La Voz de Asturias

La Cuba que deja Fidel

Actualidad

Majo Fal Redacción

La Cuba que deja Fidel

La muerte del comandante deja a la isla entre la cotidianidad y la incertidumbre

03 Dec 2016. Actualizado a las 19:26 h.

Los cubanos están acostumbrados a que el día a día resulte complicado así que ahora bregan para conectarse a Internet en un parque o para conseguir los capítulos de la novela. Aún así la muerte del comandante y el talante del nuevo presidente de EEUU, Donald Trump sacuden la isla justo en un momento en que se vislumbraba la llegada de los turistas americanos.

Las medidas de apertura puestas en marcha por el general Raúl Castro en 2011 encauzan a la isla caribeña a una profesionalización turística. Cientos de casas en la Habana Vieja están en venta, se compran edificios nobles para instalar cadenas de hoteles y a los jóvenes se les anima desde los 14 años a estudiar formaciones profesionales relacionadas con hotelería y hostelería. Crece la industria manufacturera, que trabaja a contrarreloj en la fabricación  de muebles, colchones y artículos destinados a abastecer los nuevos hoteles que se están construyendo.

Entre los cubanos, el que puede adecenta su casa para sacar dos o tres habitaciones de alquiler a extranjeros, como es el caso de la villa de Trinidad, donde han aumentado exponencialmente. La segunda moneda de más reciente creación, el peso convertible, equiparado uno a uno al dólar, crece en protagonismo relegando a los pesos cubanos como moneda para hacer la compra, pagar el autobús o abonar la cuenta en los restaurantes estatales, mucho más económicos que los promovidos por cuentapropistas, los nuevos titulares de negocios privados.

«La medicina es mi hobby, lo que realmente me da de comer es esta casa», comenta un médico maxilofacial que alquila legalmente dos habitaciones de su casa. Y es que la cara B de este crecimiento lo encontramos en empleados públicos como los médicos que cobran al mes 1.300 pesos cubanos, esto es, 55,41 dólares. Los profesores ganan aún menos, en torno a 600 pesos cubanos, unos 25 dólares. La realidad hace que «se haya invertido la pirámide y cobremos menos que un taxista o un camarero después de tantos años de estudio», lamenta una doctora con 40 años de profesión.

Los ancianos se encuentran en una situación similar. Los cubanos que reciben la pensión de la Seguridad Social ingresan 200 pesos cubanos (7,5 dólares). De esta cantidad, en muchos casos, se descuenta una parte para financiar las neveras de fabricación china cuya compra promovió el gobierno. Algo más reciben los jubilados por trabajo, entre 300 y 500 pesos cubanos, al cambio entre 12 y 20 dólares al mes. 

Ir a la compra

«Mi hijita, en este país todo es muy complicado», comentan los cubanos en el autobús o en la cola de la tienda. No solo porque el dinero no llega para afrontar los gastos de la casa y la compra sino porque encontrar la mayoría de los productos necesarios no es fácil. En muchas tiendas de pequeño tamaño se expone en la puerta en un papel la relación de productos que hay a la venta y los que no. «¿Llegó el pollo?» «¿Sabes si aquí tienen detergente?». Estas son preguntas cotidianas que se hacen unos a otros para no esperar en balde la cola de la tienda.

No es difícil tener una cesta de la compra variada si la moneda en que se paga es el peso convertible, un paquete de pasta cuesta en torno a 2 dólares y 3 una botella de aceite de palma en un supermercado mixto, esto es, que se puede pagar en ambas monedas. Este tipo de establecimientos están surtidos, pero para comprar artículos de higiene y de limpieza hay que ir a otro tipo de tiendas que no siempre disponen de todo. En La Habana, la situación se complica debido a que se comercializan pocas unidades y la demanda de la capital es alta. «Los bombillos Led los compré en Santa Clara porque aquí vuelan», comentan en una ferretería.

Mediante la cartilla de racionamiento los cubanos tienen garantizados en la bodega cada mes cinco huevos, tres kilos de arroz, un kilo de azúcar y una caja de fósforos. El pollo, dos veces al mes, un muslo y contramuslo por persona, y un paquete de sal cada tres meses. Las viandas, frutas y hortalizas, se compran en los mercados estatales, en pesos cubanos, al precio de 1 kilo de cebolla un dólar, dos aguacates un dólar y medio o 26 plátanos un dólar (se venden por unidad). En estos días se ha puesto en marcha una campaña estatal de inspección de este tipo de mercados con el fin de garantizar el surtido de productos, la calidad y el calibraje de las pesas. 

