Francisco Brines, poeta intimista de la generación del 50, premio Cervantes 2020

HÉCTOR J. PORTo REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Brines, en el patio de la casa familiar Elca, en el municipio de Oliva, en una foto del 2019
Brines, en el patio de la casa familiar Elca, en el municipio de Oliva, en una foto del 2019 Ana Escobar | efe

El jurado elogia la «aspiración de belleza e inmortalidad» de la obra del escritor valenciano

17 nov 2020 . Actualizado a las 13:51 h.

Francisco Brines Bañó (Oliva, Valencia, 1932) fue declarado este lunes ganador del premio Cervantes 2020, tras una deliberación y sucesivas votaciones que retrasaron el dictamen sobre los horarios fijados. El galardón, que convoca el Ministerio de Cultura, reconoce una larga y callada trayectoria, llena de coherencia, teñida de sobriedad y sentido clásico de la escritura y que se mueve desde hace décadas lejos de alharacas, capillas y efectismos. Después de todo, y pese a su discreción, es uno de los nombres indiscutibles de la lírica castellana. Camino de los 90 años, esto es solo un acto de justicia poética, si acaso tardío.

Con su elección se ha roto la alternancia en que tradicionalmente se maneja del galardón, dando réplica a lo que había sucedido en la edición del 2018, en la que también se vulneró esta ley no escrita, ya que se alzó triunfante una autora latinoamericana (Ida Vitale) después de un año que había reconocido al escritor nicaragüense Sergio Ramírez.

En la lectura del fallo, el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, definió a Brines como «el poeta intimista de la generación del 50 que más ha ahondado en la experiencia del ser humano individual frente a la memoria, el paso del tiempo y la exaltación vital».

Desaparecidos Claudio Rodríguez, José Ángel González, José Hierro, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma y José Ángel Valente, es de los pocos que quedan del grupo de los 50 -con Antonio Gamoneda y Caballero Bonald, está entre los mayores representantes vivos-. Quizá sea Claudio Rodríguez del que Brines está más cerca de todos ellos, por esa voz discreta, austera, limpia, aunque la calidez de la luz mediterránea, la experiencia y la sensualidad homosexual y el acento elegíaco marcan distancia con el zamorano. Brines, en todo caso, nunca ha concedido demasiada importancia al asunto generacional, solo le adjudica un mero valor clasificatorio.

El más relevante premio de las letras en español está dotado con 125.000 euros, y tenía en el jurado -presidido por Santiago Muñoz Machado, director de la RAE- a tres de los escritores galardonados en las últimas ediciones, los poetas Joan Margarit e Ida Vitale y el novelista Eduardo Mendoza.

El jurado ensalzó la figura de Brines como «maestro de la poesía española actual y con un magisterio reconocido por todas generaciones que le suceden», al tiempo que destacó que su obra «va de lo carnal y lo puramente humano a lo metafísico y espiritual», y mantiene su «aspiración de belleza e inmortalidad».

El presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, destacó del primer valenciano que recibe el Cervantes que es, sobre todo, una «gran persona». A través de Twitter, dijo de él que es «el poeta que nos enseñó que ‘‘somos un paréntesis entre dos nadas’’» y el autor «de la melancolía y de la mirada a un pasado que ni la poesía ni el recuerdo pueden restituir», y que con sabiduría ha usado la poesía -con Juan Ramón Jiménez, Cernuda y Machado como guías- como vía para el conocimiento de la vida, que aprendió a disfrutar con tranquilidad y sin evitar la consciencia de la muerte.

En 1959 ganó con Las brasas el premio Adonais. En 1987 recibió el Premio Nacional de Literatura por El otoño de las rosas. En el 2004 el PEN Club de Galicia le concedió el Rosalía de Castro; cuando lo recogió hizo un encendido elogio de la autora de Follas novas. En el 2010 recibió el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Entre sus obras mayores, destacan los poemarios Las brasas, Palabras a la oscuridad, El otoño de las rosas y La última costa.

«Mi poesía, la que he hecho desde siempre, ha llegado a su destino»

Tras conocer la noticia del premio Cervantes, el poeta y académico Brines se mostró contento y dio la razón cabal de su felicidad: «Mi poesía, la que he hecho desde siempre, ha llegado a su destino». El escritor confesó que «no esperaba» este reconocimiento a estas alturas de su vida, pero también dijo que lo recibe «con mucha emoción». En una breve conversación telefónica mantenida con la agencia Efe, en su casa familiar Elca, en Oliva, señaló que la primera persona que le vino a la mente, después de atender la llamada del ministro, fue su madre y también imaginó cómo reaccionaría ante el premio, ya que cuando le dijo que quería ser poeta ella «pensó en qué rumbos cogería su hijo» y hacia dónde le llevaría este oficio. Brines siempre agradeció que sus padres respetaran su vocación de poeta, a pesar de proceder de un mundo «que nada tenía que ver con las letras» -su progenitor era un comerciante de naranjas-, y le acompañaran en el camino que había escogido.

Brines, cuyo estado de salud es muy delicado, ha animado a las generaciones actuales de poetas a continuar su labor, y se ha mostrado convencido de que «Garcilaso y un poeta de hoy sentirían igual la poesía» y una «alegría enorme» con un verso logrado.

Para el vate valenciano, que en el 2019 recibió la Alta Distinción de la Generalitat, la poesía debe servir además en un momento tan difícil como el actual, ante la crisis generada por la pandemia, como «un refugio» porque tiene el poder de «sanar» el alma.

«El premio no es lo importante, lo importante es la poesía», reseñó para insistir: «Estoy muy contento de que mi poesía haya llegado a su destino, que son los lectores, y no solo la poesía en castellano sino también la traducida al castellano», añadió el artista que siempre ha reivindicado a Ausiàs March como uno de sus grandes referentes literarios.

Brines recordó que en su vida la poesía le ha dado además la gran satisfacción de la «amistad», las más importantes en su vida, como la de Carlos Bousoño o Vicente Aleixandre.