguimos que la mitad de la población se implique en trabajar gestos y actitudes cotidianas, la otra mitad aprenderá y el pronostico de avanzar como sociedad será mucho mejor. Aislemos los micromachismos, los machismos, los macromachismos y todos los machismos posibles, visibilicémoslos, pongámoslos en común, ayudémonos entre los sexos y cada sexo a sus iguales y poco a poco iremos viendo resultados. Ya decía Santiago Ramón y Cajal que «lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia». Nos equivocaremos y nos saldrán muchas veces comentarios inadecuados, no importa, con darnos cuenta e ir poco a poco cambiándolos, sería un paso enorme.
La entidad de sexólogas y sexólogas a la que pertenezco, La Asociación Asturiana para al Educación Sexual, ha tenido que ir bajando la edad en sus programas formativos. Del 'Aprendiendo a Entendernos' de tercero de la ESO y Primero de Bachiller hemos añadido el 'Educando los buenos amores' en Primero y Segundo de la ESO. Y seguimos bajando y adaptando los contenidos de Secundaría a quinto y sexto de Primaria. Y de ahí surge 'El amor y otros cuentos', que trabajaremos en Primaria y donde una de las cuestiones centrales y troncales es la sororidad femenina. Y todo esto, sigue dependiendo de la buena voluntad política. Y no puede ser algo esporádico o que dependa de los propios recursos de un centro educativo o incluso de un ayuntamiento que decida implicarse realmente en el bienestar social. Hay que implicarse también más arriba, mucho más arriba para poder ofrecer esto a adolescentes, jóvenes, familias, niñas y niños, profesorado, sociedad. Solo así, a través de esta Educación Sexual global e integral, haremos que gran parte de lo pedido y vivido este ocho de marzo sea haga realidad.
No se trata de prevenir solo embarazos o infecciones, que también. Si empezamos desde edades tempranas conseguiremos prevenir sexismos, homofobias, violencias. Conocer al otro sexo y al propio sería una realidad y de ese conocimiento surge el respeto, el entendimiento, el Encuentro entre los Sexos y ese si es un objetivo prioritario. Si hay cifras que no conseguimos bajar es por que a gran parte de la población actual ya no vamos a llegar como sería recomendable, pero si podemos asegurarnos el futuro y no cejar en el trabajo con el presente y la realidad. Pero si seguimos invirtiendo en legislar y no en educar, no avanzaremos. Hay partidos que lo tienen claro (solo tenemos que ver quien invierte cuanto en qué), otros no tanto. No lo perdamos de vista, simplemente nos jugamos la vida de las personas, y a muchos niveles. Y esto es parte de la respuesta al «¿Y ahora qué?» después del ocho de Marzo.