La guagua

Los precios del transporte en un país que está en continúo movimiento son asequibles para los cubanos, que diariamente cogen la guagua, el autobús, por 40 centavos de peso cubano por trayecto (un centavo de dólar). «¿Hace cuánto que espera la guagua?, ¿sabe si ya paso el P1?», se preguntan en cuanto ven cola en la parada. Debido a la escasa frecuencia, los autobuses van llenos hasta el límite de no poder cerrar las puertas, especialmente en horas punta. «Míralos van con el culo al aire», espeta una anciana riéndose a carcajadas. Así que los cubanos usan de manera cotidiana los colectivos, un poco más caros pero más rápidos. En la mayoría de los casos se trata de coches americanos antiguos poco cuidados o modificados con un motor de otro modelo más potente. «Todo en Cuba tiene dos caras, mi hijita», comenta uno de estos taxistas. Eso sí, el conductor marca el recorrido, se paran por la calle, y si el destino coge de camino se paga en función del trayecto.

Para viajes de largo recorrido existen dos maneras, una exclusiva para cubanos, los autobuses Ómnibus cuya reserva debe efectuarse con meses de antelación y la línea de Viazul que conecta la isla y que está destinada fundamentalmente a turistas. Obviamente, las tarifas son diferentes. Utilizando dotes de ingenio, que sin duda los cubanos tienen más que desarrolladas, existen diferentes fórmulas para viajar de manera económica, camiones con asientos de autobús, coches de caballos o bicicletas taxi en villas como Cienfuegos o Trinidad. Eso sí, a los turistas se les aplica siempre una tarifa superior. «Ten cuidado que aquí están a sacarte los pintaitos», comentan en el colectivo refiriéndose a los pesos convertibles y sorprendidos por ver a una turista. Actualmente se están introduciendo en la isla motocicletas eléctricas de fabricación china y automóviles de marcas europeas, pero los cubanos encuentran estas opciones más caras por la falta de repuestos.

Sin embargo, los coches clásicos americanos, los más cuidados, se destinan al turismo o incluso se alquilan para películas. Un viaje de una hora por La Habana en estos nostálgicos vehículos sale por 50 dólares.

 Las novelas y «La Voz-España»

La televisión pública es Cubavisión que dispone de otros cuatro canales con programación de lo más variopinto desde series americanas del tipo Como conocí a vuestra madre hasta novelas, la verdadera pasión de los cubanos de cualquier posición social o intelectual. Hace dos semanas, Cuba se paró literalmente para ver el último episodio de Imperio, telenovela brasileña que sin duda fue lo más comentado. Los teléfonos de las casas dejaron de sonar mientras duró la emisión y en cuanto acabó se acumulaban las llamadas para comentar el capítulo: «No me gustó el final, muere el Comendador, en la foto de familia. No me dio tiempo a ver si Isis tiene hijos. ¿Y quién queda al frente de Imperio?».

La oferta del canal  estatal se completa con Telesur, una cadena con sede en Caracas que cuenta con informativos más atractivos y de mayor presupuesto. Con este panorama, la alternativa de la que disponen los cubanos es ir a llenar la memoria USB. En los últimos años han proliferado negocios legales de particulares que se dedican precisamente a esto, a cargar los lápices de memoria con novelas o programas españoles como La Voz, muy seguido en Cuba. Semanalmente y por un módico precio, se pueden grabar los capítulos de determinada novela, serie o programa internacional que periódicamente reciben en grandes memorias los regentes de estos negocios, procedentes de vendedores que disponen de antena parabólica. Estos contenidos se convierten en formatos actos para transferir.  A menudo se encuentran en casas particulares y las colas de cubanos esperando el turno es habitual. Especialmente los primeros días de la muerte de Fidel Castro debido a la programación especial de la televisión pública que dejaba a los cubanos sin novelas durante los nueve días de luto.

El acceso a Internet es todavía precario para la mayoría. Un gran número de hogares disponen de red en sus casas pero las limitaciones en cuanto al ancho de banda y los contenidos a los que pueden acceder son notables. Desde casa lo habitual es que se tenga acceso a la cuenta de correo electrónico y a Facebook y sin embargo no se disponga de navegador. La tarifa limitada a 25 horas al mes con llamadas de teléfono, pagando solo establecimiento, sale por unos 5 dólares.

Otra situación diferente nos encontramos en el acceso a la red a través del móvil. Para conectarse hay dos opciones, por un lado, ir al parque con wifi público más cercano y pagar una tarjeta de datos de 2 dólares una hora o conectarse a través del Nauta, un sistema de recargo que también es limitado. Lo más frecuente es ver a jóvenes realizando videollamadas a través del IMO, aplicación que requiere poco ancho de banda.

La comunicación es necesaria. La mayoría de los cubanos cuentan con un familiar residiendo fuera del país y en muchos casos son ellos mismos los que recargan las tarjetas de Internet y teléfono desde el exterior. 

¿Cómo entra el dinero?

La apertura a la entrada de dinero del exterior puesta en marcha por Raúl Castro en 2011 supone hoy uno de los verdaderos motores económicos de la isla. Sólo así se explica el crecimiento turístico de tipo familiar y el hecho de que muchas familias cubanas puedan llegar a final de mes. La financiación desde el exterior se visibiliza de varias maneras. Por un lado, el envío de dólares, fundamentalmente desde Miami, por parte de familiares. Por otro, el de tecnología, como teléfonos móviles. Un dato curioso es el hecho de que los cubanos en el exterior sean los segundos en el ránking de turistas que recibe la isla, sólo detrás de los canadienses. Y las conexiones aéreas con Miami contribuyen a que los cubanos que se lo puedan permitir quieran visitar por primera vez el continente americano. El dinero que se aporta por esta vía se traduce en muchos casos en la oportunidad de mejorar la casa para arrendar habitaciones, montar un negocio o comprar un coche que permita ingresar dinero extra.

El turismo sexual sigue estando muy presente en la mente de los turistas que viajan a la isla de manera regular. Precisamente otra de las vías de entrada de divisas la realizan estos extranjeros que inician una relación con un cubano o una cubana y envían dinero regularmente. En algunos casos son jóvenes en cuyo encuentro están presentes los padres compartiendo una cerveza con el turista. En otras, se trata de matrimonios de cubanos en los que se acepta que la relación con un extranjero sea una fuente de ingresos familiar.

Cada vez más visibles son los extranjeros que invierten en la compra de una casa en la isla como negocio o como fórmula para cambiar de vida. La villa de Trinidad está en este sentido por delante del resto de Cuba, con la salvedad de Varadero. Basta un paseo para darse cuenta de que una gran mayoría de viviendas pertenecen a la red oficial de alquiler de casas. En el entramado de calles que conforma La Habana Vieja se suceden los carteles de venta de vivienda. El hormigón y la pintura se acumulan en las aceras y raro es la calle en la que no haya una obra o reforma. Tal parece que se estuviera esperando la llegada de una invasión turística, los americanos.

Y así era hasta la victoria en las elecciones de Donald Trump que vino a aguar la fiesta. Es un tema recurrente en las conversaciones de la calle y el talante mostrado por el nuevo presidente no ha gustado en la isla. No en vano, se ha significado contrario al deshielo que escenificaron Barack Obama y Raúl Castro hace tan sólo siete meses y que tantas esperanzas de negocio había sembrado entre los cubanos. En la memoria de este pueblo acostumbrado a las calamidades todavía persisten los años duros del Periodo Especial de principios de los 90, «peor que entonces ya no vamos a estar», dicen.

Muerte de Fidel

El comandante Fidel Castro se va en estos días en que Cuba es una efervescencia. Por el futuro político, dentro y fuera de la isla, y por lo que la apertura del sector privado va a suponer en el día a día de los cubanos. La sucesión política en manos de Raúl Castro aminora la incertidumbre.

Aún así, la madrugada en que se anuncia la muerte de Fidel se sucedían las llamadas a medianoche para compartir la noticia: «pon la televisión, que murió Fidel».

Cuando amaneció el silencio se había apoderado de la calle, siempre bulliciosa por el jaleo de los coches y los niños jugando a la pelota en la periferia de La Habana. Un ambiente extraño en el que la mayoría de los habaneros evitaba hablar del tema. ¿Miedo?, ¿pena?, ¿respeto? Probablemente una mezcla de todas ellas. En ese día resultaba aún más complicado saber qué pasaba por la mente de los cubanos respecto a la muerte del comandante Fidel, acostumbrados como están al control. De puertas para dentro de las casas se criticaba que en Miami se estuviera brindando con champán.

Durante los dos primeros días de luto nacional dejó de sonar la música, la gente dejó de hablar, las calles quedaron despobladas y había desaparecido el olor a gasolina de los viejos motores de los coches de esta gran ciudad. La prohibición de venta de alcohol causó desconcierto porque se fue retirando paulatinamente de los supermercados a lo largo de la jornada. Y eran muchos los que aprovechaban para hacer acopio, ya que la medida se extendería durante nueve días.


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